Queridos
amigos de La
Orilla de las Letras,
la
primera entrevista de este mes de junio de 2025 nos la ha concedido el autor Francisco Ceren Gómez. Ahí vamos con
ella:
¿Cuándo
descubriste que la escritura era algo más que un pasatiempo?
Creo que siempre he sentido una
conexión, una atracción, por contar historias. Me recuerdo de niño en la escuela
contando mis sueños, inventando un cuento para una clase de literatura. Fue en la
adolescencia cuando ese pasó a un deseo de escribir. Ese deseo fue mezcla de
dos factores. El primero ya estaba: contar historias, narrar. El segundo, es el
más oscuro y misterioso, el que me atrae más profundamente: descubrir en lo que
uno escribe lo que uno es, lo que la vida es, descubrir al escribir lo que uno
no sabía.
¿Qué
lecturas crees que te han influenciado como escritor?
Uff, ¿cómo se contesta a esta
pregunta cuando te has pasado parte de la vida leyendo?
Yo
al inicio de la adolescencia casi que sólo leía ciencia ficción, pero un profe
me introdujo en otra literatura. Recuerdo que ahí empecé con el Boom
latinoamericano y ya no pude parar. Eran puzzles muy superiores a lo que estaba
acostumbrado. No sé, Faulkner, Onetti y Benet me hicieron comprender lo que el
lenguaje podía suponer. Proust llegó después. Kundera fue tal vez con quien inicié
un recorrido de escritores que mezclan el ensayo, la filosofía, lo personal,
todo a través de una historia.
Veo que me cuesta mucho contestar a esta pregunta, como si tuviera un cajón lleno de nombres, pero desordenados. Y no me extraña, mis lecturas han sido arbitrarias, libres, caóticas. Lo más ordenado fue leer el siglo de oro o el Boom. Auster, Sigrid Nunez, Vila-Matas, Gopequi y el relato político, Cercas (el interés por el relato real). No soy capaz de concretar, no sé acabar, jejeje.
©
Francisco Ceren Gómez.
¿Qué
estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?
Sigo
haciendo lecturas caóticas pero cada vez releo más. Por lo visto es propio de
la edad. Cuesta además que la narración te seduzca, con los años, y crecen los
ensayos y otro tipo de obras.
Actualmente releo a Vonnegut, por su
frescura, su humor. Me gusta mucho Cuna de Gato. Estoy también con El
arte de ser feliz explicado en cincuenta reglas para la vida, de
Shopenauer. Nada que ver con la autoayuda barata. Llevo meses leyendo y tomando
notas de Esa cosa tierna que es la vida, de André Comte-Sponville. Son
entrevistas en las que repasa toda su obra, muchos autores, y temas sobre los
que la filosofía puede ayudarnos. Es una filosofía real, práctica. Recomendaría
esta lectura, tiene cierta exigencia, pero es asequible.
También leo para evadirme, acabo de terminar El ladrón de miedos, de Luis David Pérez, policíaco
bien trabado.
¿Cómo
compaginas tu trabajo como psicoterapeuta con la escritura?
Bien. Para mí, lo digo con toda
humildad, la psicoterapia es algo serio, una actividad modesta pero útil.
Siento que es necesaria y buena, aunque a veces sea un parche para algo que
habría que arreglar desde arriba. La escritura es más o un entretenimiento –
últimamente – o una indagación profunda. Esta última forma se acerca
peligrosamente a la terapia. Hablo mucho a mis pacientes de la escritura como
acto terapéutico, pero es cierto que tiene ciertas reglas que en la escritura
puramente creativa no operan.
¿Eres
escritor mapa o brújula?
Tras varias idas y venida, he
encontrado una forma de escribir que es totalmente de escritor de brújula. Así
he escrito mi última novela La cabaña. Hay algo que te posee y sacude cuando
te pones a escribir sin saber adónde vas. Sin embargo, muchas veces en mi vida,
he creado mapas y en ese proceso concebí arquitecturas y tramas que me parecen
otra forma de abordar esto de escribir. Mi problema es que me quedo en el mapa,
se me desborda, y nunca emprendo el viaje, o si lo emprendo me quedo al poco
varado, incapaz de pasar el desfiladero de las Termópilas.
¿Cómo
ves el panorama literario actual?
No creo conocerlo bien. Se escribe
mucho, muchísimo. Hay una nueva literatura de gente que viene del famoseo
digital, y se le acusa de muy poca calidad. Lo ignoro. Pero se escriben cosas
buenas, doy fe. Leí hace poco Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà.
Un ejemplo de buena literatura. Creo que se lee más que nunca, otra cosa es lo
que se lea.
¿Escribirías
una novela de moda para hacerte famoso?
Todo escritor de las primeras
cosas que quiere es ser leído. Pero a la vez, y esta es la paradoja, un
escritor quiere, o ¿debería? querer ser leído por el escritor que es.
Escribiría
una novela de moda para hacerme famoso si escribirla me hiciera famoso. Pero probar
con modas o corrientes por el éxito, es perderse, con pocas posibilidades
además de fama. Un absurdo.
¿Qué
ha supuesto para ti la publicación de La
cabaña?
Escribirla y terminarla, un gozo,
una diversión, el éxtasis. Publicarla me hizo mucha ilusión. Ahora estoy
probando esto de tener una novela y que no te conozca nadie, más allá de los
tuyos. Tiene su gracia, si se enfoca bien, puede ser deprimente, si uno no se
atiene a la realidad.
Personalmente
para mí ha supuesto volver a escribir tras un parón de años, queriendo volver a
contar historias que atrapen y a la vez, creen una pregunta en nuestras
cabezas.
¿Qué
nos puedes contar de esta novela?
Es una novela curiosa, novela
fantástica, algo de ciencia ficción, paranormal, y a la vez una novela
realista, ambiente rural. Personajes dañados, traumados, que se cruzan en ese
vórtice inefable que es La cabaña. Es una novela muy visual, casi como ver una
película, me dicen. He buscado verosimilitud, con varios recursos. Y a la vez,
he querido enfrentar a sus protagonistas al destino, el significado de la vida
y el valor del otro y la ayuda, la compasión.
©
Francisco Ceren Gómez.
¿Qué
tiene de ti La cabaña?
Los personajes dañados son de mi
parte terapeuta. Me atraen, gustan, subyugan las personas lastimadas por la
vida que buscan sanar su existencia. La ciencia ficción tiene de mí que quise
ser astrofísico, la física cuántica que empecé a estudiar en Sevilla. La
ciencia es una explicación de la realidad. Esa explicación dice, a lo largo del
siglo XX, que no sabemos que es la realidad, la materia. Es ahí donde escritor e
interesado en la ciencia se encuentran. Esto en buena medida, en clave
personal, es La Cabaña.
¿Qué
esperas que los lectores aprendan de La
cabaña?
Principalmente espero que se entretengan,
lo más que se apasionen por la historia. Si además se cuestionan sobre el
destino, la vida que quieren vivir, la vida que querrían venir, fantástico. Como
Terapeuta marco un apunte: cuando tendemos la mano al otro el mundo es mejor.
Eso pasa en La cabaña.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Estoy metido en una nueva novela,
ahora quiero combinar la voz narrativa con una voz más personal, más reflexiva
y poética a la vez. A ver qué sale. Por otro lado, estoy con un proyecto que es
ficción y no lo es, un libro sobre casos de terapia (reales y ficticios) donde
exploro la diversidad humana, la búsqueda de sentido, la superación. Es un libro
con textos divulgativos o reflexivos sobre la psicoterapia. Por último, tercera
pata del libro, contiene extractos reales de mi diario personal terapéutico.
¿Te
gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
¿Con todo lo que me he extendido?
No, mejor me planto. Solo añadir unas gracias expresas por esta entrevista y
ofrecer generosamente este espacio. Eso es parte también de lo que hace mejor
el mundo.
Muchas
gracias, Francisco, por tu tiempo,
tus respuestas y tus fotos personales. Te deseamos una carrera literaria larga
y próspera.
Y
a vosotros, amigos lectores, gracias
por estar un día más al otro lado de la pantalla. Ahora, ¡a leer!
Cristina Monteoliva