Hay una pregunta que personalmente odio,
pues creo que es algo que no deberíamos contestar nosotros mismos, sino los
demás, los que nos rodean. Esa pregunta es “¿Quién es…?” Yo no voy a
preguntarte quién es Paula Lapido, pero sí me gustaría que le contaras a todo
el que lea esta entrevista qué te gustaría que la gente supiera de ti.
Me da bastante
pudor hablar de mí misma y sufro un poco cada vez que tengo que escribir una
biografía para alguna publicación, aunque sea corta. Ciñéndome al plano
literario, “Horror vacui” es mi primera novela. Hasta ahora había publicado un
libro de relatos, “Teoría de todo” (Tropo Editores, 2010), con el que fui
finalista del Premio Setenil. También he participado en varias antologías muy
diversas, como “Mi madre es un pez” (Libros del Silencio, 2010), “Madrid,
Nebraska” (Bartleby, 2014) o “No entren al 1408” (Biblioteca de Babel 2013)
dedicada a Stephen King, que se publicó por primera vez en Ecuador pero se ha
vuelto muy viajera y anda recorriendo varios países al otro lado del charco; el
último, México.
Por lo demás,
tengo una cierta obsesión por incluir animales en mis novelas (los peces,
después los escarabajos tigre y últimamente un zorro ártico), sufro de fijación
por la música de Bach y necesito silencio sepulcral para escribir. Y bebo té.
Mucho.
Paula
Lapido había sido conocida hasta ahora como escritora de relatos. ¿Te estrenas
como novelista con Horror Vacui o tienes otras más obras de este tipo
escondidas en un cajón?
Tengo en un
armario (a buen recaudo) cuatro o cinco novelas o “intentos de novela” sin
terminar que escribí desde la adolescencia hasta que terminé la carrera. Todas
de temática fantástica. Después hice un parón largo hasta que me reenganché a
la escritura con los relatos y publiqué “Teoría de todo” en 2010. Siempre tuve
claro que iba a volver a la novela tarde o temprano, sólo necesitaba una idea
que me prendiese lo suficiente. Para cuando di con el germen de “Horror vacui”,
le había cogido cierto miedo al género y no estaba muy segura de poder con ello
pero, en cuanto me zambullí en la piscina, me descubrí nadando.
¿Es más difícil para ti escribir relato
corto o novela?
Creo que uno y
otra tienen dificultades bien diferentes. La contención, el ejercicio de
síntesis y de elección de detalles que requiere el cuento me resultan
complicados porque, entre otras cosas, muy a menudo me puede la verborrea. Por
otro lado, la novela requiere mantener la tensión durante mucho tiempo --no
sólo el tiempo del lector, sino el del propio escritor; es un proyecto con el
que convives durante años. Quizá sea más difícil alcanzar la genialidad en el
relato, pero es una apreciación completamente subjetiva.
¿Cómo
surgió la idea de escribir Horror Vacui?
Cuando empecé la
carrera, entre otras cosas que circulaban por la facultad y que formaban parte
del “acervo friki de los físicos” estaba la obra del artista holandés M.C.
Escher. Me fascinó desde el primer momento su uso de las formas para llenar el
espacio. También sus ilustraciones de realidades imposibles. Todo se me quedó
almacenado por ahí en algún lugar del cerebro hasta que, años después, hacia
2006, cuando ya estaba escribiendo relatos compulsivamente y tenía el motor
creador bien engrasado, me surgió una imagen: la de un hombre que dibujaba a
lápiz, en la pared, decenas de formas que llenaban el espacio. Como una
ilustración de Escher. Muy al principio, quise convertir esta imagen en un
cuento, pero no se dejó. Con el tiempo me di cuenta de que por fin tenía
delante una novela, aunque aún tardé un par de años más en atreverme a
empezarla.
Horror Vacui es una novela compleja que
requiere mucha atención por parte del lector, pero creo que aún más por parte
de su escritora. ¿Te ha resultado difícil seguir el pulso narrativo todo el
tiempo? ¿Cuánto has tardado en escribir esta obra?
Escribir “Horror
vacui” ha sido una experiencia difícil y satisfactoria a la vez. Era crucial
encajar todas las piezas de la historia de forma que no quedase ni un mínimo
resquicio. Eso me llevó mucho trabajo y no pocos quebraderos de cabeza, incontables
cambios de opinión, capítulos reescritos una y otra vez (el capítulo 6 llegué a
reescribirlo por lo menos 10 veces) y dudas existenciales de las que no te
dejan dormir. Pero lo más costoso fue mantenerle el pulso a Isaac, el
protagonista, durante los tres años que tardé en escribir y corregir la
novela.
Aunque “Horror
vacui” está narrada en tercera persona, el narrador está focalizado
completamente en Isaac, le da eco a sus obsesiones y a sus crisis como si
estuviera dentro de su cabeza. Mantener el narrador al mismo nivel de
intensidad durante toda la historia fue un buen ejercicio de conciencia y de
constancia.
¿Tienes miedo al vacío? ¿O da más miedo
que no te lean porque en este país lo que se lleva ahora es la novela erótica y
los libros escritos por famosos?
Es verdad que hay
modas: ahora la novela erótica, antes la Guerra Civil española, etc., y que los
famosos han entrado al trapo, al candelero literario como reclamo de masas;
pero yo no puedo escribir otra cosa que no sea lo que me interesa, lo que me
reta. Éste es el vacío que creo que merece la pena llenar, y no me da miedo. Si
acaso, un poco de prevención cuando empiezo con una nueva historia, porque la
distancia entre el mundo de las ideas literarias y el mundo de las cosas o del
texto terminado puede llegar a ser muy grande y algo amenazadora.
Cuando estaba
escribiendo “Horror vacui”, una persona a la que admiro mucho y que me ha dado
muy buenos consejos literarios me dijo que me iba a costar colocarla, y estuvo
en lo cierto --aunque al final el resultado ha sido fantástico. Sin embargo, yo
no pensaba en esta complicación mientras escribía, en parte porque bastantes
dificultades tenía ya con la trama, la estructura y el pobre
Isaac, pero, sobre todo, porque creo que no debo preocuparme de cosas ajenas al
texto en sí mismo durante la creación. De hecho, trato de no hacerlo,
conscientemente.
Me parece que,
como escritores, nuestro valor, lo que nos convierte en auténticos, está en ser
fieles a nosotros mismos y a nuestra Idea, con mayúsculas, de la literatura.
Tenemos una especie de “deber moral” de hacer todo lo posible con nuestro
esfuerzo y talento para alcanzar ese Ideal con cada texto, aunque sea sólo
rozándolo con los dedos.
©Paula Lapido.
¿Te sientes identificada con el
protagonista de esta novela? ¿Cómo ha sido meterse en su piel?
Isaac y yo no nos
parecemos en nada pero, después de “convivir” durante tres años, no descarto
que se me haya pegado algo suyo. De momento, eso sí, no he pintado ningún pez
de trescientas cuarenta y cinco escamas.
Cuando empecé a
tener claro cómo quería que fuese la novela, se hizo muy importante para mí que
el lenguaje interno de Isaac, su trastorno obsesivo-compulsivo, su “horror
vacui”, estuvieran en el texto, permeasen la narración todo el tiempo. Eso
requería, aparte de la consistencia de la historia, volverse bastante obsesiva:
tener siempre en la cabeza los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas
que Isaac dibuja para calmar su miedo al vacío, pensar a todas horas en contar
los pasos, los escalones, las rayas de las baldosas por la calle… Vivir en la
cabeza de Isaac para que, cuando llegase el momento de sentarse ante el
teclado, su flujo de pensamiento me saliese por los dedos con naturalidad, que
no resultase impostado o forzado. Fue un trabajo de inmersión, poco a poco, en
un mundo obsesivo y bastante desquiciante. Al principio era difícil sostener la
tensión y tenía que recordármelo constantemente, hasta que la dinámica de
Isaac, su forma de pensar, se me hicieron naturales.
Desintoxicarme de
Isaac fue como ascender al mundo desde los infiernos de la compulsión pero le
guardo un gran cariño al personaje y creo que me he acercado mucho a lo que
pretendía con la historia.
¿Y con la chica? ¿Crees que te pareces a
ella?
Reconozco que a
mí también me gusta el color rojo, como a Antonia, pero con los tacones no
puedo. Por lo demás, intento no ponerme como modelo para ninguno de mis
personajes, ni tampoco utilizar a nadie cercano. Dejo que el cerebro haga su
trabajo misterioso y que mis experiencias sublimadas salgan por derroteros lo
más lejanos posible. Quizás una persona que me conozca mucho podría intuirme en
mis textos, pero no son transparentes, ni siquiera para mi gente más cercana.
No encuentro ningún valor literario per se en la transparencia, en lo que
conozco.
¿Por qué peces de trescientas cuarenta y
cinco escamas?
La razón de los
peces de trescientas cuarenta y cinco escamas es que Isaac necesitaba un
motivo, uno concreto, más que dibujar formas diversas sin ton ni son. Los peces
de trescientas cuarenta y cinco escamas surgieron de pronto en un borrador de
los primeros capítulos y, cuando me quise dar cuenta, se habían convertido en
ese motivo que estaba buscando. Encierran mucho de lo que significa la
compulsión de Isaac: los peces son formas pequeñas, con un número fijo de
escamas que se puede contar. Se pueden dibujar unos peces dentro de otros,
anidar las formas, pueden llenar cualquier intersticio de otras formas. El pez
como animal recuerda a algo frío y húmedo como la ciudad en la que se desarrolla
la historia, también resbaladizo como los recuerdos que se le escapan a Isaac…
Tuvieron sentido desde que aparecieron por primera vez, y no les di más
vueltas; los integré en la historia.
Mientras
leía Horror Vacui, me imaginaba las imágenes proyectadas en una pantalla de
cine. ¿Te gustaría que tu historia llegara a la gran pantalla?
Cuando escribo,
veo las imágenes, los gestos de los personajes y los escenarios en que se
mueven. Es también la forma en que ideo las historias: lo primero que me viene
a la cabeza suele ser una imagen, un personaje haciendo algo en un lugar
concreto. Todo lo demás aparece después: la historia, el conflicto, etc. Me
gusta que el lector visualice la narración como yo la he visto antes, y todos
los detalles que incluyo están dirigidos hacia esa visión que quiero compartir
con él. En el caso de “Horror vacui”, además, utilicé una fuente de inspiración
cinematográfica: la película “El tercer hombre” dirigida por Carol Reed en
1949.
Desde luego,
sería sensacional ver “Horror vacui” en la pantalla, aunque es probable que el
resultado fuese bastante distinto a mi visión personal. A ver si alguien se
atreve.
Por
último, ¿qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Siempre tengo
muchas más ideas que tiempo para desarrollarlas, pero ahora mismo llevo dos
proyectos bastante encarrilados. Por un lado, un primer borrador por corregir y
trabajar en profundidad de una novela completamente distinta a “Horror vacui”,
más intimista pero con su toque de rareza, como a mí me gusta. Y, por otro
lado, en los últimos meses estoy dedicada en cuerpo y alma a una nueva historia
en la que quiero explotar la idea del mal y la ambigüedad entre el terror
fantástico y el real. Apenas tengo todavía un par de escenas, pero avanzo con
mucho entusiasmo. Sucede en el norte de Laponia durante la Segunda Guerra
Mundial; me he pasado una buena temporada documentándome sobre cosas como los
campos de prisioneros nazis en la zona, la ganadería de renos, la etimología de
los nombres de las granjas… Está siendo tan emocionante como un viaje exótico.
¡Pues date prisa, Paula, que quiero tener esas
dos novelas, una en cada mano, cuánto antes mejor! En serio: suena muy
interesante esto que nos cuentas. Espero que pronto todos los que disfrutamos
con tus escritos podamos leerlas, ¡y que vayan llegando nuevos lectores!
Muchas gracias por tu tiempo, tus palabras y tus
fotos. Ahora, ¡a seguir así!