Toda ciudad que se precie tiene al menos
un rincón mágico que solo unos cuantos privilegiados aprecian y disfrutan; un
lugar donde los problemas no parecen tan grandes, los sueños no conocen límites
y las buenas intenciones llegan siempre a buen puerto. Ese sitio especial puede
ser una plaza, un jardín, un castillo o, ¿por qué no?, un Café ubicado en un
edificio antiguo y cargado de historia. De todo esto y mucho más iba El Café dela Luna, la excelente obra de
María Dolores García Pastor de la que ya hemos hablado en este blog. Pero
también su continuación: La otra cara de
la Luna, un libro que, desde luego, merece también un lugar en este espacio
literario.
Existe en el Barrio
Gótico de Barcelona una encantadora plaza, la del Record, a la que parece que
solo unos cuantos consiguen llegar. En ella se ubica un edificio tan antiguo
como la historia de la ciudad, uno de esos lugares cargados de la energía de
las vivencias acontecidas a lo largo de los siglos. En este edificio se
encuentra El Café de la Luna, un lugar regentado por Miranda, una exuberante y
exótica mujer con gran poder de atracción. La cafetería y su dueña, además de
infusiones y refrescos, ofrecen calor, seguridad, esperanza y amistad a todos
los que se sientan en sus mesas hechas con antiguas lápidas con faltas de
ortografía, deciden tocar el piano o admirar el poster de la Luna de Mélies.
Como todo
establecimiento de solera que se precie, El Café de la Luna tiene un buen
número de clientes fijos a los que conocimos en el primer volumen de esta
entrañable bilogía: Don Pablo, el actor que anteriormente trabajaba como Diosa
de la Fortuna; Demetrio, el florista amante de la bella Miranda; Libio Sanjuán,
el romántico escritor; Juan Salas, el lector de Libio; los amantes de ultramar,
Berenice y Prometeo; Manuela, la anciana diva; y Bruno Fusa, el afinador de
piano. De todos ellos volveremos a saber en este libro. Algunos solo serán
personajes secundarios de las nuevas historias. Otros, nos ofrecerán nuevas
experiencias que harán que les cojamos aún más cariño que en el primer libro.
El tiempo pasa y son
cada vez más las personas que llegan de casualidad a nuestro adorado Café:
Berta, que enseguida encuentra consuelo con Miranda; Pierre y su miedo (más que
justificado) a la muerte; Laura y su proceso de transformación; Herminia,
compañera de residencia de Manuela; Fernando y su hija Cristina, que tanto
saben del alzheimer; Tina y su magnífico perro Baobab; y Pepe, que nos hablará
de un interesante tema político.
Mención aparte, por no
estar ubicados en nuestro tiempo y ofrecernos otras perspectivas, merecen dos
relatos de corte histórico relacionados con la historia a lo largo de los
siglos de nuestro bonito Café: los amores entre la prostituta Porcia y el
gladiador Bassus, en época romana, y aquellos de la niña Medea y el caballero
de Montforte, en la Edad Media.
El
Café de la Luna es un libro cargado de realismo mágico
comprometido con su tiempo y la realidad social del momento en el que fue
escrito, hace ya diez años. Muchos de los problemas que en sus páginas se
denunciaban están todavía por desgracia vigentes. La otra cara de la Luna no podía ser diferente. Este volumen, así,
no solo conserva su estructura de novela fragmentaria cargada de elegante
fantasía, en la que un buen número de personajes se ven unidos por su amor a
una cafetería bohemia y acogedora, sino que también nos ofrece diversos temas
de actualidad sobre los que reflexionar: el cáncer, el alzheimer, la soledad de
los ancianos, los atentados terroristas, la pérdida de un hijo, la pérdida de
los padres, los dilemas políticos, el aceptar el amor tal y como este viene, lo
mucho que hacen por nosotros las mascotas…
Si bien esta es una
obra coral en la que todos los personajes (que como veis, no son pocos) tienen
su importancia, podemos decir que a diferencia de su libro predecesor, La otra cara de la Luna nos ofrece la
oportunidad de conocer más en profundidad a Miranda, la dueña del local y la
creadora del alma de tan singular establecimiento. Esto es, sin duda, de
agradecer pues, ¿qué sería en realidad del Café de la Luna si la mujer que
decidió abrirlo no lo hubiera decorado y tratado con tanto mimo? Probablemente,
nada. Un lugar diferente con clientes totalmente distintos: menos auténticos,
probablemente, que los que nos encontramos en esta bilogía que termina con este
libro que hoy hemos comentado.
La
otra cara de la Luna, en definitiva, es una magnífica obra
de prosa cuidada, personajes perfilados con mimo y pequeñas grandes historias
que llegarán al corazón de los que prefieren el café solo o con sacarina. Entra
ahora en este establecimiento de solera y conoce a Miranda, su dueña. Hazte con
tu mesa habitual y escucha con atención todo lo que tienen que contarte tanto
los clientes habituales como los nuevos. Estoy segura de que saldrás de esta
lectura mirando el mundo con otros ojos. Unos más críticos y concienciados,
pero también más amables. Tanto, como lo es este libro.
Cristina Monteoliva