Título: Lo que más me gusta
son los monstruos
Autora: Emil Ferris
Traducción: Montserrat Meneses
Vilar
Publica: Reservoir Books
Páginas: 416
Precio: 34,90 € / 7,99 € (Ebook)
No sé vosotros, pero cuando yo me
encuentro un título con el que me siento totalmente identificada, enseguida me
intereso por el libro. Si después de leer la sinopsis comprendo que mi primera
impresión era la acertada, entonces no tengo otra que hacerme con la obra. Y si
tras leerla descubro que la historia era mucho más maravillosa incluso de lo
que esperaba, no tengo más remedio que escribir una reseña contándooslo para
que vosotros también leáis el libro en cuestión. El de hoy no es otro que Lo que más me gustan son los monstruos,
la exitosa novela gráfica de Emil Ferris.
Chicago, 1968. Karen
Reyes es una niña muy despierta de diez años que vive con su madre y su hermano
Deeze (Diego) en el Uptown, un barrio humilde. A Karen le gusta escribir y
dibujar en su diario, las películas y revistas de terror más sangrientas y
pensar que es una chica lobo. Tras la muerte en extrañas circunstancias de Anka
Silverberg, su amiga y vecina, Karen decide convertirse en detective y
averiguar si de verdad se suicidó, como dicen las fuentes oficiales, o fue otra
persona la que acabó con su vida. Mientras investiga, la niña no solo
descubrirá el oscuro y terrorífico pasado de Anka antes y después de
convertirse en superviviente del holocausto nazi, sino también la vida y
secretos de sus amigos, sus vecinos, su hermano y hasta su madre. ¿Saldrá indemne
tras su investigación? ¿No será la verdad sobre su familia el monstruo más
grande que llegará a conocer?
Karen, la narradora
principal y protagonista de esta fascinante novela gráfica que se nos presenta
como un diario ilustrado a bolígrafo cuyo soporte es su cuaderno escolar, es
una chica que vive en un barrio gris en el que se sabe diferente. Tanto, como
un pequeño monstruo, de ahí que para aguantar el día a día decida escudarse
tras su disfraz de chica lobo al que, tras la muerte de Anka, añade una
gabardina y un sombrero de detective.
Karen vive junto a su
madre, Marvela, una mujer que ha tenido que criar sola a sus dos hijos tras la
desaparición de su marido de la vida de familiar, y Deeze, su hermano mayor, un
mujeriego empedernido con el cuerpo lleno de tatuajes pero, sobre todo, un
artista del dibujo que le ha enseñado a su hermana pequeña el amor por el arte
pictórico.
La narración nos
presenta el mundo real en el que se mueve Karen, esa ciudad gris llena de
vecinos con actividades sospechosas, alcohólicos, mujeres desesperadas y niños
diferentes que han de sobrevivir en colegios llenos de abusones; pero también
el fantástico, ese lleno de monstruos con el que sueña y en el que, a veces,
vive sus peores pesadillas. Aunque todas las ilustraciones son maravillosas (es
imposible no acabar sintiendo cariño por Karen y su mundo), yo destacaría
aquellas en las que aparece la bella Anka, pues suelen ser las más
terroríficas, las portadas de las revistas de miedo sangriento de la época y
aquellas en las que se nos muestran los cuadros que Karen ha estudiado en el
museo de Chicago con su hermano, ya no solo por lo bellas que resultan estas
versiones, sino también por las lecciones de arte que, sirviéndose de ellas,
Karen nos dará.
Mención aparte merece
la historia de Anka, una narración secundaria dentro de la principal que nos
traslada, de la mano de la propia alemana, al Berlín de antes y durante la
Segunda Guerra Mundial para descubrir una realidad monstruosa que nos hará
preguntarnos hasta dónde puede llegar la maldad de ciertos seres humanos.
Decía antes que Karen
se sentía diferente en su barrio, su colegio y su ciudad. Pronto descubriremos
por qué ella se siente así y porqué lo hacen también algunos de sus amigos. Por
lo pronto, os adelanto que esta obra pone en relieve tanto la historia de
Estados Unidos en 1968 como ciertos asuntos de los que no se habla sobre la
Alemania de antes y durante la Segunda Guerra Mudial, así como temas tan
atemporales como la homofobia, la xenofobia y la discriminación que sufren las
personas que han ejercido la prostitución.
Lo
que más me gustan son los monstruos, en definitiva, es una
magnífica novela gráfica que nos habla no solo de los monstruos del cine y la
literatura, sino de aquellos que nos atormentan, de los que se disfrazan de
personas decentes y de aquellos que nos lo arrebatan todo, además de enseñarnos
a amar la pintura, a apreciar a todo aquel que es diferente y a comprender que cuando
el mundo no nos comprende a veces se necesitan disfraces para seguir adelante.
Se trata, pues, de una historia fascinante con un solo defecto: su final no es
cerrado, por lo que los que los lectores que nos hemos enamorado de Karen y su
mundo tendremos que esperar a la siguiente aventura para saber si ciertos
asuntos se resuelven por fin. Mientras ese segundo volumen llega, os animo
encarecidamente a que os hagáis con este primero.
©
Cristina Monteoliva.