martes, 3 de junio de 2025

Entrevista: FRANCISCO CEREN GÓMEZ

 

Queridos amigos de La Orilla de las Letras,

la primera entrevista de este mes de junio de 2025 nos la ha concedido el autor Francisco Ceren Gómez. Ahí vamos con ella:

¿Cuándo descubriste que la escritura era algo más que un pasatiempo?

Creo que siempre he sentido una conexión, una atracción, por contar historias. Me recuerdo de niño en la escuela contando mis sueños, inventando un cuento para una clase de literatura. Fue en la adolescencia cuando ese pasó a un deseo de escribir. Ese deseo fue mezcla de dos factores. El primero ya estaba: contar historias, narrar. El segundo, es el más oscuro y misterioso, el que me atrae más profundamente: descubrir en lo que uno escribe lo que uno es, lo que la vida es, descubrir al escribir lo que uno no sabía.

¿Qué lecturas crees que te han influenciado como escritor?

Uff, ¿cómo se contesta a esta pregunta cuando te has pasado parte de la vida leyendo?

         Yo al inicio de la adolescencia casi que sólo leía ciencia ficción, pero un profe me introdujo en otra literatura. Recuerdo que ahí empecé con el Boom latinoamericano y ya no pude parar. Eran puzzles muy superiores a lo que estaba acostumbrado. No sé, Faulkner, Onetti y Benet me hicieron comprender lo que el lenguaje podía suponer. Proust llegó después. Kundera fue tal vez con quien inicié un recorrido de escritores que mezclan el ensayo, la filosofía, lo personal, todo a través de una historia.

     Veo que me cuesta mucho contestar a esta pregunta, como si tuviera un cajón lleno de nombres, pero desordenados. Y no me extraña, mis lecturas han sido arbitrarias, libres, caóticas. Lo más ordenado fue leer el siglo de oro o el Boom. Auster, Sigrid Nunez, Vila-Matas, Gopequi y el relato político, Cercas (el interés por el relato real). No soy capaz de concretar, no sé acabar, jejeje.

© Francisco Ceren Gómez.

¿Qué estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?  

Sigo haciendo lecturas caóticas pero cada vez releo más. Por lo visto es propio de la edad. Cuesta además que la narración te seduzca, con los años, y crecen los ensayos y otro tipo de obras.

         Actualmente releo a Vonnegut, por su frescura, su humor. Me gusta mucho Cuna de Gato. Estoy también con El arte de ser feliz explicado en cincuenta reglas para la vida, de Shopenauer. Nada que ver con la autoayuda barata. Llevo meses leyendo y tomando notas de Esa cosa tierna que es la vida, de André Comte-Sponville. Son entrevistas en las que repasa toda su obra, muchos autores, y temas sobre los que la filosofía puede ayudarnos. Es una filosofía real, práctica. Recomendaría esta lectura, tiene cierta exigencia, pero es asequible.

También leo para evadirme, acabo de terminar El ladrón de miedos, de Luis David Pérez, policíaco bien trabado.

¿Cómo compaginas tu trabajo como psicoterapeuta con la escritura?  

Bien. Para mí, lo digo con toda humildad, la psicoterapia es algo serio, una actividad modesta pero útil. Siento que es necesaria y buena, aunque a veces sea un parche para algo que habría que arreglar desde arriba. La escritura es más o un entretenimiento – últimamente – o una indagación profunda. Esta última forma se acerca peligrosamente a la terapia. Hablo mucho a mis pacientes de la escritura como acto terapéutico, pero es cierto que tiene ciertas reglas que en la escritura puramente creativa no operan.

¿Eres escritor mapa o brújula?

Tras varias idas y venida, he encontrado una forma de escribir que es totalmente de escritor de brújula. Así he escrito mi última novela La cabaña. Hay algo que te posee y sacude cuando te pones a escribir sin saber adónde vas. Sin embargo, muchas veces en mi vida, he creado mapas y en ese proceso concebí arquitecturas y tramas que me parecen otra forma de abordar esto de escribir. Mi problema es que me quedo en el mapa, se me desborda, y nunca emprendo el viaje, o si lo emprendo me quedo al poco varado, incapaz de pasar el desfiladero de las Termópilas.     

¿Cómo ves el panorama literario actual?   

No creo conocerlo bien. Se escribe mucho, muchísimo. Hay una nueva literatura de gente que viene del famoseo digital, y se le acusa de muy poca calidad. Lo ignoro. Pero se escriben cosas buenas, doy fe. Leí hace poco Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà. Un ejemplo de buena literatura. Creo que se lee más que nunca, otra cosa es lo que se lea.

¿Escribirías una novela de moda para hacerte famoso?   

Todo escritor de las primeras cosas que quiere es ser leído. Pero a la vez, y esta es la paradoja, un escritor quiere, o ¿debería? querer ser leído por el escritor que es.

         Escribiría una novela de moda para hacerme famoso si escribirla me hiciera famoso. Pero probar con modas o corrientes por el éxito, es perderse, con pocas posibilidades además de fama. Un absurdo.

¿Qué ha supuesto para ti la publicación de La cabaña?  

Escribirla y terminarla, un gozo, una diversión, el éxtasis. Publicarla me hizo mucha ilusión. Ahora estoy probando esto de tener una novela y que no te conozca nadie, más allá de los tuyos. Tiene su gracia, si se enfoca bien, puede ser deprimente, si uno no se atiene a la realidad.

         Personalmente para mí ha supuesto volver a escribir tras un parón de años, queriendo volver a contar historias que atrapen y a la vez, creen una pregunta en nuestras cabezas.

¿Qué nos puedes contar de esta novela?  

Es una novela curiosa, novela fantástica, algo de ciencia ficción, paranormal, y a la vez una novela realista, ambiente rural. Personajes dañados, traumados, que se cruzan en ese vórtice inefable que es La cabaña. Es una novela muy visual, casi como ver una película, me dicen. He buscado verosimilitud, con varios recursos. Y a la vez, he querido enfrentar a sus protagonistas al destino, el significado de la vida y el valor del otro y la ayuda, la compasión. 

© Francisco Ceren Gómez.

¿Qué tiene de ti La cabaña?

Los personajes dañados son de mi parte terapeuta. Me atraen, gustan, subyugan las personas lastimadas por la vida que buscan sanar su existencia. La ciencia ficción tiene de mí que quise ser astrofísico, la física cuántica que empecé a estudiar en Sevilla. La ciencia es una explicación de la realidad. Esa explicación dice, a lo largo del siglo XX, que no sabemos que es la realidad, la materia. Es ahí donde escritor e interesado en la ciencia se encuentran. Esto en buena medida, en clave personal, es La Cabaña.

¿Qué esperas que los lectores aprendan de La cabaña?

Principalmente espero que se entretengan, lo más que se apasionen por la historia. Si además se cuestionan sobre el destino, la vida que quieren vivir, la vida que querrían venir, fantástico. Como Terapeuta marco un apunte: cuando tendemos la mano al otro el mundo es mejor. Eso pasa en La cabaña.

¿Qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?

Estoy metido en una nueva novela, ahora quiero combinar la voz narrativa con una voz más personal, más reflexiva y poética a la vez. A ver qué sale. Por otro lado, estoy con un proyecto que es ficción y no lo es, un libro sobre casos de terapia (reales y ficticios) donde exploro la diversidad humana, la búsqueda de sentido, la superación. Es un libro con textos divulgativos o reflexivos sobre la psicoterapia. Por último, tercera pata del libro, contiene extractos reales de mi diario personal terapéutico.

¿Te gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?

¿Con todo lo que me he extendido? No, mejor me planto. Solo añadir unas gracias expresas por esta entrevista y ofrecer generosamente este espacio. Eso es parte también de lo que hace mejor el mundo.

Muchas gracias, Francisco, por tu tiempo, tus respuestas y tus fotos personales. Te deseamos una carrera literaria larga y próspera.

Y a vosotros, amigos lectores, gracias por estar un día más al otro lado de la pantalla. Ahora, ¡a leer!

Cristina Monteoliva