martes, 7 de agosto de 2018

Reseña: LAS NIÑAS CLANDESTINAS DE KABUL, de Jenny Nordberg.


Título: Las niñas clandestinas de Kabul
Autora: Jenny Nordberg
Traductora: María Eugenia Frutos
Editorial: Capitán Swing
Páginas: 384
Precio: 20 €

Todos conocemos por los telediarios los convulsos años que ha sufrido Afganistán desde la invasión estadounidense de 2001. La inestabilidad de la región, sin embargo, viene de muchísimo antes. En la década de los 80 del siglo pasado se produjo la invasión del país por parte de la U.R.R.S. y posteriormente se llevó a cabo la implantación del régimen Talibán, de corte islamista ultraortodoxo. Por su posición y características geográficas, Afganistán ha oscilado en su historia entre el interés en su sometimiento de las grandes potencias y su introversión cultural.
Pero si hay una imagen arquetípica que tenemos asociada a Afganistán es la de la mujer vestida con el burka tradicional, el mismo que las normas sociales le obligan a vestir y que le impide mostrar poco más que los ojos. Ser mujer en Afganistán es estar sometida a multitud de cargas sociales y, como contraprestación, no tener ningún derecho. La mujer no tiene permitido salir ni mucho menos trabajar si no es con el permiso del hombre que ejerza de tutor, ya sea su padre o su marido. Los matrimonios son concertados, siendo la dote muchas veces una fuente de ingresos necesaria para la familia de la novia y, por tanto, la función de esta se limita al hogar y a proveer de hijos a su marido. Cualquier otro planteamiento puede poner muy en riesgo su reputación y, lo que es aún peor, la de toda su familia.
En una sociedad tan patriarcal, el que una familia no tenga varones es un gran problema, tanto que los progenitores se pueden ver obligados a vestir a una de sus niñas como si fuera un niño. Es lo que llaman «bacha posh» y es la realidad que nos va a descubrir el ensayo de investigación Las niñas clandestinas de Kabul de la periodista Jenny Nordberg. En su libro, Nordberg entreteje varias historias reales de astas niñas-niño. Mehram, por ejemplo, es una de las cuatro hijas de Azita, una de las pocas mujeres parlamentarias de Afganistán.
Una mujer que no es capaz de tener hijos varones es llamada peyorativamente «koktar zai» («la que sólo tiene niñas»). Y es que existe la creencia popular de que las mujeres pueden decidir si se concentran o si comen determinados alimentos el sexo de su descendencia. Para la carrera política de Azita, no tener hijos es una pesada carga: ¿cómo va a saber crear políticas para su país si ni siquiera puede darle un hijo varón a su marido? De tal manera que viste a su hija de niño asumiendo esta todo el comportamiento y educación de un niño. Todos ganan: su marido tiene un hijo al que enseñar, Azita puede lucirse como mujer completa por tener un niño varón y Mehram puede acceder a la libertad que no tendría siendo una niña. Curiosamente su entorno, aunque sepa la verdad, no tiene grandes problemas en aceptar la nueva situación. Además, Azita lo considera una oportunidad para Mehram ya que, en su infancia, también fue durante un tiempo una niña-niño.
Puede haber varias razones por las que una familia decide convertir a una de sus hijas en hijos. Existe la creencia de que para que una mujer tenga un niño varón es importante ver habitualmente uno. De esta forma, si una mujer tiene varias niñas viste a una de niño para que la «reprograme». También Nordberg nos cuenta el caso de Shukria, otra niña educada como niño, que tenía como misión proteger y ayudar a su hermano mayor para que no estuviera solo, ya que los padres sufrieron la pérdida de un hijo anterior.
En cualquier caso, las «bacha posh» son educadas como niños hasta, normalmente, la llegada de la pubertad, cuando su físico va cambiando peligrosamente y es difícil de ocultar. El cambio de una persona que ha sido educada como niño, con los privilegios y libertades asociados al hombre, a ser, de repente, una mujer adolescente casadera con su libertad de movimientos coartada, suele ser traumático. Una muchacha de 14 a 16 años puede ser prometida con cualquier persona por decisión de los padres, y ellas apenas pueden intervenir.    Así lo han vivido Zahra  y  Shukria que, después de vivir con actitudes de niño, se enfrentan a graves problemas de adaptación a su nuevo rol. Las mujeres solo pueden trabajar con el permiso del marido, por lo que para Shukria, que había estudiado y trabajaba, era imprevisible saber si podría continuar con algo parecido a su estilo de vida después de casada. Zahra rechaza tajantemente la posibilidad de tener un marido o de adquirir nuevamente los hábitos propios de una mujer.  En realidad, estas chicas ni saben moverse ni tienen las actitudes que tradicionalmente deben tener las mujeres afganas, por lo que tienen dificultades de ser aceptadas tanto por los hombres como, especialmente, por otras mujeres. 
En Las niñas clandestinas de Kabul, Jenny Nordberg, no se limita a contarnos la vida de éstas niñas-niño. Obviamente, sus historias están mezcladas con la vida de las personas que las rodean, de la cultura milenaria del país donde han nacido y de su coyuntura política resultado de las diversas influencias, revoluciones, conquistas de los últimos años.  Debemos tener presente que la vida en las capitales y en los pueblos rurales en Afganistán ha sido muy distinta. Tras la conquista (o el intento) de Afganistán por parte de la U.R.R.S. se trató de implantar una sociedad moderna en la que se apostara por la igualdad de sexos y que produjo una generación que había tenido acceso a estudios superiores. Sin embargo, la toma de poder por parte del régimen Talibán produjo un retroceso de siglos que trata de ser enmendado con mejor o peor fortuna por parte de la comunidad internacional.
Desde mi punto de vista, Las niñas clandestinas de Kabul transciende el hecho de estudiar un país concreto. Afganistán es en realidad una ventana abierta al pasado del propio occidente y una posibilidad de estudiar una sociedad en la que el sexismo se manifiesta de una manera tan radical. Este libro nos ayuda a reflexionar sobre los roles de género que se han tenido en las sociedades tanto en el pasado como en el presente, observando la independencia real de estos roles con la biología con la que se ha nacido. No obstante, las niñas-niños son aceptadas con cierta normalidad, lo que implica que una cultura tan sexista, acepta implícitamente que una persona nacida mujer tiene las mismas capacidades que un hombre, al mismo tiempo que las relega a una posición de inferioridad.  Pero también podemos observar los peligros de intentar imponer esa igualdad desde fuera: la igualdad de la mujer se ve como una imposición de occidente, lo que implica que los conservadores del país se apeguen aún más a esa estructura social.
Como podéis comprobar, en Las niñas Clandestinas de Kabul, Jenny Nordberg acomete de forma brillante una investigación tan compleja en una sociedad tan cerrada y nos ayuda a plantearnos preguntas más allá de su tema central.  Este es un libro necesario para ayudarnos a entender los roles de género y el funcionamiento de una sociedad patriarcal en su máximo exponente. Todo eso llevado a cabo desde una mezcla de objetividad y un acercamiento humano a las personas que se ven inmersas en esa sociedad, quieran o no.
Sergio M. Planas


© Sergio M. Planas.