lunes, 27 de febrero de 2023

Reseña: LAS HIJAS DE LA NIEBLA, de Namik Dokle.

 

Las hijas de la niebla de Namik Dokle es un cuento de hadas llevado al siglo XX, que fue un largo cuento europeo de terror; y a la novela, que es el medio adecuado para las interminables dimensiones de esa pesadilla.

Está hermanado con el cuento popular también por su lenguaje sencillo, plástico y directo, y por cadenas de hechos cuyos eslabones solo pueden unir la magia negra de un hechicero o las leyes absurdas de un tirano.

No es casualidad que la capital de Albania se llame Tirana. En su trono y después en su barrio residencial para autoridades comunistas llamado Blloku, donde había agua corriente y parques, mientras los hijos del pueblo morían en el barro, solo han gobernado tiranos. Del mismo modo, sus cuentos se alimentan de las figuras mágicas de la tradición pérsica que recibieron a través del imperio Otomano, tanto como de las brujas parecidas a la célebre Baba Yaga rusa.

El derviche de Kolshi introdujo las manos varias veces en el río (…) y alzó las manos al cielo gritando: “Este puente está maldito!¡Maldito!”

(…)

Más tarde todos comprendieron lo acertado de las palabras del derviche. El puente había volado por los aires durante la guerra y tras la guerra se reconstruyó. Lo reconstruyó el mismo ingeniero alemán, un tal Irving Hartman que la semana anterior lo había volado. Lo capturaron y lo llevaron de nuevo al puente.

(…)

En un plano entre los cálculos dejó escrito: “Aquí quedará enterrado el puente y esta ciudad temblará con mi maldición.”

-Nos ha caído también la maldición del alemán -dijo Majka.

El narrador es un muchacho de 13 años que describe la Albania en que ha crecido a través del evento central de la novela; la llamada “a la acción” de las jóvenes de la aldea, con el doble agravio de hacerlo durante las fiestas en que las muchachas casaderas se engalanan y presentan para buscar novio, uno de los pocos eventos alegres en la vida de los campesinos de Gora en la década de los 50, bajo el peso de la dictadura inflexible de Enver Hoxha.

Esta novela tiene un valor añadido al propio relato, y es la necesidad de comprender los avatares de la Europa del siglo XX, especialmente la Europa del Este cuyas consecuencias estallan todavía hoy. Albania es la excepción que confirma la regla, pequeña, rara, desconocida, con una cultura mixta de Oriente y Occidente, de populismo y anarquía, olvidada en los repartos de poder como un retal que se hubiese quedado perdido en un vestuario, aislada dentro del comunismo, fuera del pacto de Varsovia.

Cuatro días más tarde, también las familias de las once muchachas que al principio no habían aceptado se vieron obligadas a firmar y a permitir que sus hijas se fueran a la acción. Algunas deseando poder viajar más allá de Gjallika, otras por el sonrojo que les producía tener que separarse de las amigas de su edad, y todas ellas por temor a aquellas palabras:

(…)

“De este modo lo pagará cualquiera que trate de morder nuestro Nuevo Estado.”

Enver Hoxha fue un líder más stalinista que Stalin, que llegaría a aliarse con Mao con tal de no unirse a la tímida apertura iniciada en los años 70 por la propia URSS. Su policía política constituía más del 10% de la población. No permitía variaciones en la forma de vestir, en la tecnología, ni en el arte, hasta el puno de que se encarceló a un grupo, que acudió a un festival de canto y música con el pelo largo y tocando un instrumento tan peligrosamente subversivo y burgués como el saxo.

Rodeó su propio país con valla electrificada y lo horadó con 750 mil búnkeres que hoy día son una extraña atracción turística. Horadó una tierra ya de por sí poco productiva y difícil de trabajar, que dependió siempre de la ayuda de potencias extranjeras, dejándola como una esponja marina, como un queso con agujeros aislado del resto de Europa por el telón de acero; aislado del comunismo europeo, que iba tomando conciencia de su impracticabilidad, por su resistencia en el stalinismo puro a costa de todo, especialmente a costa de la vida de otros seres humanos.

¿Qué tiene que ver, entonces, Las hijas de la niebla de Namik Dokle con un cuento de hadas? Desde luego, nada con sus versiones edulcoradas, o con las adaptaciones para películas de Disney, pero sí con las historias originales en que basaron esos cuentos. Los conflictos de la clase baja y pequeño burguesa europea que, durante la edad moderna, trataba de sobrevivir en medio de la ineficacia y corrupción de leyes e instituciones que los aplastaban, los crímenes e injusticias y hasta el hambre, se contaban y transfiguraban en los cuentos de los hermanos Grimm, Perrault y Afanasiev.

Es lo maravilloso, el folclore, las supersticiones, dando forma poética y comprensible a una causa que no puede nombrarse, ni siquiera pensarse: un poder corrupto y atroz. La magia explicando el absurdo. Personas  a las que se ha cegado deliberadamente, a las que se ha encerrado en su propia tierra, intentando ver, intentando ir más allá de la realidad con el poder de la imaginación. No es casualidad que este libro esté contado por un niño.

Resulta una lectura sencilla y hasta bella, pero llena de profundidad y de historia. Lo único que no comparte con los cuentos populares que recopilaron los románticos es el final feliz, al menos en la historia real. En cuanto al que le puso Dokle a este libro, te recomiendo que lo descubras tú mismo.

Rebeca Tabales