Título: Bajo la verde fronda
Autor: Thomas Hardy
Traducción: Catalina Martínez
Muñoz
Publica: Alba Editorial
Páginas: 256
Precio: 18 €
Todos sabemos que los cambios pueden ser
duros, más aún en este mundo actual en el que La Tierra parece querer girar
cada vez más deprisa alrededor del Sol y lo que es moda hoy, mañana se
convierte en algo obsoleto. Este problema, el del cambio al que es difícil adaptarse,
se ha dado en numerosas ocasiones a lo largo de la vida del ser humano en el
planeta. Pensemos, por ejemplo, en unos músicos ingleses en el siglo XIX que
vieran cómo su modo de vida, en el templo religioso de su comunidad, se acabara
por culpa de un órgano y la mujer que tendría que tocarlo para deleite del
pastor. Este sería el punto de partida de Bajo
la verde fronda, la segunda de las novelas de Thomas Hardy y la obra que
comentaremos a continuación.
Tras años de felices
temporadas tocando en la iglesia, el coro parroquial de Mellstock, capitaneado
por el buhonero Reuben Dewy, ve cómo sus días empiezan a llegar a su fin por
culpa del órgano que Maybold, el párroco, ha comprado. La maestra, Fancy Day,
será la que toque el órgano, para deleite del párroco, que está enamorado de
ella. Pero Fancy no solo tiene un pretendiente: también Dick Dewy, el hijo del
buhonero, y el coadjuntor de la iglesia, Shiner, van tras ella. ¿Por quién se
acabará decidiendo la joven? ¿Le hará caso al corazón o decidirá casarse con
aquel que le pueda dar una vida más cómoda? Y con el coro, ¿qué pasará al final
de esta historia?
Cuenta Thomas Hardy en
el prefacio de la obra que esta es la historia del coro de Mellstock y su larga
historia de músicos de iglesia. Estos coros, como sabremos tanto por esta
introducción como por la historia que esta novela narra, acabarían
desapareciendo por culpa de los órganos de iglesia, instrumentos que los pastores
consideraban en aquella época, a principios del siglo XIX, más apropiados para
el servicio religioso. El autor también resalta su ánimo de reflejar en esta
novela los usos y costumbres de aquel tiempo y lugar (el territorio de Wessex, donde
el autor situaría gran parte de sus historias), presentando al lector una
estampa creíble de estos alegres coros musicales.
La novela comienza como
una entrañable y divertida historia costumbrista en la que se nos presentan a
los miembros del coro, capitaneados por Reuben Dewy, un humilde buhonero padre
de una numerosa familia. El problema de la sustitución del coro por el órgano
de la iglesia será el tema principal hasta que comience a tomar forma el
romance entre el joven Dick Dewy y la maestra Fancy Day.
Dick, el hijo del
buhonero, y Fancy, la maestra hija de un guarda forestal y una excéntrica mujer
que sin duda deleitará al lector con sus infinitas manías, son dos jóvenes en
posiciones desiguales, lo que parece un impedimento para su matrimonio. Pronto
descubriremos que, aunque Dick tiene muy claro lo que siente por Fancy, ella no
sabe muy bien por cuál de sus pretendientes decidirse. ¿Acabarán casándose al
final? Tendrás que leer esta novela para averiguarlo.
Thomas Hardy prometió,
como dije antes, ofrecer un retrato veraz de una época y de unas gentes
concretas de la misma en el prefacio del libro. Esto lo consigue gracias a un
alegre narrador que se entremezcla con los músicos en sus fiestas, acompaña a
los amantes en sus salidas o espía las cartas escritas por algunos personajes.
Al final, el retrato no es solo veraz, sino también divertido y entrañable.
Bajo
la verde fronda, en definitiva, es una inolvidable
novela que nos habla de un problema real, el de la desaparición de los alegres
juglares por culpa de los solemnes órganos, a la vez que nos invita a descubrir
cómo era la Inglaterra rural para la gente más humilde en el siglo XIX. La
guinda de este pastel literario lo pone la aventura amorosa entre los dispares
Dick y Fancy. Una historia llena de interesantes aristas, como todas las de
Hardy. Dicho todo esto, ¿a qué esperáis a adentraros en la verde fronda para
conocer a todos los componentes del coro y saber si Fancy elegirá finalmente a
Dick?
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.