Mary Chubb comenzó a trabajar como adjunta
a secretaría en la Egypt Exploration Society para poder pagar sus estudios de
escultura en la Central School of Art de Londres. No le interesaba ni sabía
nada de Egiptología pero, un día por casualidad, buscando un dibujo en el
sótano, encontró un azulejo esmaltado procedente de la excavación de Tell
el-Amarna. “Aquel objeto disparó un resorte oculto”, nos cuenta la autora, provocando
en ella el deseo de saber todo lo referente a él, a su lugar de procedencia, al
artesano que lo había fabricado… En ese momento, sin saberlo, daba comienzo su
historia de amor con el lugar del que procedía aquella pequeña pieza
arqueológica, una historia que la llevaría a lo largo de su vida a participar
en diferentes excavaciones primero en Egipto y después en Irak (antigua
Mesopotamia) y Grecia. Era el primer paso para convertirse en “la arqueóloga
accidental”, tal y como se la conoce.
Desbordada
por la caótica documentación que les llegaba desde la excavación en Tell
el-Amarna, y que tanto costaba descifrar la mayoría de las veces, se le ocurrió
proponer el cargo de secretaria del director de campo. De esa manera se
facilitaría el trabajo en el lugar de origen y, por lo tanto, también en la sede
de la organización en Londres. Era una idea excelente pero, puesto que no había
recursos para pagar a alguien que se hiciera cargo de dicho cometido, fue al
propia Mary quien asumió el cargo.
De
su mano nos embarcamos en un viaje al Egipto de los años treinta, conocemos la
vida en el campamento de la expedición arqueológica y rememoramos fragmentos de
historia antigua. Tell el-Amarna, antigua Aketatón, atesora los secretos de uno
de los periodos más interesantes de la historia del Antiguo Egipto: el reinado
del rey Akenatón. El faraón hereje fue artífice de la herejía monoteísta y de
muchas otras transformaciones radicales de la sociedad egipcia.
Este
libro es una excepcional crónica del trabajo de campo y de la vida en un
campamento arqueológico británico de los años treinta. Chubb tiene un estilo
ágil aderezado con deliciosas pinceladas de humor que hacen muy amena la
lectura. Tampoco escatima en descripciones ni en rigurosidad histórica. Con
cada objeto desenterrado, con cada hallazgo, sabemos algo más sobre el faraón y
su familia, sobre los tiempos que vivieron y un reinado que constituyó una
verdadera revolución. Descubrimiento a descubrimiento, la autora va evocando
los hechos ocurridos mucho tiempo atrás en ese lugar, envolviéndolos siempre
con cierto halo de romanticismo. En algunos momentos, y salvando las
diferencias, su obra nos recuerda al maravilloso La tumba de Tutankhamón de Howard Carter.
El
libro sirve también para poner en valor a su autora, para rescatar del olvido,
una vez más, a una mujer que desempeñó un papel importante en la historia, en
este caso de la arqueología. Su trabajo administrativo fue un aporte muy importante
que hizo evolucionar el mundo de la publicación arqueológica. Sin contar con
sus diferentes aportaciones al trabajo de campo de la expedición de la que hace
esta maravillosa crónica y a la vida cotidiana del campamento. Cuando un
atropello le provocó la amputación de una pierna y se vio imposibilitada para
seguir participando en expediciones arqueológicas, se dedicó a escribir sobre
sus experiencias en este campo. El primero de esos libros fue, en 1954, Aquí
vivió Nefertiti, que deja al lector con ganas de seguir conociendo su obra.
María Dolores García Pastor