Las hijas de
la niebla de Namik Dokle es un cuento de hadas llevado al siglo XX, que fue un largo
cuento europeo de terror; y a la novela, que es el medio adecuado para las
interminables dimensiones de esa pesadilla.
Está
hermanado con el cuento popular también por su lenguaje sencillo, plástico y
directo, y por cadenas de hechos cuyos eslabones solo pueden unir la magia
negra de un hechicero o las leyes absurdas de un tirano.
No es
casualidad que la capital de Albania se llame Tirana. En su trono y después en
su barrio residencial para autoridades comunistas llamado Blloku, donde había agua corriente y parques, mientras los hijos
del pueblo morían en el barro, solo han gobernado tiranos. Del mismo modo, sus
cuentos se alimentan de las figuras mágicas de la tradición pérsica que recibieron
a través del imperio Otomano, tanto como de las brujas parecidas a la célebre
Baba Yaga rusa.
El derviche de Kolshi introdujo las manos varias veces
en el río (…) y alzó las manos al cielo gritando: “Este puente está
maldito!¡Maldito!”
(…)
Más tarde todos comprendieron lo acertado de las
palabras del derviche. El puente había volado por los aires durante la guerra y
tras la guerra se reconstruyó. Lo reconstruyó el mismo ingeniero alemán, un tal
Irving Hartman que la semana anterior lo había volado. Lo capturaron y lo
llevaron de nuevo al puente.
(…)
En un plano entre los cálculos dejó escrito: “Aquí
quedará enterrado el puente y esta ciudad temblará con mi maldición.”
-Nos ha caído también la maldición del alemán -dijo
Majka.
El narrador
es un muchacho de 13 años que describe la Albania en que ha crecido a través del
evento central de la novela; la llamada “a la acción” de las jóvenes de la
aldea, con el doble agravio de hacerlo durante las fiestas en que las muchachas
casaderas se engalanan y presentan para buscar novio, uno de los pocos eventos
alegres en la vida de los campesinos de Gora en la década de los 50, bajo el
peso de la dictadura inflexible de Enver Hoxha.
Esta novela
tiene un valor añadido al propio relato, y es la necesidad de comprender los
avatares de la Europa del siglo XX, especialmente la Europa del Este cuyas
consecuencias estallan todavía hoy. Albania es la excepción que confirma la
regla, pequeña, rara, desconocida, con una cultura mixta de Oriente y
Occidente, de populismo y anarquía, olvidada en los repartos de poder como un
retal que se hubiese quedado perdido en un vestuario, aislada dentro del
comunismo, fuera del pacto de Varsovia.
Cuatro días más tarde, también las familias de las
once muchachas que al principio no habían aceptado se vieron obligadas a firmar
y a permitir que sus hijas se fueran a la acción. Algunas deseando poder viajar
más allá de Gjallika, otras por el sonrojo que les producía tener que separarse
de las amigas de su edad, y todas ellas por temor a aquellas palabras:
(…)
“De este modo lo pagará cualquiera que trate de morder
nuestro Nuevo Estado.”
Enver Hoxha
fue un líder más stalinista que Stalin, que llegaría a aliarse con Mao con tal
de no unirse a la tímida apertura iniciada en los años 70 por la propia URSS.
Su policía política constituía más del 10% de la población. No permitía variaciones
en la forma de vestir, en la tecnología, ni en el arte, hasta el puno de que se
encarceló a un grupo, que acudió a un festival de canto y música con el pelo
largo y tocando un instrumento tan peligrosamente subversivo y burgués como el
saxo.
Rodeó su
propio país con valla electrificada y lo horadó con 750 mil búnkeres que hoy
día son una extraña atracción turística. Horadó una tierra ya de por sí poco
productiva y difícil de trabajar, que dependió siempre de la ayuda de potencias
extranjeras, dejándola como una esponja marina, como un queso con agujeros
aislado del resto de Europa por el telón de acero; aislado del comunismo
europeo, que iba tomando conciencia de su impracticabilidad, por su resistencia
en el stalinismo puro a costa de todo, especialmente a costa de la vida de
otros seres humanos.
¿Qué tiene
que ver, entonces, Las hijas de la niebla
de Namik Dokle con un cuento de hadas? Desde luego, nada con sus versiones
edulcoradas, o con las adaptaciones para películas de Disney, pero sí con las
historias originales en que basaron esos cuentos. Los conflictos de la clase
baja y pequeño burguesa europea que, durante la edad moderna, trataba de
sobrevivir en medio de la ineficacia y corrupción de leyes e instituciones que
los aplastaban, los crímenes e injusticias y hasta el hambre, se contaban y
transfiguraban en los cuentos de los hermanos Grimm, Perrault y Afanasiev.
Es lo
maravilloso, el folclore, las supersticiones, dando forma poética y
comprensible a una causa que no puede nombrarse, ni siquiera pensarse: un poder
corrupto y atroz. La magia explicando el absurdo. Personas a las que se ha cegado deliberadamente, a las
que se ha encerrado en su propia tierra, intentando ver, intentando ir más allá
de la realidad con el poder de la imaginación. No es casualidad que este libro
esté contado por un niño.
Resulta una
lectura sencilla y hasta bella, pero llena de profundidad y de historia. Lo
único que no comparte con los cuentos populares que recopilaron los románticos
es el final feliz, al menos en la historia real. En cuanto al que le puso Dokle
a este libro, te recomiendo que lo descubras tú mismo.
Rebeca Tabales