lunes, 11 de febrero de 2019

Reseña: UN MATRIMONIO AMERICANO, de Tayari Jones.


Título: Un matrimonio americano
Autora: Tayari Jones
Traducción: Miguel Marqués
Publica: AdN de Novelas
Páginas: 384
Precio: 18 € / 9,99 € (ebook)

Mantener una relación, por mucho que se firmen unos papeles y las partes juren que durará hasta que la muerte los separe, es complicado. A los problemas del día a día, de la normal convivencia, se pueden ir sumando otros, como el descubrimiento de algunos secretillos que, sin duda, no por pequeños dejan de tener importancia. Todo puede agravarse sí uno de los dos ha de irse por un tiempo. Un tiempo largo, por ejemplo, por tener una condena en firme. De esto y mucho más va Un matrimonio americano, la novela de Tayari Jones de la que hoy vamos a hablar.
Tras un breve noviazgo, en el que muchos secretos quedaron en el aire, Celestial y Roy contraen matrimonio y se quedan a vivir en la casa de la infancia de ella, en Atlanta. A pesar de las continuas rencillas y los problemas que Celestial tiene con los padres de Roy, el joven comercial de carrera prometedora piensa que todo va bien entre él y su mujer. Tras una cena familiar con los padres de Roy en Eloe, localidad de Luisiana donde se crio, él y Celestial deciden pasar la noche en un motel. En mitad de la noche, la policía les saca a rastras de la cama: otra clienta del motel ha sido violada y está convencida de que el culpable es Roy. Después de pasar por los tribunales, Roy es condenado a 12 años de prisión. Mientras él está en la cárcel, Celestial sigue con su vida. Una vida que la lleva a conocer el éxito como creadora de preciosas muñecas y a buscar refugio y apoyo en Andre, su amigo de la infancia. Aunque Roy debería saber que su matrimonio está roto, tras cinco años en la cárcel es liberado y vuelve a Atlanta con intención de recuperar a su mujer. ¿Lo conseguirá?
Esta es una historia fundamentalmente contada a tres voces: las de Roy, Celestial y Andre, en forma de memorias que van desgranando de cara a los lectores. A estas narraciones se le agregan de vez en cuando cartas que se intercambian Celestial y Roy, pero también entre otros personajes, de manera que al final de la historia, al contrario que al principio, no queden secretos por desvelar y todos los sentimientos, tanto de los personajes principales como de los secundarios, así como las relaciones que los unen y los separan, quedan totalmente claros.
Un matrimonio americano es una historia sobre dos jóvenes de distinta clase social pero iguales en cuanto a estudios que se casan enamorados de la idea que cada uno tiene el amor. O, al menos, eso he llegado yo a pensar después de conocer mejor a Celestial, la artista independiente molesta por los continuos coqueteos de su marido con otras mujeres y su obsesión de arreglarlo todo teniendo un hijo; y Roy, ese chico del sur americano que quiere ser un chico moderno (y lo es) pero que tiene unas ideas bastante anticuadas, y en cierto modo, machistas, del matrimonio.
El tercero en discordia, como se suele decir, es Andre, el mejor amigo de Celestial, un hombre que puede llegar a entender mejor su carácter cambiante y su forma de ver la vida. Aunque, ¿a quién elegirá Celestial una vez que su marido salga de prisión tras cinco años infernales entre rejas?
Un matrimonio americano, en definitiva, es lo que podríamos decir, la crónica anunciada de la ruptura de un matrimonio que parecía perfecto en donde, a lo largo de las páginas, nos queda claro la complejidad tanto de las personalidades de los protagonistas como lo frágiles que eran los lazos que los unían. Una historia, además, que pone de manifiesto lo fácil que es acabar en la cárcel si eres negro en Estados Unidos, más aún si eres del sur del país, así como la dura vida carcelaria. Una obra sobre el amor, el desamor y el desgaste, pero también sobre el cariño que puede quedar después de una relación fallida, el perdón y la esperanza que está esperando a mostrarte, a lo largo de sus páginas, su buena prosa además de todas sus luces y sombras. ¿A qué esperas entonces?
Cristina Monteoliva


© Cristina Monteoliva.