Título: En busca de la nada
Autor: Víctor Ayllón
Publica: Artificios
Páginas: 176
Precio: 15 €
Existe en el Poniente Granadino una
localidad de nombre Huétor Tájar. Surgido de la unión de las antiguas alquerías
de Huétor y Tajara, este municipio de unos cuarenta metros cuadrados y unos
diez mil habitantes en la actualidad rezuma historia por todas sus plazas,
calles y campos circundantes. Una historia antigua, pero también reciente, tan
interesante como para merecer más de un libro. Hoy os hablaré de uno que me ha
parecido, por muchos motivos, la mar de interesante: En busca de la nada, de Víctor Ayllón.
En
busca de la nada, este libro prologado por el cantaor
flamenco Juan Pinilla, es un compendio de relatos narrados desde el punto de
vista de un abogado de Huétor Tájar (Carlos), el hijo de este que estudia en
Granada (Daniel), una maestra que lleva mucho tiempo trabajando en el pueblo
(Carmela) y un hombre con síndrome de Ásperger (Ramón).
Comienza el libro con
el apartado titulado Carlos. Historias de
la plaza Ole. Como pronto sabremos gracias a los cuatro relatos que
componen esta sección, Carlos siempre ha vivido en Huétor Tajar, a excepción
del periodo que pasó estudiando en Granada y de aquel otro que pasó haciendo el
servicio militar en Armilla. Gran amante de su pueblo, después de acabar sus
estudios decidió convertirse en abogado local. En su memoria guarda recuerdos
de todo tipo: aquel susto de la infancia, las travesuras junto a su hermano, las vivencias junto a
personas que ya no viven en el pueblo (bien porque se marcharon, bien porque ya
fallecieron), la mili y las aventuras de juventud, los amores imposibles de
algunos de sus vecinos, los casos que ha llevado a lo largo de los años y que
no consigue olvidar…
El título de este libro
se lo debe el mismo al segundo de sus narradores. En Ramón. En busca de la nada, conoceremos el punto de vista de un
hombre con síndrome de Asperger que no espera gran cosa de la vida. Ramón no
vive en Huétor Tajar, sino en Granada. El pueblo, sin embargo, sigue muy
presente en su mente. Allí, al fin y al cabo, quedaron sus recuerdos de
infancia y juventud, así como sus familiares, en especial su madre, que tanto
se preocupa por él. De este apartado me parece especialmente destacable el
esfuerzo que ha hecho el autor por meterse en la piel de una persona con este
síndrome, de mostrar su forma de ver la vida. Por su riqueza en matices, pienso
que tal vez Ramón mereciera una novela para él solo, ¿tal vez para una próxima
ocasión?
En Carmela. Todo tiene su fin nos encontramos con que la narradora es
una maestra veterana que lleva muchos años observando todo lo que pasa en el
pueblo. Fruto de esta observación y del amor que siente por Huétor Tajar y sus
gentes, Carmela escribe sobre personajes muy conocidos del pueblo cuyos oficios
que tal vez acaben por perderse, de locales históricos que acaban por cerrarse para siempre, de grandes amistades con las
que no puede el paso del tiempo y de injusticias que acaban resolviéndose
gracias a la pericia de los más inocentes.
Por último, en Daniel. El tesoro del morisco Xavalí,
conoceremos, a través de ciertas cartas que llegan a manos del hijo estudiante del
abogado Carlos, la historia real de un morisco que, con todo el dolor de su
corazón, tuvo que dejar Huétor Tajar en el siglo XVI. Este morisco dejó un
tesoro escondido en el pueblo. ¿Acabará alguien encontrándolo? ¿Qué
consecuencias podría tener su hallazgo?
En
busca de la nada, en definitiva, es un excelente libro
que mezcla ficción con realidad para darnos a conocer la historia de Huétor
Tájar desde el siglo XVI hasta la actualidad; un volumen con el que conocer las
costumbres locales, la cultura de este pueblo, las calles y plazas más
emblemáticas, los campos que invitan a pasear, la forma de ser de sus gentes y
el sentir de las mismas; una excelente obra tanto por su contenido como por su estilo
y las distintas perspectivas que nos ofrece de un pueblo al que, sin duda, tras
la lectura dan ganas de ir a conocer. Por lo pronto, ¿qué tal si te animas a
empezar a hacerlo con este libro?
Cristina Monteoliva