Parinoush Saniee, escritora iraní
exiliada en EE.UU, ha publicado en España su libro Los que se van y los que se
quedan. Inicialmente la autora quería esperar a que Irán
autorizara la publicación del libro, pero tras años de tardanza Saniee decidió
publicarlo en Francia. A raíz de esa publicación, ha llegado a España.
Los que se van y los que se quedan es un libro de exilios, de vivencias, de rupturas. Pero, sobre todo,
es un libro de personas. De personas que viven una realidad de diferente forma
y esa forma de percibir la realidad termina por enfrentarles a ellos
mismos.
Una familia
decide pasar una pequeña estancia en Turquía. Para ello una parte de la familia
viaja desde Irán. La otra parte, exiliada en varios países, viaja desde el
extranjero. Lo que parece ser un viaje de reencuentros y alegrías, también se
convierte inicialmente en un periplo de nostalgias y tiempos perdidos y, más
tarde, de reproches.
Probablemente
uno de los aspectos más notables de la novela es la cantidad de personajes que
aparecen. A veces se hace un poco complicado ir siguiendo sus devenires.
También sus voces, sus problemas, su forma de ver la vida.
La historia se
refleja en diez partes porque son diez los días que transcurren en ese
encuentro. Diez días que al principio tienen un tono mayoritario de nostalgia.
Los exiliados se acuerdan de lo que dejaron atrás: las ciudades, las casas, los
familiares, las costumbres... Los que siguen viviendo en Irán les muestran a los
que viven fuera un perfil muy diferente del que tienen del pasado común.
Incluso, la remembranza que es tan vívida para los que dejaron Irán atrás es
muy lejana para los que todavía viven allí. Los recuerdos son para ellos más
difusos y nuevos recuerdos más actualizados han dejado atrás los momentos de
vida en común. Sucede a continuación un ponerse al día de la situación en Irán,
pero también de la situación de cada uno de los que decidió abandonarla. Y aquí
empiezan a aparecer los primeros reproches. Unos han imaginado una realidad de
los otros muy alejada de la verdad.
Otro de los
aspectos a destacar es que los adultos confrontan realidades con melancolía
hasta llegar a la ira. Los jóvenes, los niños, algunos de los cuales no tienen
recuerdos o los tienen muy difusos, ven las cosas de otro modo. Sus juegos y
sus intercambios, a veces a pesar de las diferencias, y de sus distintas
educaciones, significan un punto de desarrollo disímil que transcurre en
paralelo a los reproches de los adultos. Al principio les cuesta comunicarse,
pues no todos hablan el idioma farsí.
El libro pasa
también por el conflicto político pero no profundiza en él, porque da la
impresión que a la autora, psicóloga, le interesa mucho más el devenir del
conflicto entre los personajes que el origen del mismo. Así estamos ante una
novela en la que el desarrollo de los caracteres, su forma de comportarse y de
evolucionar es mucho más importante que el intríngulis histórico que hay
detrás. Las mochilas de cada uno de los personajes son destacables como punto
de partida pero en ningún momento son el fin en sí mismo.
La
conversación, más que la acción, es la parte importante de la novela. De hecho
lo que hacen los personajes aparece a pinceladas. Lo importante es lo que
dicen, cómo lo dicen y a quién se lo dicen. Es pues una novela de diálogos, y,
en este sentido, una novela ágil a pesar de la dificultad de entrever quién
dice qué por la cantidad de protagonistas que aparecen.
La familia se
reúne en Turquía pero podría hacerlo en cualquier otro lugar porque, realmente,
no se habla de Turquía. Por eso el escenario es secundario. El escenario de
fondo es Irán y el escenario principal es la reunión de todos ellos.
Disfrutarán de
esta novela tanto los que les gusten las novelas con trasfondo psicológico como
aquellos que les gustan las novelas dialogadas. Igualmente aquellos lectores
que se acerquen a la realidad de Irán, de sus acontecimientos cercanos y
lejanos. Quizá sea un buen punto de partida para adentrarse en su historia. Por
mi parte, como lector, he disfrutado en Los que se van y los que se
quedan de los giros argumentales cuando se han confrontado las
diversas visiones de lo vivido.
Luis Vea García