lunes, 24 de noviembre de 2014

Reseña: EL LIBRO DE LOS PEQUEÑOS MILAGROS, de Juan Jacinto Muñoz Rengel

Título: El libro de los pequeños milagros
Autor: Juan Jacinto Muñoz Rengel
Edita: Páginas de Espuma
Páginas: 134
Precio: 14 €

Si algo he aprendido después de mucho leer e intentar escribir por mi cuenta ciencia ficción, fantasía y terror es que trasladar ese mundo interior tuyo lleno de monstruos, mundos imposibles y demás elementos extraordinarios es en realidad bastante complicado. Y si es complicado hacerlo en una novela, un texto largo que te da cancha para ensayar, errar y reparar montones de veces, no os digo ya en un cuento. El más difícil todavía llega cuando en vez de un cuento de varias páginas lo que queremos es escribir un microrrelato. Aunque no es imposible. Prueba de ello es El libro de los pequeños milagros, la obra de Juan Jacinto Muñoz Rengel publicada por Páginas de Espuma de la que hoy quiero hablaros.
El libro de los pequeños milagros es un volumen compuesto por un total de cien microcuentos de fantasía, terror y ciencia ficción que se distribuyen en tres apartados: Urbi, Orbe y Extramundi. Antes de Urbi, nos encontramos con un breve y enigmático prólogo titulado Advertencia: esto no es un texto. De igual manera, tras Extramundi tenemos el evocador Índice para la creación de un Bestiario, un apéndice en el que tenemos la lista completa de los seres originales salidos de la mente del autor, unos entes que habitan sobre todo en Extramundi, aunque también en Orbe. ¿Quiere esto decir que en Urbi no vamos a encontrar monstruos y otros seres curiosos? En absoluto. Es solo que tal vez los de la primera parte del libro os resulten más conocidos que los otros, que no han aparecido antes en otras obras.
Pero vayamos a lo que os ha de interesar, que no es otra cosa que el saber qué os vais a encontrar en realidad en este volumen. Para ello comenzaré hablando de Urbi, quizá el territorio que os resulte más familiar. Digo esto porque los microrrelatos que pueblan este apartado tienen un carácter muy urbano. Sus textos, plagados de sucesos extraordinarios, nos hablan de los miedos que nos ha creado esta sociedad actual tan narcisista, de lo pernicioso de algunos de nuestros nuevos inventos (las redes sociales) o de otros no tan nuevos (la televisión). Miedo a no ser considerado por los otros; a no tener visibilidad alguna; a que nuestro paso por La Tierra no signifique absolutamente nada.
Los relatos de Orbe salen fuera de la ciudad para buscar vacas parlantes y pulpos con muñecas hinchables. La realidad se mezcla con la ficción total; las fábulas se convierten en algo totalmente creíble; la religión se reescribe de mil maneras; el medio ambiente nos pide por enésima vez que le prestemos caso antes de que todo se vaya al garete. Vemos así como nuestras creencias se tambalean, cómo pueden ser criticadas de forma inteligente; también cómo puede que sea tan bueno creer en una cosa como en la de más allá. O en absolutamente nada de lo que nos han hablado hasta ahora.
Finalmente, en Extramundi salimos de nuestro planeta para explorar otros mundos muy distintos al nuestro. O para dejar que los habitantes de esos mundos nos exploren a nosotros. Se trata este del apartado más imaginativo, tal vez (al menos, para mí) el más divertido de todos. La pena es que no es muy largo. Esperemos que Muñoz Rengel siga explorando estas vías en futuros proyectos.
El volumen se llama El libro de los pequeños milagros, pero en realidad lo que contiene, siempre desde mi punto de vista, son grandes milagros. No me refiero solo a todos los extraordinarios sucesos que encontrarás en este libro (que los hay), sino, y fundamentalmente, a la capacidad que ha tenido su autor de concentrar dentro de un solo volumen tantos textos tan bien escritos, tan completos y complejos, con lo difícil que es conseguir eso en un microrrelato. Las historias de este libro abarcan, todas ellas, temas interesantes, actuales, comprometidos, ¡y todo ello sin perder por un momento el sentido del humor! Es por esta complejidad, a la vez tan cercana y amena, por lo que creo, fundamentalmente, independientemente si eres o no aficionado al microrrelato, que tú, que disfrutas tanto con lo fantástico y científico como con lo actual y crítico, deberías darle una oportunidad a este libro. 
Cristina Monteoliva

domingo, 16 de noviembre de 2014

Entrevista a PAULA LAPIDO con motivo de la salida a la venta de HORROR VACUI.

Hay una pregunta que personalmente odio, pues creo que es algo que no deberíamos contestar nosotros mismos, sino los demás, los que nos rodean. Esa pregunta es “¿Quién es…?” Yo no voy a preguntarte quién es Paula Lapido, pero sí me gustaría que le contaras a todo el que lea esta entrevista qué te gustaría que la gente supiera de ti.
Me da bastante pudor hablar de mí misma y sufro un poco cada vez que tengo que escribir una biografía para alguna publicación, aunque sea corta. Ciñéndome al plano literario, “Horror vacui” es mi primera novela. Hasta ahora había publicado un libro de relatos, “Teoría de todo” (Tropo Editores, 2010), con el que fui finalista del Premio Setenil. También he participado en varias antologías muy diversas, como “Mi madre es un pez” (Libros del Silencio, 2010), “Madrid, Nebraska” (Bartleby, 2014) o “No entren al 1408” (Biblioteca de Babel 2013) dedicada a Stephen King, que se publicó por primera vez en Ecuador pero se ha vuelto muy viajera y anda recorriendo varios países al otro lado del charco; el último, México.
Por lo demás, tengo una cierta obsesión por incluir animales en mis novelas (los peces, después los escarabajos tigre y últimamente un zorro ártico), sufro de fijación por la música de Bach y necesito silencio sepulcral para escribir. Y bebo té. Mucho.

Paula Lapido había sido conocida hasta ahora como escritora de relatos. ¿Te estrenas como novelista con Horror Vacui o tienes otras más obras de este tipo escondidas en un cajón?
Tengo en un armario (a buen recaudo) cuatro o cinco novelas o “intentos de novela” sin terminar que escribí desde la adolescencia hasta que terminé la carrera. Todas de temática fantástica. Después hice un parón largo hasta que me reenganché a la escritura con los relatos y publiqué “Teoría de todo” en 2010. Siempre tuve claro que iba a volver a la novela tarde o temprano, sólo necesitaba una idea que me prendiese lo suficiente. Para cuando di con el germen de “Horror vacui”, le había cogido cierto miedo al género y no estaba muy segura de poder con ello pero, en cuanto me zambullí en la piscina, me descubrí nadando.

¿Es más difícil para ti escribir relato corto o novela?
Creo que uno y otra tienen dificultades bien diferentes. La contención, el ejercicio de síntesis y de elección de detalles que requiere el cuento me resultan complicados porque, entre otras cosas, muy a menudo me puede la verborrea. Por otro lado, la novela requiere mantener la tensión durante mucho tiempo --no sólo el tiempo del lector, sino el del propio escritor; es un proyecto con el que convives durante años. Quizá sea más difícil alcanzar la genialidad en el relato, pero es una apreciación completamente subjetiva.


¿Cómo surgió la idea de escribir Horror Vacui?
Cuando empecé la carrera, entre otras cosas que circulaban por la facultad y que formaban parte del “acervo friki de los físicos” estaba la obra del artista holandés M.C. Escher. Me fascinó desde el primer momento su uso de las formas para llenar el espacio. También sus ilustraciones de realidades imposibles. Todo se me quedó almacenado por ahí en algún lugar del cerebro hasta que, años después, hacia 2006, cuando ya estaba escribiendo relatos compulsivamente y tenía el motor creador bien engrasado, me surgió una imagen: la de un hombre que dibujaba a lápiz, en la pared, decenas de formas que llenaban el espacio. Como una ilustración de Escher. Muy al principio, quise convertir esta imagen en un cuento, pero no se dejó. Con el tiempo me di cuenta de que por fin tenía delante una novela, aunque aún tardé un par de años más en atreverme a empezarla.

Horror Vacui es una novela compleja que requiere mucha atención por parte del lector, pero creo que aún más por parte de su escritora. ¿Te ha resultado difícil seguir el pulso narrativo todo el tiempo? ¿Cuánto has tardado en escribir esta obra?
Escribir “Horror vacui” ha sido una experiencia difícil y satisfactoria a la vez. Era crucial encajar todas las piezas de la historia de forma que no quedase ni un mínimo resquicio. Eso me llevó mucho trabajo y no pocos quebraderos de cabeza, incontables cambios de opinión, capítulos reescritos una y otra vez (el capítulo 6 llegué a reescribirlo por lo menos 10 veces) y dudas existenciales de las que no te dejan dormir. Pero lo más costoso fue mantenerle el pulso a Isaac, el protagonista, durante los tres años que tardé en escribir y corregir la novela. 
Aunque “Horror vacui” está narrada en tercera persona, el narrador está focalizado completamente en Isaac, le da eco a sus obsesiones y a sus crisis como si estuviera dentro de su cabeza. Mantener el narrador al mismo nivel de intensidad durante toda la historia fue un buen ejercicio de conciencia y de constancia.

¿Tienes miedo al vacío? ¿O da más miedo que no te lean porque en este país lo que se lleva ahora es la novela erótica y los libros escritos por famosos?
Es verdad que hay modas: ahora la novela erótica, antes la Guerra Civil española, etc., y que los famosos han entrado al trapo, al candelero literario como reclamo de masas; pero yo no puedo escribir otra cosa que no sea lo que me interesa, lo que me reta. Éste es el vacío que creo que merece la pena llenar, y no me da miedo. Si acaso, un poco de prevención cuando empiezo con una nueva historia, porque la distancia entre el mundo de las ideas literarias y el mundo de las cosas o del texto terminado puede llegar a ser muy grande y algo amenazadora.
Cuando estaba escribiendo “Horror vacui”, una persona a la que admiro mucho y que me ha dado muy buenos consejos literarios me dijo que me iba a costar colocarla, y estuvo en lo cierto --aunque al final el resultado ha sido fantástico. Sin embargo, yo no pensaba en esta complicación mientras escribía, en parte porque bastantes dificultades tenía ya con la trama, la estructura y el pobre Isaac, pero, sobre todo, porque creo que no debo preocuparme de cosas ajenas al texto en sí mismo durante la creación. De hecho, trato de no hacerlo, conscientemente.
Me parece que, como escritores, nuestro valor, lo que nos convierte en auténticos, está en ser fieles a nosotros mismos y a nuestra Idea, con mayúsculas, de la literatura. Tenemos una especie de “deber moral” de hacer todo lo posible con nuestro esfuerzo y talento para alcanzar ese Ideal con cada texto, aunque sea sólo rozándolo con los dedos.
  
©Paula Lapido. 

¿Te sientes identificada con el protagonista de esta novela? ¿Cómo ha sido meterse en su piel?
Isaac y yo no nos parecemos en nada pero, después de “convivir” durante tres años, no descarto que se me haya pegado algo suyo. De momento, eso sí, no he pintado ningún pez de trescientas cuarenta y cinco escamas.
Cuando empecé a tener claro cómo quería que fuese la novela, se hizo muy importante para mí que el lenguaje interno de Isaac, su trastorno obsesivo-compulsivo, su “horror vacui”, estuvieran en el texto, permeasen la narración todo el tiempo. Eso requería, aparte de la consistencia de la historia, volverse bastante obsesiva: tener siempre en la cabeza los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas que Isaac dibuja para calmar su miedo al vacío, pensar a todas horas en contar los pasos, los escalones, las rayas de las baldosas por la calle… Vivir en la cabeza de Isaac para que, cuando llegase el momento de sentarse ante el teclado, su flujo de pensamiento me saliese por los dedos con naturalidad, que no resultase impostado o forzado. Fue un trabajo de inmersión, poco a poco, en un mundo obsesivo y bastante desquiciante. Al principio era difícil sostener la tensión y tenía que recordármelo constantemente, hasta que la dinámica de Isaac, su forma de pensar, se me hicieron naturales.
Desintoxicarme de Isaac fue como ascender al mundo desde los infiernos de la compulsión pero le guardo un gran cariño al personaje y creo que me he acercado mucho a lo que pretendía con la historia.

¿Y con la chica? ¿Crees que te pareces a ella?
Reconozco que a mí también me gusta el color rojo, como a Antonia, pero con los tacones no puedo. Por lo demás, intento no ponerme como modelo para ninguno de mis personajes, ni tampoco utilizar a nadie cercano. Dejo que el cerebro haga su trabajo misterioso y que mis experiencias sublimadas salgan por derroteros lo más lejanos posible. Quizás una persona que me conozca mucho podría intuirme en mis textos, pero no son transparentes, ni siquiera para mi gente más cercana. No encuentro ningún valor literario per se en la transparencia, en lo que conozco.

¿Por qué peces de trescientas cuarenta y cinco escamas?
La razón de los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas es que Isaac necesitaba un motivo, uno concreto, más que dibujar formas diversas sin ton ni son. Los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas surgieron de pronto en un borrador de los primeros capítulos y, cuando me quise dar cuenta, se habían convertido en ese motivo que estaba buscando. Encierran mucho de lo que significa la compulsión de Isaac: los peces son formas pequeñas, con un número fijo de escamas que se puede contar. Se pueden dibujar unos peces dentro de otros, anidar las formas, pueden llenar cualquier intersticio de otras formas. El pez como animal recuerda a algo frío y húmedo como la ciudad en la que se desarrolla la historia, también resbaladizo como los recuerdos que se le escapan a Isaac… Tuvieron sentido desde que aparecieron por primera vez, y no les di más vueltas; los integré en la historia.

Mientras leía Horror Vacui, me imaginaba las imágenes proyectadas en una pantalla de cine. ¿Te gustaría que tu historia llegara a la gran pantalla?
Cuando escribo, veo las imágenes, los gestos de los personajes y los escenarios en que se mueven. Es también la forma en que ideo las historias: lo primero que me viene a la cabeza suele ser una imagen, un personaje haciendo algo en un lugar concreto. Todo lo demás aparece después: la historia, el conflicto, etc. Me gusta que el lector visualice la narración como yo la he visto antes, y todos los detalles que incluyo están dirigidos hacia esa visión que quiero compartir con él. En el caso de “Horror vacui”, además, utilicé una fuente de inspiración cinematográfica: la película “El tercer hombre” dirigida por Carol Reed en 1949.
Desde luego, sería sensacional ver “Horror vacui” en la pantalla, aunque es probable que el resultado fuese bastante distinto a mi visión personal. A ver si alguien se atreve.

Por último, ¿qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Siempre tengo muchas más ideas que tiempo para desarrollarlas, pero ahora mismo llevo dos proyectos bastante encarrilados. Por un lado, un primer borrador por corregir y trabajar en profundidad de una novela completamente distinta a “Horror vacui”, más intimista pero con su toque de rareza, como a mí me gusta. Y, por otro lado, en los últimos meses estoy dedicada en cuerpo y alma a una nueva historia en la que quiero explotar la idea del mal y la ambigüedad entre el terror fantástico y el real. Apenas tengo todavía un par de escenas, pero avanzo con mucho entusiasmo. Sucede en el norte de Laponia durante la Segunda Guerra Mundial; me he pasado una buena temporada documentándome sobre cosas como los campos de prisioneros nazis en la zona, la ganadería de renos, la etimología de los nombres de las granjas… Está siendo tan emocionante como un viaje exótico.

¡Pues date prisa, Paula, que quiero tener esas dos novelas, una en cada mano, cuánto antes mejor! En serio: suena muy interesante esto que nos cuentas. Espero que pronto todos los que disfrutamos con tus escritos podamos leerlas, ¡y que vayan llegando nuevos lectores!
Muchas gracias por tu tiempo, tus palabras y tus fotos. Ahora, ¡a seguir así!

                                                                                                                         

Reseña: HORROR VACUI, de Paula Lapido.

Título: Horror Vacui
Autora: Paula Lapido
Edita: Salto de Página
Páginas: 304
Precio: 17,90 €

Una vez me atropelló un coche. Ocurrió un día de enero, cuando cruzaba un paso de peatones con mi perro. El conductor no paró y yo acabé volando por los aires, según me han contado. Cuando desperté en el centro de salud, no entendía absolutamente nada. Me sentía confusa, asustada, perdida. Una pequeña parte de mi memoria se había quedado en la carretera. A veces me digo: si mi breve pérdida de memoria fue tan angustiosa para mí, ¿cómo de terrible sería perder los recuerdos de toda una vida? Este es el punto de partida de Horror Vacui, la novela de Paula Lapido de la que hoy os vengo a hablar.
Isaac es un tatuador obsesionado con llenar los espacios de su mundo dibujando muchas cosas, sobre todo peces de trescientas cuarenta y cinco escamas. Nada de lo que dibuje, sin embargo, le hará llenar los espacios vacíos de su mente. Y es que Isaac solo recuerda lo que ha pasado en los últimos diez años. Lo demás es una niebla oscura, una maraña de sueños que no logra entender.
Una noche, Isaac encuentra un cadáver en la calle. Todo indica que se trata de un conocido millonario. Sin embargo, poco después una misteriosa mujer contrata a Isaac para trabajar para el mismo hombre. Este nuevo enigma se une a todos los que Isaac lleva tiempo descifrar. La cuestión es: ¿llegará el tatuador a descubrir alguna respuesta?
Es difícil entrar en la mente y en los sentimientos de alguien que padece un trastorno. Hace falta mucha empatía, muchas ganas por comprender la problemática del otro. Hay pegarse a él como si fueras su sombra. Paula Lapido entendió que no había otra manera para hacer llegar al lector a su Isaac, ese hombre con apenas diez años de memoria, el artista con un fuerte trastorno obsesivo-compulsivo; por eso creó un narrador a su medida. Una voz potente a la vez que paciente, meticulosa; aunque tal vez no tan paternal como en otras novelas de temática similar. Un ser que no solo logra el objetivo anterior, sino también el de hacer de esta novela una obra muy cinematográfica: difícil no leerla sin imaginar que estás viendo una película al mismo tiempo.
El narrador, en efecto, hace mucho; pero no lo es todo. Al fin y al cabo, sin unos personajes bien construidos y lo suficientemente singulares, una obra no sería nada. Así, sin Isaac, ese hombre perdido en su memoria y en un mundo gris que no logra entender; ese ser frágil que encuentra la fortaleza para enfrentarse a la gran aventura de su vida dibujando peces de trescientas cuarenta y cinco escamas; esa alma que se enamora sin importar nada ni nadie, esta novela, no sería nada. Tampoco podría entenderse sin sus secundarios: Antonia Aachen, la misteriosa mujer de rojo que hace que Isaac quiera encontrar respuestas; Maurice Cornelius, el millonario que se rodea del color blanco; Emil Bergmann, el empleado codicioso; Otto Lubitsh, el creador de fascinantes a la par que inquietantes autómatas; Nancy, la divertida chica de las pelucas; Jacob, y su obsesión por llevar siempre una cosa en cada mano; el Dr. Samuel Stern, el hombre que tiene las claves para entender el misterio que se cierne sobre el pobre Isaac…
Una obra, como decía antes, no sería nada sin unos buenos personajes. Tampoco sin una buena historia. Una historia lo suficientemente atractiva como para mantenernos pegados a las páginas durante horas y horas. Pues bien, Horror vacui la tiene. Y digo más: la suya es inquietante de principio a fin, repleta de huecos en blanco que tendremos que ir llenando junto a Isaac hasta el final. Un final, por cierto, que no puede dejar indiferentes, uno de los mejores que he leído en los últimos tiempos.
Horror vacui, en resumen, es una obra original, fresca y trepidante que te hará meterte en la mente de una persona obsesionada por llenar el vacío que se cierne a su alrededor. Acompaña a Isaac por las grises calles de la ciudad sin nombre, enamórate de la deslumbrante Antonia, adéntrate en la gran mansión del millonario Maurice Cornelius y descubre al final que tal vez todos tengamos más miedo a quedarnos en blanco de lo que pensamos. ¿Te atreves a comprobarlo? Hazlo antes de que te lo cuenten.
Cristina Monteoliva

jueves, 6 de noviembre de 2014

Reseña: UN RELOJ POR CORAZÓN, de Peter Swanson

Título: Un reloj por corazón
Autor: Peter Swanson
Traducción: Santiago del Rey
Edita: Destino
Págs: 344
Precio: 19 € / 9,99 € epub

Muchas personas tienen un recuerdo bastante idealizado del primer amor. Imagina, si no lo eres, que este es tu caso. Imagina también que de forma milagrosa ese primer novio o novia vuelve a aparecerse ante ti de forma casi milagrosa. Ahora imagina que te pide ayuda para resolver ciertos asuntillos turbios. ¿Aceptarías? Sí, seguro que sí. Pero, cuidado, no vaya a ser que os pase como a George, el protagonista de Un reloj por corazón, la novela de Peter Swanson de la que hoy os vengo a hablar.
George Foss tiene un trabajo fijo en una revista literaria; una novia, Irene, en régimen de relación abierta; una gata llamada Nora y poco más. La aburrida pero estable vida de este hombre de mediana edad sufre un giro de ciento ochenta grados el día de agosto en el que se encuentra, en uno de sus bares favoritos, con Liana Decter, su amor de juventud. A pesar de conocer bien las virtudes y los defectos de Liana, George acaba aceptando hacerle un favor a su antiguo amor para que esta salga de un difícil embrollo. Las cosas acaban complicándose irremediablemente, hasta el punto de convertir la existencia de George en una película de acción, misterio, asesinatos y aventuras. ¿Conseguirá nuestro hombre sobrevivir a tan tórrido verano?
Imagino (seguimos imaginando) que habrá quedado claro, después de leer el párrafo anterior, que Un reloj por corazón es una novela negra en la que el clásico hombre bueno hace todo lo que la clásica mujer fatal se le antoje, con el fin de que el clásico hombre bueno (y tonto, por añadidura) acabe uniendo su vida para siempre a la de la clásica (y mala, malísima), mujer fatal. De igual manera, creo que ya sabréis que las cosas no salen para nada como el hombre espera. Lo que no os contará una sinopsis carente de “spoilers” (como la mía, claro), sin embargo, es que hasta llegar al final abierto dibujado por Peter Swanson pasarán muchas cosas en la vida de George, tan inesperadas tanto para él como para los amantes de las buenas novelas de robos, asesinatos y traiciones.
Pero vayamos por partes, pues de partes va la cosa. Un reloj por corazón es una novela con dos facciones claras: una que transcurre en el presente y otra en el pasado. En la del presente vemos a George volviéndose a enamorar de su primera chica, aun cuando sabe ella se la va a volver a pegar. En la del pasado (he de admitir que es mi favorita), nos encontramos con George y Liana en la universidad, casi como una pareja normal. Un terrible suceso tiene lugar a los pocos meses de comenzar su relación, uno que lleva a George a verse envuelto en el primer gran lío por culpa de Liana. Un lío tan gordo que nos lleva a pensar que George puede llegar a ser más bueno (tonto) de lo que pensamos.
Pero no, las cosas no son tan sencillas como os las expongo en esta reseña, ni aquí ni en el mundo de George. Primero tenemos que entender que George nunca ha superado aquel amor de juventud. A pesar de todo lo ocurrido en el pasado, una parte de George quiere pensar que Liana en el fondo es una buena persona. ¿Qué le lleva a pensar que él podrá hacer que esa buena persona salga a la luz? Eso tendrás que averiguarlo leyendo el libro.
Otro tema interesante que Peter Swanson pone sobre la mesa es el de los cambios radicales de vida frente a las vidas que no cambian en apariencia, y cómo el pasado puede acabar alcanzándonos a todos. Ya sé que dicho así no sonará ni siquiera interesante, pero si doy más datos, os arruino la historia, cosa que no me apetece en absoluto.
Un reloj por corazón, en definitiva, es una novela negra con ciertos ingredientes clásicos, giros inesperados y final incierto que, como buena obra del género, nos hace, además, recapacitar sobre varios temas interesantes. ¿Alguien da más?
Cristina Monteoliva