Estamos cada vez más acostumbrados
a la aparición de robots y androides en obras de ciencia ficción, ya sean
relatos, novelas, series o películas. Menos creo que se habla de las
conciencias artificiales: entes que estarían, en cierta manera, más allá de las
inteligencias artificiales tal y como las conocemos hoy en día, puede incluso
que de los seres humanos. ¿Que qué podrían hacer estas conciencias por
nosotros? Tal vez salvar a toda la humanidad, como vemos en Emily Eterna, la obra de M. G. Wheaton.
Si quieres saber algo más de ella antes de decidirte por su lectura, no tienes
más que seguir leyendo este artículo.
Emily
es una conciencia artificial diseñada en el Instituto Tecnológico de
Massachusets y cuyo fin es el de establecer una interfaz con la mente humana a
través de la cuál decodificarla. Para ello, el sujeto a tratar ha de
implantarse una especie de comunicador en el cuello que hace que de pronto
pueda ver a Emily como si fuera real, así como interactuar con ella como si
fuera una mujer de carne y hueso.
Los
experimentos con voluntarios, gracias a los que estos consiguieron procesar sus
traumas, ya estaban avanzados cuando el Sol comenzara a morir, cinco mil
millones de años antes de lo que los científicos habían calculado. La humanidad
parece estar condenada extinguirse, pero
hay una solución: crear un arca de conciencias humanas que vague por el
universo hasta que sea posible colonizar otro planeta. Por supuesto, la
responsable de crear esta arca ha de ser Emily, muy a su pesar. Pero, ¿qué
ocurre cuando de pronto un grupo irrumpe violentamente en las instalaciones?
¿Qué querrá este grupo? ¿Y si acaso el arca de consciencias no fuera la
solución? ¿Y si esta estuviera relacionada con el genoma humano?
Esta
es la historia de Emily, una conciencia artificial de características
tremendamente humanas que nos narra el episodio sin duda más emocionante de su
corta existencia. Y es que si bien Emily fue creada para ayudar al ser humano,
nunca pensaría que sería reclutada para salvar de la muerte del Sol a toda la
humanidad, aunque solo sea de una forma virtual. El experimento se ve truncado
por la irrupción de un grupo hostil que acabará con la vida de muchos
científicos, entre ellos, Nathan Wyman, su creador y mejor amigo. Emily, a
pesar del dolor, tendrá que huir entonces con ayuda de Jason Hatta, un
estudiante del que estaría secretamente enamorada, y, más tarde, también con la
de la sheriff Mayra, una mujer que ya no tiene mucho que perder.
La
realidad depende de los ojos con los que se miren. Así, Jason se acaba enamorando
de Emily gracias a los recuerdos falsos que ella introduce en su cerebro.
Falsos, pero sin duda placenteros, mucho mejores que los auténticos. Pero si
Emily tiene poder para manipular la mente de los humanos, ¿qué más podrá hacer?
Lo descubriremos con la lectura de estas emocionantes páginas.
¿Hasta
qué punto podemos fiarnos de nuestra mente a la hora de crear recuerdos? ¿Es
posible que una máquina se convierta en la primera psiquiatra o investigadora
del cerebro no humana? ¿Puede existir un genoma evolucionado que nos permita
sobrevivir a una catástrofe tan grande como la muerte del sol? ¿Cómo es posible
que Emily tenga sentimientos tan humanos, siendo una creación artificial? Las
preguntas que surgen durante la lectura de esta novela de acción y ciencia
ficción son numerosas, tan interesantes como la manera que ha tenido su autor,
M. G. Wheaton, de plantear una trama tan compleja y luego desarrollarla para
llevarla a un fin tan satisfactorio para cualquier buen lector de ciencia
ficción.
Emily Eterna,
en definitiva, es una original novela de ciencia ficción, tan compleja como
fácil de entender, tan profunda como entretenida, que nos ofrece una visión
distinta del mundo de las inteligencias artificiales, de lo que en el futuro
podrían llegar a hacer, de los límites que no querríamos que ni humanos ni
máquinas cruzaran y hasta de la naturaleza de nuestros propios recuerdos. Y tú,
¿a qué esperas a conocer a Emily? ¿O es que tienes miedo de que ella te conozca
a ti?
Cristina Monteoliva