Título: La canción de los
vivos y los muertos
Autora: Jesmyn Ward
Traducción: Francisco González
López
Publica: Sexto Piso Editorial
Páginas: 260
Precio: 19,90 €
¿Crees que existen personas con poderes
especiales? Personas cuyos sentidos van más allá de lo que van los del resto de
personas. Personas capaces de ver a través de nuestra realidad. Pero, ¿para qué
les servirían esos poderes? ¿Les ayudarán siempre, en cualquier situación? Tal vez
en algunas ocasiones, pero no en todas, pienso tras leer La canción de los vivos y los muertos, la novela de Jesmyn Ward
ganadora del National Book Award 2017 (premio
estadounidense) de la que a continuación hablaremos.
Jojo es un niño de
trece años que vive junto a sus abuelos y su hermana, Kayla, en una granja en
el Golfo de Misisipi, cerca de la costa. Su madre, Leonie, apenas se ocupa de
su educación y su padre, Michael, un hombre blanco que se enfrentó a su familia
por el amor de su chica, está en la cárcel. Un buen día, Leonie le dice a Jojo
que coja a su hermana, que los tres y Misty, una amiga con la que trabaja en el
bar y con la que suele colocarse, van a ir a recoger a Michael a la cárcel de
Parchman Farm. La prisión no solo le suena familiar al chico por ser el lugar
en el que su padre ha estado confinado los últimos tiempos, sino también por
las historias que su abuelo le cuenta de cuando era joven y él y su hermano
fueron encarcelados de forma injusta. Una vez en Parchman, Jojo se encontrará
con el fantasma de Richie, un chico que conoció a su abuelo. Richie le
perseguirá de vuelta a casa con oscuras intenciones. ¿Podrá Jojo detenerle?
Jojo, uno de los
narradores y protagonistas de esta historia, es un niño que se ha criado bajo
el amparo de un abuelo fuerte a pesar de las terribles secuelas psicológicas
que le dejó el paso por la cárcel en su juventud, y una abuela que cree en el
poder curativo de la plantas y la presencia de espíritus pero que no ha podido
vencer al cáncer, a punto de llevársela al otro mundo. La desidia de Leonie y
Michael, sus padres, a la hora de cuidar tanto de Jojo como de su hermana Kayla
han hecho del chico alguien bastante maduro para su edad. Jojo, además, es el
que se encarga de cuidar a Kayla, una niña de tres años revoltosa y cariñosa.
Toda historia tiene más
de una versión, y además de la narración de Jojo nos encontramos con la de Leonie,
una madre que en realidad nunca quiso serlo. Leonie solo quiere a Michael y a
las drogas, aunque a veces intente convencerse a sí misma de lo contrario.
Cuando está colocada, ve a Given, su hermano muerto por el disparo intencionado
de un chico blanco, primo de Michael, durante una jornada de caza. ¿Podrá el
fantasma de su hermano convencerla de que deje de tomar malas decisiones, como
la de llevar a los niños de viaje a la cárcel?
Nuestro último narrador
es Richie, un chico que murió demasiado joven y de forma muy violenta y que es,
además, el protagonista de las historias de la cárcel que su abuelo le cuenta a
Jojo. Como buen espíritu atormentado que busca algo, Richie perseguirá a Jojo
durante buena parte de la historia. ¿Será posible que alguna vez alcance la paz
que anhela?
La
canción de los vivos y los muertos, esta novela que
mantienen la tensión en el lector durante buena parte de la trama gracias,
sobre todo, a la manera tan poética como hipnótica que tienen sus distintos narradores
de contar lo que pasa en todo momento, es una historia de espíritus
atormentados, de racismo en el pasado y en el presente del sur de los Estados
Unidos y de padres que nunca estarán preparados para serlo. Una novela sobrenatural
que nos habla del pasado en los campos de algodón, en las terribles cárceles
para negros del sur, del abismo intergeneracional, de las personas que se
pierden en vida y de las que no encuentran su camino tampoco en la muerte. Una obra inquietante,
reveladora y original que estoy segura que a muchos os hará comprender, tras su
lectura, por qué la han elegido como el mejor libro del año pasado en Estados
Unidos. Entonces, ¿a qué esperáis para haceros con él?
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.