Hace unos días, tras más de treinta mil
palabras escritas, di por terminado el borrador de mi última novela. En la
última página, por si sentía la tentación de no darlo aún por bueno y volver
hacia atrás para seguir ampliando algunas partes, escribí la palabra FIN.
¿Quiere esto decir que voy a mandarlo a editoriales así, sin más? Por supuesto
que no. Este es solo el manuscrito inicial, el primer armazón de la historia.
Ahora toca revisar, pulir y reescribir hasta que quede más o menos contenta con
mi trabajo.
Me sorprendo un poco
cada vez que alguien dice que la fase de las correcciones le aburre. Es verdad
que es la parte más dura, pero también, para mí, la más gratificante: aquella
en la que ese montón de ideas y emociones que has plasmado en tu historia se
conectan por fin para convertirse en lo que tú querías cuando escribías el
primer borrador de forma apasionada, pero también bastante impulsiva y, a
veces, desorganizada. (La creatividad puede ser un torrente incontrolable). Ha
llegado el momento de demostrar lo que sabes sobre el oficio, de demostrar que
vales (o no) para esto. Y sí, es cierto: te va a costar bastante tiempo llegar
hasta el verdadero FIN, quebraderos de cabeza y puede que hasta horas de
insomnio: pero merecerá la pena.
Ahora bien: ¿en qué
consiste exactamente el proceso de corrección? Aunque supongo que todos los
autores miraremos con lupa ciertos aspectos (las faltas de ortografía, la
concordancia gramatical, que nuestros personajes queden bien definidos, que
quede clara la postura del narrador, etc), lo cierto es que no sé qué método
concreto siguen los otros autores. Probablemente el resto de escritores sean
mucho más organizados que yo, que soy un desastre. Seguro que ellos son más
eficientes y aprovechan mejor el tiempo. Sea como sea, os voy a contar lo que
yo suelo hacer, por si a alguien le sirve de alguna utilidad. Los pasos a seguir
serían los siguientes:
1.-
Realizar una lectura global de la obra. La lectura de la obra
en conjunto sirve para ver si las distintas partes y capítulos se coordinan de
forma correcta, encontrar las grandes incoherencias, definir las partes que
tienes que ampliar y aquellas que quieres eliminar, etc. No es necesario
imprimir la obra para esta primera lectura, pero sí tomar notas de
absolutamente todo lo que se te ocurra mientras la llevas a cabo. Esto, sin
duda, te facilitará las cosas más adelante porque, ¡no puede quedar ni un cabo
suelto!
2.-Dividir
la obra en secciones para proceder a la corrección.
Normalmente me ocupo de fragmentos de diez o quince páginas durante todo el
tiempo que haga falta. Cuando creo que por fin ha quedado bien, paso al
siguiente fragmento. Como digo, el tiempo que empleo en revisar cada sección es
variable. Y es que algunas secciones quedan bastante bien ya en el primer
borrador, pero otras necesitan una reescritura exhaustiva. Lo importante en
esta fase es intentar no agobiarte demasiado con esas partes que te dan más
problemas.
3.-
Realizar una nueva lectura global, preferiblemente en
papel. También sería preferible dejar reposar la obra un tiempo, para ver si se
te ha escapado algo y si al volver a ella es exactamente lo que querías. Pero,
lo admito: yo casi nunca tengo paciencia para ello. Una vez que empiezo a
corregir, tengo que acabar en un plazo de tiempo que yo me imponga (uno o dos
meses, en este caso).
4.-Dar
la obra a leer a uno o varios lectores cero (que no nulos).
Aunque creamos tenerlo todo controlado, siempre hay algo que se nos escapa.
Para detectar esos fallos, lo mejor es que alguien más lea tu obra,
preferiblemente alguien que tenga alguna mínima noción de corrección literaria,
y te diga, con sinceridad, qué puedes mejorar de tu obra. Si lo único que
encuentra en ella son un puñado de erratas y algún fallito fácilmente
corregible, ¡perfecto! Si no, tendrás que tomar buena nota de lo que te diga e
intentar corregir todo aquello que creas conveniente.
Confieso que estoy
contenta. Tras la primera lectura de este nuevo manuscrito, he quedado
medianamente satisfecha, cosa que no siempre sucede. Sé que el trabajo será
duro, pero al menos no parto de un estado de ánimo bajo, como en otras
ocasiones. Creo que la obra final tendrá muchas más de esas treinta mil
palabras iniciales. Pero, bueno, ya se verá. Ahora toca ponerse a corregir. Así
que os dejo, amigos, ¡que tengo mucho trabajo por delante!
©Cristina Monteoliva.
Cristina Monteoliva