Queridos
amigos de La
Orilla de las Letras,
empezamos
el mes con una extensa e interesante entrevista, la que nos ha concedido Javier Regueira Serrano. Sin más
dilación, aquí va:
¿Cuándo
descubriste que la escritura era algo más que un pasatiempo?
Durante muchos años, escribir fue para mí una especie de refugio
íntimo. Escribía relatos cortos, muy personales, de corte casi autobiográfico.
Era una forma de ordenar mis pensamientos, de entenderme y de desahogar
emociones que a veces me costaba compartir en voz alta. Pero no pasaba de ahí:
lo veía como algo privado, incluso secreto.
El punto
de inflexión llegó en uno de los momentos más duros de mi vida: la pérdida de
mi mujer. En medio del duelo, sentí una necesidad profunda de volcar en
palabras todo aquello que no sabía cómo gestionar. De ese impulso nació mi
primer libro, que fue, en esencia, un acto de autoterapia. Un intento de curar
heridas a través de la escritura.
A partir
de ahí, empecé a valorar seriamente la posibilidad de publicar las historias
que tenía rondando por la cabeza.
© Javier Regueira Serrano.
¿Qué lecturas crees que te han
influenciado como escritor?
He leído mucho y muy variado, pero si tuviera que trazar una
línea de influencias, diría que empecé por los grandes clásicos de la ciencia
ficción como Isaac Asimov y Arthur C. Clarke, que me abrieron la puerta a
imaginar futuros posibles y a reflexionar sobre el impacto de la tecnología en
la sociedad. De ahí, la transición a la literatura distópica fue natural:
Orwell, Huxley… autores que me enseñaron a usar la ficción como herramienta de
crítica social.
También he
sido un devorador de thrillers, tanto
clásicos como contemporáneos. Agatha Christie ocupa un lugar especial entre mis
autoras favoritas: su forma de construir el suspense, de dosificar la
información y de jugar con el lector siempre me fascinó. En los años 80 y 90,
mis estanterías estaban llenas de novelas de espías. Frederick Forsyth, Tom
Clancy, Patricia Highsmith… eran nombres habituales en mi mesilla de noche.
No faltó
tampoco la literatura fantástica, con Tolkien a la cabeza. El Señor de los
Anillos y El Hobbit fueron dos obras que me marcaron profundamente
por su capacidad de construir mundos completos, con sus propias reglas y
lenguajes.
Otros
autores que considero “fetiche” y que me han acompañado durante años son
Michael Crichton, Christian Jacq, David Baldacci, John Grisham o Patricia
Cornwell. Cada uno, a su manera, me ha aportado algo: el ritmo narrativo, la
precisión en la documentación, la tensión psicológica, la construcción de
personajes sólidos… En definitiva, he intentado absorber lo mejor de cada uno
para ir encontrando mi propia voz.
¿Qué estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo
recomendarías?
Ahora mismo, curiosamente, no estoy leyendo nada. Y no es por
falta de ganas, sino porque estoy inmerso en la escritura de mi próxima novela,
El décimo ángel. Cuando estoy en plena fase creativa prefiero no leer,
para no “contaminarme” con las voces, estilos o ideas de otros autores. Es un
momento muy delicado en el que intento conectar al máximo con mi propia
historia y mantenerme centrado en el universo que estoy construyendo.
Dicho
esto, el último libro que leí antes de sumergirme en este proyecto fue El
infinito en un junco, de Irene Vallejo. Una auténtica joya. Es de esos
libros que te reconcilian con el amor por la palabra escrita, por la historia
de los libros, por todo lo que significan. Lo recomiendo sin dudarlo: es una
lectura que deja huella.
¿Cómo compaginas tu trabajo fuera del
mundo de las letras con la escritura?
La verdad es que es difícil, pero se puede.
Mi día a
día transcurre en el ámbito de la seguridad de la información, donde trabajo
como consultor y auditor. Es un entorno exigente, que requiere concentración,
precisión y estar siempre al tanto de los cambios tecnológicos y normativos.
Aun así, la escritura es mi espacio personal, ese lugar al que regreso para
desconectar, pero también para conectar conmigo mismo.
Escribo
por las tardes, cuando termina la jornada laboral. Es mi momento sagrado del
día: una especie de ritual en el que dejo atrás lo técnico y lo racional, y me
zambullo en la creación, en los personajes, en las emociones. A veces cuesta
hacer el cambio de chip, pero con el tiempo he aprendido a proteger ese espacio
como algo imprescindible en mi vida.
¿Cómo ves el panorama literario actual?
Lo veo como un escenario en transformación constante, lleno de
oportunidades pero también de desafíos. Por un lado, la tecnología ha
democratizado la escritura y la publicación como nunca antes. Hoy en día,
cualquier persona con una historia que contar puede compartirla con el mundo,
sin necesidad de pasar por los filtros tradicionales de una editorial. Eso me
parece maravilloso: más voces, más diversidad, más libertad creativa.
Por otro
lado, esa misma facilidad ha generado una saturación de títulos que puede hacer
muy difícil destacar. El lector está expuesto a miles de propuestas y, a veces,
es complicado que una obra sin grandes campañas de promoción encuentre su
espacio. Ahí es donde entra en juego la constancia, el boca a boca y, sobre
todo, la autenticidad. Creo que el público valora cada vez más a los autores
honestos, que escriben desde lo que sienten, sin disfrazar sus intenciones.
También me
parece interesante cómo el concepto de “éxito” está cambiando. Ya no se mide
solo en ventas, sino en la capacidad de un libro para generar comunidad,
provocar reflexión o emocionar a quien lo lee. En ese sentido, veo un panorama
vibrante, con lectores muy activos, curiosos, que no se conforman con lo de
siempre y están abiertos a descubrir nuevas voces.
En
resumen: escribir hoy es un reto, sí, pero también un privilegio. Y formar
parte de esta era de cambio me parece profundamente estimulante.
¿Escribirías una novela de moda a cambio
de hacerte famoso?
Sinceramente, no. Me gusta escribir sobre lo que me inquieta, lo
que me remueve. Y eso rara vez coincide con lo que dicta la moda. Para mí, la
escritura tiene sentido si es honesta.
¿Por qué te has decantado por la autopublicación
en Amazon a la hora de dar a conocer tus obras al público?
La decisión de autopublicar fue, en parte, práctica… y en parte
una cuestión de salud mental. Te cuento: admiro profundamente a quienes tienen
la paciencia y la perseverancia de enviar su manuscrito a decenas de
editoriales, esperar meses —cuando no años— y recibir (con suerte) una
respuesta que no sea un silencio atronador. Pero, sinceramente, ese no es mi
estilo. No tengo alma de monje tibetano. Cuando tengo una historia que contar,
necesito compartirla, verla publicada, sentir que avanza.
Después de
escribir mi primer libro, me di cuenta de que el camino tradicional me iba a
costar muchas canas (más de las que ya tengo). Así que exploré la
autopublicación en Amazon… ¡y descubrí un mundo nuevo! De repente tenía control
sobre todo: los plazos, el diseño, el contenido, la portada… incluso el precio.
Y lo mejor: podía llegar directamente a los lectores sin tener que mendigar la
atención de una editorial sobrecargada de manuscritos.
No voy a
negar que autopublicar supone mucho trabajo. Eres autor, editor, maquetador,
comercial, community manager y psicólogo de ti mismo cuando los días de
ventas flojean. Pero también es una experiencia enormemente gratificante. Cada
lector que llega lo hace porque ha elegido tu historia entre miles. Y eso,
créeme, tiene un valor inmenso.
Además, el
sistema de Amazon te permite tener estadísticas, ajustar estrategias,
interactuar con tus lectores, recibir valoraciones en tiempo real… Es casi como
un laboratorio literario. Puede que algún día me anime a probar el camino
editorial tradicional, pero por ahora, la autopublicación me ha dado libertad,
satisfacción y muchas lecciones valiosas.
¿Qué supuso para ti publicar Guía de supervivencia en la empresa?
Guía de supervivencia en la empresa fue mi primer libro, y nació en un momento muy particular de mi
vida. Lo empecé a escribir poco después de quedarme viudo, en una etapa en la
que necesitaba desesperadamente mantener la mente ocupada. Fue una especie de
salvavidas emocional, una escritura curativa que me permitía canalizar el dolor
a través del humor, la reflexión y, sobre todo, la ironía.
No fue un
proyecto planeado ni con ambiciones editoriales concretas al principio. Era,
más bien, una conversación conmigo mismo: una forma de revisar mi experiencia
en el mundo corporativo —ese ecosistema tan peculiar y lleno de
contradicciones— desde una mirada crítica, pero también desde mi yo más
auténtico. Por eso el tono del libro es tan irónico, incluso ácido en ocasiones.
Es mi manera de desnudar el absurdo que muchas veces rodea a la vida
empresarial… y, de paso, reírme un poco de todo eso. Y de mí mismo también.
Cuando
decidí publicarlo, lo hice con algo de vértigo, porque es un libro que mezcla
experiencia profesional con emociones muy personales, aunque camufladas bajo el
sarcasmo. Para mi sorpresa, muchas personas se sintieron identificadas, y me
escribieron contándome que les había hecho reflexionar, reír… o ambas cosas.
Ahí entendí que, a veces, lo que uno escribe desde la vulnerabilidad conecta
más que cualquier manual técnico o discurso grandilocuente.
Así que
sí, fue un punto de partida muy especial. No solo porque supuso mi debut como
autor, sino porque me demostró que escribir podía ser una vía de expresión, de
sanación y, por qué no, de conexión con los demás.
¿Qué vamos a encontrar en este libro?
Guía de supervivencia en la empresa no es un manual de autoayuda al uso, ni tampoco una
recopilación de fórmulas mágicas para ascender en la jerarquía corporativa. Es,
más bien, una mirada irónica —a veces tierna, a veces demoledora— sobre ese
ecosistema que muchos habitamos a diario: la empresa.
Lo que vas
a encontrar en sus páginas es una especie de espejo: uno que refleja con humor
y sin filtros los absurdos, contradicciones y rituales del mundo corporativo.
Desde jefes imposibles hasta reuniones interminables que podrían haber sido un
email, pasando por las guerras de egos, los cambios de logo disfrazados de
revolución estratégica o la obsesión por las métricas que nadie entiende… Todo
eso está ahí, contado con sarcasmo, sí, pero también con una profunda
comprensión de lo que significa navegar ese entorno sin perder la cordura (o al
menos intentarlo).
Además, el libro tiene algo que para mí era esencial: honestidad.
No pretende sentar cátedra ni pontificar. Es más bien una conversación de café
entre colegas, con anécdotas reales, reflexiones personales y alguna que otra
confesión inesperada. Si alguna vez has sentido que la empresa parece un teatro
con guion mal escrito… este libro es para ti.
Y si no
trabajas en una oficina, también puede resultarte interesante, porque al final
habla de algo más universal: la lucha por conservar nuestra identidad en un
entorno que, muchas veces, tiende a uniformarnos. Es un libro que busca hacerte
sonreír, pero también invitarte a pensar. Y si consigue las dos cosas, misión
cumplida.
Tu nuevo libro es la novela distópica El límite Kallman. Parte 1: La caída.
¿Qué nos puedes contar de esta historia?
El límite Kallmanm es una bilogía compuesta por Parte 1: La caída y Parte
2: Sufrimiento. Juntas, ambas novelas intentan explorar —y responder— una
pregunta tan inquietante como fascinante: ¿qué podría ocurrir para que el ser
humano eligiera, de forma consciente, su propia extinción?
La historia
se sitúa en un futuro inquietantemente cercano, en el que la acción del ser
humano ha empujado al planeta más allá del punto de no retorno. En ese
contexto, aparece un misterioso manifiesto mecanografiado que parece anticipar
con precisión milimétrica una cadena de catástrofes: crisis ecológicas sin
precedentes, guerras inesperadas, revueltas globales y decisiones políticas
extremas que parecen orquestadas por una lógica inhumana… o demasiado humana.
La novela
nos lleva desde los despachos enmoquetados del poder hasta los márgenes más
radicales del ecologismo militante, planteando dilemas morales imposibles. En
el fondo, El límite Kallmanm no va solo de conspiraciones o colapsos: va
de decisiones. De las que tomamos como individuos, pero sobre todo de las que
tomamos como especie. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar la
libertad por la seguridad? ¿Qué estaríamos dispuestos a justificar en nombre de
la supervivencia? ¿Y qué precio tendría salvar el planeta si a cambio tenemos
que perder aquello que nos hace humanos?
Con un
estilo ágil, giros de trama constantes y un trasfondo muy actual, la novela
combina emoción, tensión y reflexión. Es una historia que no da respuestas
fáciles, pero sí plantea preguntas que quizá ya deberíamos estar haciéndonos.
Y, sobre todo, prepara el terreno para una segunda parte aún más intensa, donde
la verdadera dimensión del sufrimiento —personal, social y planetario— saldrá a
la luz.
¿Y qué esperas que los lectores aprendan
de este libro?
Más que una enseñanza cerrada, lo que me gustaría es que El
límite Kallmanm deje en los lectores una sensación incómoda… pero
necesaria. Quiero que, al cerrar el libro, se queden pensando en lo frágil que
es la sociedad que hemos construido. Porque aunque desde fuera parezca robusta,
sólida y bien engranada, la realidad es que basta con una serie de estímulos
—una crisis ecológica, un colapso social, una cadena de decisiones erróneas—
para que todo se tambalee como un castillo de naipes o caiga como fichas de
dominó.
Ese es el
corazón de la historia: mostrar cómo, sin necesidad de escenarios apocalípticos
imposibles, podríamos llegar a una situación extrema provocada por nosotros
mismos. No se trata de ciencia ficción desatada, sino de un futuro plausible. Y
para lograr transmitir esa inquietud, me he documentado en profundidad. Cada
uno de los elementos científicos que aparecen en la novela —desde los
escenarios metabólicos bioquímicos hasta las teorías biológicas o los
comportamientos psicosociales— está respaldado por estudios reales, por teorías
vigentes, por situaciones que, en muchos casos, ya están ocurriendo en alguna
parte del mundo.
Esa
verosimilitud, ese “esto podría pasar de verdad”, es lo que genera la
intranquilidad que busco en el lector. Porque no hay monstruos fantásticos ni
catástrofes extraterrestres: solo hay decisiones humanas, intereses cruzados y
una sucesión de acontecimientos que empujan a la humanidad hacia un límite… que
quizás ya estamos rozando.
Si después
de leer la novela alguien mira las noticias con otros ojos, se pregunta cuánto
control tiene realmente sobre su vida, o se plantea qué mundo estamos dejando a
las siguientes generaciones, entonces habré conseguido lo que me propuse:
sacudir un poco la conciencia desde la ficción.
© Javier Regueira Serrano.
¿Qué nuevos proyectos literarios tienes
en marcha? ¿Nos puedes adelantar algo de ellos?
Ahora mismo estoy completamente inmerso en la escritura de El
décimo ángel, una novela negra con tintes de thriller psicológico y elementos muy potentes de asesinato ritual.
Es un proyecto al que le tengo especial cariño porque me permite explorar el
lado más oscuro y complejo de la mente humana. La historia gira en torno a una
serie de crímenes que poco a poco van revelando un patrón inquietante,
vinculado a un trasfondo simbólico y religioso.
El asesino
no solo mata: escenifica. Cada crimen es una representación, una especie de
ritual que esconde un mensaje, un código, una venganza. A medida que avanza la
investigación, tanto los personajes como el lector se verán arrastrados a una
red de secretos, obsesiones y traumas que cuestionan lo que creemos saber sobre
la moral, la fe y la justicia. Es una novela muy atmosférica, con tensión
constante, y que juega al despiste hasta el final. Estoy disfrutando mucho del
proceso, porque me permite construir capas de significado y trabajar la
psicología de los personajes al detalle.
Paralelamente,
también estoy trabajando en la segunda parte de El límite Kallmanm, que
llevará por título Parte 2:Sufrimiento y cuya publicación está prevista
para finales de enero de 2026. Ya estoy perfilando las tramas, atando cabos y
preparando una continuación que será aún más intensa que la primera parte. Si La
caída planteaba la pregunta sobre qué nos llevaría al borde del colapso, El
sufrimiento mostrará las consecuencias humanas, políticas y emocionales de
ese colapso, y hasta dónde estamos dispuestos a llegar para sobrevivir… o
resistir.
En
definitiva, 2025 y 2026 vienen cargados de historias. Historias que buscan
entretener, por supuesto, pero también incomodar, remover, dejar poso. Esa es,
al fin y al cabo, la razón por la que escribo.
¿Te gustaría añadir algo antes de
terminar esta entrevista?
Sí, me gustaría aprovechar este espacio para dar las gracias. En
primer lugar, estoy muy agradecido por hacer posible esta entrevista, por el
interés, la generosidad y por brindarme la oportunidad de compartir no solo mis
libros, sino también la parte más personal que hay detrás de ellos. Escribir
puede ser un camino solitario, pero cuando alguien se detiene a escuchar, a
preguntar y a profundizar, uno se siente acompañado.
Y, sobre
todo, quiero dar las gracias a quienes están al otro lado de las páginas: los
lectores. A los que se han atrevido a descubrir mis historias, a los que se han
emocionado, sorprendido o inquietado con ellas… y, muy especialmente, a quienes
me escriben para contarme sus impresiones, para compartir una frase que les
marcó o simplemente para decirme: “me lo leí de un tirón”. Esos mensajes, que a
veces llegan por redes, por correo o incluso en persona, son una fuente inmensa
de motivación y cariño. Me recuerdan por qué escribo, por qué merece la pena
cada hora frente al teclado, cada duda, cada reescritura.
Así que
gracias, de corazón. Por leer, por recomendar, por acompañar este camino. Nos
seguimos encontrando en las páginas.
Muchas gracias, Javier,
por tu tiempo, tus palabras y tus fotos personales. Te deseamos una carrera
literaria larga y próspera.
Y a vosotros, amigos del blog, gracias por estar un día más pendientes de
nuestras publicaciones. Ahora, ¡a leer!
Cristina Monteoliva