La muerte repentina de
una persona joven suele crear un gran impacto en toda la comunidad en la que
tiene lugar. Por supuesto, el dolor será mayor entre los familiares, pero
también personas cercanas, y otras que no tanto, se verán afectadas. Personas
que puede que sepan más de lo que los demás creen sobre lo que pasó, como vemos
en la sorprendente novela de Alina Grabowski que comentaremos hoy: Las mujeres y los niños primero.
No
todos los sitios costeros son populares en Estados Unidos. Así, Nashquitten, en
Massachusetts, es un enclave de lo más soso y decadente, un lugar del que
cualquiera persona con un mínimo de talento querría huir. La tranquilidad del
pueblo es rota cuando muere en una fiesta Lucy, una estudiante del instituto
local. La noticia afecta a los ciudadanos de forma muy diferente. Para algunos
será un hecho triste, sin más; pero para otros, un suceso impactante difícil de
superar. En esta novela, conoceremos el punto de vista de diez mujeres de la
localidad con distinta relación con la fallecida (ninguna, en varios casos),
antes, durante y después de la muerte de Lucy, una chica que dejará este mundo
de forma inexplicable en una fiesta: la misma que tantos secretos guardaba.
Existe
un sinfín de formas de mostrar una trama a los lectores. La elegida por Alina Grabowski en su original y hasta cierto
punto controvertida Las mujeres y los niños primero es la de presentarnos a diez
mujeres que abordan el tema de la muerte de la joven Lucy desde distintos
puntos de vista. La mayoría de estas mujeres (profesoras del instituto,
compañeras, amigas y hasta la propia madre de Lucy) se sienten muy afectadas
por el trágico suceso, mientras que otras lo percibirán con cierta distancia.
Cada
capítulo se nos presenta como la confesión de una mujer diferente: Jane, la
estudiante forzada a trabajar en un restaurante, por la enfermedad de su madre,
que tiene una relación con un profesor; Natalie, la veinteañera que vuelve a casa
por la operación de su madre y que se reencuentra con una amiga y vecina;
Layla, la asesora estudiantil a punto de ser despedida por destapar el
escándalo del profesor que abusa de sus alumnas; Mona, la amiga de Natalie y
compañera de casa de Layla que siente que es una escritora fracasada; Marina,
la amiga de Lucy que intentó salvarla en la fiesta; Olivia, la hija de la directora
del instituto y mejor amiga de Marina, a la que obligaría a dejar a Lucy a su
suerte en la fiesta; Rae, la niñera de Lucy; Maureen, la presidenta de la asociación
de padres cuya hija acosaba a Lucy; Sophia, la mejor amiga de Lucy que acompaña
a Jane a Nueva York para que esta se encuentre con su profesor; y Brynn, la
madre de Lucy, una mujer que intenta pasar página (si es que acaso eso es
posible).
Todos
guardamos secretos. En esta novela, conforme vamos leyendo vamos descubriendo
no solo los de la joven Lucy, sino también los de las narradoras que la
conocieron o no. Algunos de estos secretos, al quedar a la vista, generan
rechazo, como la existencia de un profesor que abusa de sus alumnas o la de
alumnas que acosan a sus compañeras. Sin embargo, en esta pequeña comunidad, lo
incómodo es barrido bajo la alfombra. Y si alguien sale malparado, ni se hace
caso.
La
subjetividad, como pronto comprobaremos, es un arma de doble filo: puedes
decidir creer a una de las narradoras de la historia, pero, ¿qué pasa cuando lo
que dice entra en sutil contradicción con lo que dice otra de ellas? También
llama la atención, en el caso de las narradoras que se conocen, la opinión que
tienen las unas de las otras, de forma que la más segura de estas mujeres puede
ser percibida por una total inaguantable por otra.
Y
al final, ¿qué es lo que de verdad sucedió con Lucy? ¿Se pudo haber evitado?
¿Cuántos secretos se llevó a la tumba? Descubre las respuestas a estas y otras preguntas leyendo Las mujeres y los niños primero, una
obra singular sobre la familia, la amistad, la vida en comunidad y la misma
naturaleza del ser humano.
Cristina Monteoliva