martes, 7 de enero de 2020

Entrevista: VÍCTOR AMELA.


Queridos amigos de La Orilla de las Letras:

la primera entrevista que publicamos en este 2020 es la que hemos tenido el placer de hacerle a Víctor Amela para hablar, entre otros muchos temas, de su última novela publicada, Yo pude salvar a Lorca, cuya reseña podéis encontrar en:
Victor Amela, decano de la crítica televisiva en la prensa, es el cocreador de la sección La contra en el diario La Vanguardia, además de colaborador del programa de televisión Aruseros de La Sexta. Como escritor, ha publicado, siempre en Ediciones Destino, El cátaro imperfecto, Amor contra Roma, La hija del capitán Groc y Yo pude salvar a Lorca.
Dicho esto, os dejo ya con las interesantes respuestas del autor. ¡A LEER!:

¿Qué fue antes: la vocación periodística o la de ser escritor?
Van juntas. Me gustaba leer. Y me atrajo un oficio que integra la lectura y la escritura para narrar historias, y la curiosidad y el descubrimiento. Esta inclinación (y la fantasía de ser Tintin) me condujo al periodismo, ya que lo de ser escritor me parecía demasiado inalcanzable, por el respeto que sentía por los grandes escritores de todos los tiempos.

En la ficha biográfica de Víctor Amela de Ediciones Destino, imagino que escrita en 2018, año en el que se publicó Yo pude salvar a Lorca, tu última novela publicada, dice que entonces llevabas más de dos mil cien entrevistas publicadas. Se me ocurren muchas preguntas al respecto, pero como vamos a centrarnos en tu faceta como escritor, solo haré una: ¿qué te preguntarías a ti mismo si fueras tu propio entrevistado?
Publiqué mi última novela (después de otras tres), Yo pude salvar a Lorca, el 1 de diciembre de 2018: lleva más de un año viva en librerías, ¡y eso me enorgullece! Mi trabajo como periodista consiste en entrevistar, y ahora llevo unas 2.200 entrevistas publicadas en la contraportada del diario “La Vanguardia”. Me preguntaría algo que siempre pregunto a mis entrevistados: “¿Qué estampa de tu niñez te viene a la memoria?” Y respondería: “estoy sentado en un silloncito de casa de mis padres con una pila de tebeos pegada al cuerpo, leo y soy feliz”.


© Víctor Amela. Juan Bonilla y su nieto Víctor Amela.

Como escritor, ¿siempre supiste que lo que más te interesaba era la novela histórica?
Teniendo a mano la realidad y sus historias no necesito inventar demasiado. La realidad me resulta sobradamente cautivadora: me fascinan sucesos del pasado, con sus zonas de penumbra. Bien contada, cualquier historia pretérita se convierte en una buena novela. El pasado siempre me ha atraído, y hay historias que piden ser contadas, bien contadas, con todos los resortes y recursos narrativos de la novela, para mí insuperables.

¿Sobre qué tema de la historia no escribirías nunca?
Escribiría sobre cualquier asunto, personaje, periodo, lugar, suceso... pero únicamente si me atrapa profundamente por algo. Si no, no. He novelado las peripecias de un grupo de fugitivos de la herejía cátara en la Edad Media en Morella, he novelado la Roma en la que se enfrentaron el emperador Augusto y el poeta Ovidio, he novelado la lucha de un guerrillero carlista levantino de 1840...: en cada caso latía una historia que me enamoraba. Y he escrito Yo pude salvar a Lorca para contar una historia muy íntima y personal y, a la vez, de resonancia universal.

En esta entrevista vamos a hablar fundamentalmente de Yo pude salvar a Lorca, una novela cuyo germen primigenio podríamos decir que surgió una noche de los años sesenta en la que tu abuelo, Juan Bonilla, te dijo, tras ver a Luis Rosales en televisión, que él pudo haber salvado al gran escritor granadino. Por entonces, Víctor Amela, creo que se interesaba más por otras lecturas que no tenían nada que ver con Lorca. ¿Cuáles en concreto?
Juan Manuel Bonilla Jiménez, mi abuelo, de Torvizcón (La Alpujarra, Granada, 1906-Barcelona, 1990) era poco hablador. Pero un día mencionó a Luis Rosales. Y esa noche mencionó otro nombre: Lorca. “Yo pude salvar a Lorca”, dijo, en su cerrado andaluz. Era 1970, yo tenía sólo diez años y no entendí qué había querido decir. Por entonces yo leía tebeos (“El Jabato”, “Capitán Trueno”, “Hazañas Bélicas”, “TBO”, “Pulgarcito”, “DDT”...),  las novelas de Enid Blyton como “Los siete secretos”, “Los cinco”, otras como “Los tres investigadores”... y empezaba con las de Julio Verne (“La isla misteriosa”), Stevenson (“La isla del tesoro”), Mark Twain (“Tom Sawyer), e historias del Tíbet, y Thor Heyerdahl y su “Kon Tiki”...

Yo pude salvar a Lorca, novela que comenzaste a escribir tras la muerte de tu abuelo, habla sobre la biografía del mismo y tu familia (tanto la materna como la paterna), los últimos días del poeta, la Guerra Civil, el exilio, la posguerra… ¿Pensaste desde el principio tratar tantos temas en esta novela o fueron surgiendo conforme le dabas a las teclas del ordenador?  
Daba vueltas desde hacía tiempo a la idea de escribir algo sobre mi abuelo y Lorca, en la Granada sublevada de 1936, pero no sabía cómo encararlo. Cuándo me enteré, hace tres años, por mi tío Antonio (hermano mayor de mi madre) que mi abuelo se dedicaba a pasar gente clandestinamente de la zona republicana a la sublevada, entendí el encuadre y el foco: el drama de un hombre que se compromete en un plan, y todo falla. Planifiqué un esquema. Luego, mientras escribes, se te aparecen rocas en el camino, y túneles y puentes, y desvíos y atajos, y tomas decisiones narrativas, según te pide la trama. Se trata de dejar dichas las cosas fundamentales que querías decir, con más o menos detalle, y que el armazón resista.

Con respecto a ese tono tan cercano y poético, ¿te costó descubrir que era el apropiado para la historia o salió solo desde el principio?
Mejoré el tono cuando tenía ya mediada la novela: descubrí una mañana (hablando conmigo mismo mientras me duchaba) que me apetecía dirigirme al lector sin máscaras, recordarle que lo que está leyendo es una novela... pero que esta novela la escribe uno (yo) que tiene sus profundos motivos personales para escribirla. Era arriesgada esta combinación, pero me lancé (pensando que mi editor me reñiría: no fue así, al contrario). Y me felicito del resultado, porque encaja con lo que soñaba conseguir.

©Victor Amela. El autor en la casa de Federico García Lorca en Valderrubio (Granada).

¿Cuánto tiempo tardaste en escribir una novela tan compleja como Yo pude salvar a Lorca?
Empecé a escribirla, sin saberlo, a los 10 añitos, cuando mi abuelo mencionó a Rosales y a Lorca en su pisito aluminósico del barrio de la Trinidad Nueva, en el extrarradio de Barcelona, en 1970. Y seguí escribiéndola el resto de mi vida... pero sin saberlo tampoco. Empecé a pensar en escribir algo respecto de mi abuelo hará unos quince años, cuando le conté la escena de la comida de Año Nuevo de 1980 a un hispanista inglés... Y me dijo, atónito: “Pero... con estas historias que tenéis en todas las familias españolas, ¡¿¡¿por qué no escribís más novelas?!?!” Le asombró la coincidencia de que mi tío paterno y mi abuelo materno acabasen la guerra en el mismo sitio, sin conocerse, y que lo descubriesen al romper yo sus silencios con una pregunta mía en aquella comida, ¡41 años después de los hechos! Me di cuenta de que tenía razón Jason Webster (así se llama el hispanista inglés): ese día sentí que quería contar esa historia en una novela, que no quería llevármela a la tumba conmigo. Pero la vida nos distrae, y me puse  trabajar en ella en serio hace sólo tres años.

Esta es una historia de subtramas que giran alrededor, de una forma u otra, de la figura de Lorca, y en la que aparecen un gran número de personajes interesantes. ¿Cuántos de ellos son reales y cuántos los has creado para contar lo que querías al lector?
Todos los personajes son reales, a excepción de dos: los niños Palmira y Jacinto (construidos a base de historias reales del Albaicín que he recogido al documentarme). Incluso la prima de Lorca (madre de Palmira) ¡existió realmente! y decía lo que cuento que decía, y la mataron también. Al maestro de escuela que enseñó a leer a mi abuelo en la guerra (¡esto me lo contó mi abuelo!) le he dado el nombre de Justo Garrido y le he construido una peripecia después de la guerra: la cruzo con el barrio de mi tío y mi padre (que sí tuvo un profesor de refuerzo al acabar la guerra...). Eso mismo hago con ese amigo de Agustín Penón (personaje real) llamado Manuel Fernández: sé de él que firmó y dedicó un ejemplar del “Romancero gitano” a Agustín (se conserva), y sobre eso le construyo una biografía mortificada por la homosexualidad, sabiendo yo que Penón era homosexual (lo que en parte debió de alimentar su pasión por Lorca).

Volviendo a la documentación, ¿qué dato encontrado, hecho o anécdota te sorprendió más cuando te estabas preparando para escribir esta novela?
¡Muchísimos! Supe de la existencia de los “niños de la noche”, y de los hermanos Quero del Albaicín; de la prima de Lorca con la que iba a los “saraos” del Sacromonte; de los crímenes de las “escuadras negras” en Granada, y cómo asesinaban, se iban de putas y agitaban en vasos de cristal los casquillos de bala de sus tiros de gracia de esa madrugada; lo del gitanillo andaluz que enseñó a Leonard Cohen  a tocar la guitarra; y cómo Luis Rosales salvó la vida a amigos  comunistas poniéndoles camisas de Falange; y que mi abuelo se afilió a la Falange de Granada el 14 de agosto, justo cuando Luis Rosales registraba a los voluntarios; cómo el joven Narciso Perales salvó la vida de Luis Rosales; y que nunca apareció el cuerpo de Joaquín Amigo, despeñado en Ronda; y que el poeta Luis Felipe Vivanco pudo ser degollado en una trinchera una noche; y el delirio amoroso de Emilia Llanos… y, en fin, que pudo suceder con los restos mortales de Federico García Lorca.

© Cristina Monteoliva. Presentación de Yo pude salvar a Lorca en el Palacio de los Condes de Gabia en Granada el 4 de diciembre de 2019.

Con respecto a Lorca, ¿crees que de verdad habría habido forma de evitar el cruel desenlace?
Decía Antonio Machado que le resultaba increíble y odioso que nadie en Granada hubiese podido salvarle la vida a su querido Federico García Lorca. Machado no podía saber que sí, que un hombre lo intentó: Luis Rosales. Falló por cinco horas. Y a Rosales le ayudó mi abuelo, que me dijo lo que me dijo por eso. De haberse cumplido su plan, a Lorca lo hubiesen colocado en zona republicana: quizás hubiese embarcado hacia México... o no. Lorca, por su celebridad, o su familia y amistad con el socialista Fernando de los Ríos, era una pieza mayor  en  sangrienta cacería que era Granada, sólo huir de Granada le hubiese salvado, y él no quería irse...

¿Crees que te ha faltado algo por contar en esta novela?
Sólo un detalle de un sombrío lirismo, por trágico pero elocuente, un detalle que he conocido después de publicada la novela: al acabar la guerra,  las familias de Granada que tenía en casa todavía algún ejemplar del “Romancero gitano” o de alguna otra obra de Lorca..., ¡lo quemaron! Llamas de terror devoran poemas maravillosos: negra estampa, medieval, que expresa cómo el pisotón de una guerra civil destruye el espíritu.

¿Qué esperas que encuentren los lectores en Yo pude salvar a Lorca?
Una mirada compasiva hacia personas buenas que se vieron arrastradas por el momento y la guerra a sitios que no hubiesen querido... Y de ahí venimos todos: quiero propiciar que cada lector mire a su propia familia y escuche sus silencios. Que entienda de qué silencios viene. ¡Y que vea qué es la maldad!: dañar a un tercero por sacar algún provecho personal. Así como la bondad: beneficiar a otro aún a riesgo de la propia vida.

¿Qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
El próximo marzo publicaré un libro de testimonios: ¡Nos robaron la juventud!, que reconstruye mediante un diálogo imaginario con mi tío José (muerto en 2005) el drama de los chavales de 17 y 18 años que en el año 1938, durante la guerra civil, fueron enviados a combatir en la batalla del Ebro, cómo a él le sucedió. He reunido en este libro 25 testimonios espectaculares. Y durante el año 2020 se conmemora el centenario del nacimiento de esos chicos... Y algunos aún sobreviven: cumplen 100 años, ¡y merecen todos los homenajes!

¿Te gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
Nada me complace y emociona más que un lector de mi novela cuándo me dice: “mi corazón ha empatizado y entendido”. He querido hacer  entender qué pasó en aquella Granada y cómo venimos de ahí... Y, sobre todo, que sólo la amistad, la bondad, la poesía, la belleza y el arte pueden salvarnos por dentro incluso cuando todo está perdido por fuera. ¡Gracias por leerme!
@amelanovela

Muchas gracias a ti, Victor, por rendir tan merecido homenaje a los que sufrieron, llegando incluso a perder la vida, por culpa de la Guerra Civil tanto en tu novela Yo pude salvar a Lorca como en este nuevo libro que pronto conoceremos, ¡Nos robaron la juventud! Asimismo, desde este espacio te agradecemos tu tiempo, tus palabras y tus fotos personales para ilustrar esta entrevista.
         Y a vosotros, amigos lectores, gracias por estar una vez más al otro lado de la pantalla.
Cristina Monteoliva