¿Hacia dónde vamos?
¿Hay algo que de verdad nos una como seres humanos? ¿Podremos alguna vez
ponernos de acuerdo todos nosotros? Los ciudadanos de este gran mundo somos
iguales, pero a la vez, diferentes. Da la sensación de que las brechas entre
nosotros, lejos de estrecharse, se hacen cada vez más y más grandes. Y si la
pandemia de la covid, como tantos esperaban, no nos ha hecho mejores, ¿qué
podría conseguirlo? Tal vez tengamos que buscar respuestas en la ficción, en
interesantes novelas como Nuestros
inesperados hermanos, la nueva e interesante obra de Amin Maalouf de la que
hablaremos en este artículo.
Alexandre,
dibujante canadiense conocido como Alec Zander, vive en Antioquía, la más
pequeña de las islas de un archipiélago francés situado en el océano Atlántico,
con Ève Saint-Gilles, una escritora huraña, como única vecina. Amante de la
soledad, sus rutinas de dibujo y esporádicas visitas al pueblo de una isla
cercana se verán drásticamente interrumpidas el día en el que se cortan las
comunicaciones. Irremediablemente, Alec temará lo peor. Sin embargo, cuando
vuelven las comunicaciones, su amigo Moro, consejero del presidente de los
Estados Unidos, le cuenta que precisamente el gran cataclismo nuclear se ha
evitado, no sin ayuda: un misterioso grupo, desconocido por todo el mundo hasta
entonces, y cuyos miembros tienen nombres de personajes de la antigua Grecia,
han neutralizado el peligro. ¿Por qué lo han hecho en realidad? ¿Qué quieren de
Estados Unidos y, por ende, del resto del planeta? ¿Conseguirá en algún momento
Alec entender sus intenciones?
Antes
de que nos sorprendiera la pandemia de covid, pensábamos que la gran crisis llegaría
por una nueva guerra mundial en la que hubiera armas nucleares de por medio. Este
es el punto de partida para esta novela que nos hace plantearnos quiénes somos
y a dónde vamos: un supuesto ataque a nivel planetario con armas nucleares que,
sorprendentemente, es parado por un grupo desconocido hasta el momento cuyos
miembros son seguidores de Empédocles de Agrigento, el filósofo presocrático.
La
historia sucede a lo largo de un mes, del 9 de noviembre al 9 de diciembre, y
nos es contada por Alec, el dibujante solitario que decide anotarlo todo en
libretas. Se trata esta de una historia descriptiva, pues nos habla de los
acontecimientos; pero también reflexiva, pues su autor vuelve una y otra vez a
su propio pensamiento intentando poner orden donde, me temo, no lo hay.
Alec,
nuestro narrador protagonista, es un hombre solitario que pasa de no
relacionarse con su vecina, Ève, una escritora prematuramente envejecida ante
el descontento por su única, y paradójicamente exitosa novela, a ver no solo
cómo esta rejuvenece, animada por el nuevo grupo que entra en acción, sino
también a tener una relación con ella.
Otros
personajes clave en esta historia serán Agamenón, el batelero amigo de Alec que
resulta pertenecer al misterioso grupo, y Moro, el abogado y consejero del presidente
de los Estados Unidos que pone al corriente a nuestro dibujante de todo lo que
está pasando con el misterioso grupo.
Si tuviera que definir esta novela con una
sola palabra, esta sería la esperanza. El mundo, para su autor, navega sin
rumbo, chocando con los escollos una y otra vez. Ante la crisis mundial, que
parece inevitable, ¿no sería fantástico que volviéramos la mirada atrás, hacia
el milagro ateniense, hacia esa época que se nos antoja tan idílica? ¿No sería
también perfecto que esos mismos nuevos atenienses vinieran a salvarnos de
nuestro orgullo, arrogancia y estupidez como especie?
En
fin, amigos, mucho es lo que se puede decir sobre Nuestros inesperados hermanos, una historia que, de alguna manera,
conecta con todo lo que nos está pasando hoy en día, a pesar de haber sido
escrita antes de la pandemia de la covid. Yo, sin embargo, voy a dejarlo aquí,
pues no quisiera que, por mi culpa, dejarais de descubrir por vuestra cuenta
todas las sorpresas que este texto esconde. La cuestión ahora es: ¿os animaréis
a descubrir junto a Alec qué es lo que está pasando en el mundo? ¿Os animaréis
a acoger de buena voluntad a Nuestros
inesperados hermanos?
Cristina Monteoliva