Queridos amigos
lectores:
Hace unos días
he tenido el placer de entrevistar a un gran escritor y buen amigo: Carlos Luria. Periodista, guionista,
profesor de escritura y escritor con un largo e interesante currículo a sus
espaldas, Carlos irrumpe este mes de febrero de 2016 en el panorama literario
con una muy interesante novela histórica: El
hidalgo que nunca regresó. Hablo con él sobre su nueva novela, pero también
de otros temas. Esperando que esta charla sea de vuestro interés, aquí os dejo
con ella:
Carlos Luria ha sido
periodista, guionista y escritor. Leo en la solapa de tu libro que actualmente
te sigues dedicando a la escritura (obvio: el motivo de esta entrevista es la
reciente publicación de tu novela El
hidalgo que nunca regresó), además de ser profesor de novela en Laboratori
de Lletres y colaborador literario en La 2. ¿Crees que se puede vivir solamente
de las letras o eso es cosa de unos pocos hoy día?
Pues precisamente tengo un primo que tiene una amiga a la que
hablaron de un tipo del barrio que tenía un vecino cuyo hermano resulta que vivía
de las letras... Aunque a lo mejor era un vacilón, vete a saber. Y ahora en
serio: vivir de las letras es más remoto que una alineación planetaria, e
infinitamente más complejo. Y seguirá siendo remoto y complejo mientras un
sesenta por ciento de españoles no lean ni un libro al año y sus gobernantes no
apoyen a la Cultura más allá de la exhumación de los improbables huesos de
Cervantes.
Como lector, escritor y
profesor, dínos, ¿qué tiene que tener una buena novela? ¿Y una buena novela
histórica?
Creo que una buena novela sólo debe tener una condición: que
emocione. La emoción es la materia prima de la Literatura y, en general, de
toda ficción. Lo mismo para una buena novela histórica. Por desgracia, una
buena parte de las novelas pertenecientes a este género son un alarde de documentación
más que de emoción. A la Novela lo que es de la Novela, y a la Wikipedia lo que
es de la Wikipedia.
Tú eres ahora profesor
de escritura. ¿Quiénes fueron antes tus maestros?
Los buenos libros, claro. Los buenos libros son un botín de
guerra para los que nos dedicamos a esto. Son la mejor escuela, el manual más
eficaz. Los profesores podemos ofrecer técnicas, espolear los espíritus, perfeccionar
criterios. Pero nada como echarte al coleto un buen Tolstoi del 75.
©Carlos Luria
Háblanos de tu
experiencia como profesor de Laboratori de Lletres.
Para mí es la felicidad, el aprendizaje constante por ambas
partes, el paladeo de la Literatura, contacto con mentes maravillosas. Son las
alegres copas que nos tomamos al salir de clase, la diversión y los pelos de
punta, las risas y algunos llantos. Son las palabras justas y hermosas, las
charlas interminables sobre la influencia de Faulkner en García Márquez, las
ganas de que empiece una nueva clase y, sobre todo, los nuevos amigos.
Como escritor, ¿dónde
encuentras la inspiración?
No creo en la inspiración. Creo en el trabajo duro y en la
presbicia por culpa de tanto ordenador.
¿Tienes algún método a
la hora de escribir o alguna manía reseñable?
Escribo sólo por las mañanas, de nueve a dos, en una habitación
sin vistas y en completo silencio. Cada media hora, aproximadamente, busco una
excusa para distraerme: poner la lavadora, colgar alguna chorrada en Facebook o
pensar en las musarañas. De vez en cuando me miro las uñas. Y hay una cosa en
la que soy inflexible, y es que sólo permito una compañía: la del diccionario
de sinónimos.
Tu primera novela
publicada era una historia policiaca. El
hidalgo que nunca regresó es, sin embargo, una novela histórica. ¿A qué se
debe el cambio de registro? ¿Te veremos escribiendo de nuevo novela negra en el
futuro?
Entre Uno de los muertos,
la novela negra a la que te refieres, publiqué una novela landscape bajo seudónimo, una táctica alimenticia que me ha dado
buenos resultados. Así que la variedad de géneros es enorme. No me gusta
encasillarme en un género, porque eso equivale a cortarme yo mismo las alas. Yo
sólo pienso en buenas historias, y si pertenecen a este u otro género, pues
estupendo para el librero, que sabrá dónde colocar mi libro. De hecho, mi
próxima parada será un libro de cuentos (para desesperación de mi agente).
Se conoce muy poco
sobre el paso de Miguel de Cervantes por Barcelona. Pensando en los lectores
más puristas de novela histórica, ¿no crees que es un poco arriesgado,
entonces, escribir sobre el tema?
La novela histórica es arriesgada de por sí. Es un género
repleto de licencias (tal vez el que más, junto con la ciencia ficción), y lo
único que debe exigírsele al autor es que aclare qué apartados son producto de
su imaginación y cuáles responden a la realidad histórica. Yo lo he hecho así.
Por lo demás, lo que sabemos a ciencia cierta de Cervantes cabría en cinco
folios, así que cualquier ficción con el maestro como protagonista es
necesariamente arriesgada. Sin embargo, hay un hecho cierto y que ya resulta un
poco tópica: la vida de don Miguel está tan repleta de aventuras que haría
palidecer al mismísimo Abraham Lincoln. Lo que pasa es que los españoles
tendemos a buscar fuera lo que tenemos, y sobradamente, dentro, y a resultas de
ello sabemos que Texas está en el Medio Oeste norteamericano pero no sabemos
dónde están los cuerpos de miles de republicanos fallecidos en la Guerra Civil.
©Carlos Luria
Y, a todo esto,
Barcelona y los bares (buena parte de El
hidalgo que nunca regresó
trascurre en una pintoresca taberna de la época) son temas recurrentes en tus
obras. ¿Es algo premeditado o totalmente inconsciente?
Yo soy un barcelonés meditado y premeditado. Conozco y amo mi
ciudad, y eso me facilita algo las cosas a la hora de escribir. Respecto a los
bares y las tabernas, qué quieres que te diga: son un colosal punto de
encuentro, y eso en ficción equivale a una golosina.
¿Qué parte de El hidalgo que nunca regresó te ha
costado más escribir?
Tuve muchísimos problemas a la hora de hacer hablar a don
Miguel. Llegué a soñar con él y a sufrir insomnio. En síntesis, fueron problemas
lingüísticos, por un lado, y problemas derivados de un cierto complejo de
inferioridad por el otro (los últimos problemas, por cierto, me los curó Javier
Cercas de un sopapo bien dado). También tuvieron cierta dificultad narrativa los
combates de espadas, pero me lo pasé tan bien documentándome sobre el arte de
la esgrima en el siglo XVI que la dificultad se vio compensada con la diversión:
una balestra bien ejecutada deja en mantillas cualquier paso de baile de
Shakira.
¿Te sientes
identificado con alguno de los personajes de esta novela?
Con todos. De verdad. Hasta con el cruel sargento de los Tercios.
Hasta con el traidor. Un escritor debe identificarse con todos los personajes
de su novela, por estrambóticos o perversos que sean.
Si tuvieras que volver
a escribir sobre Cervantes, ¿qué otra parte de su vida te gustaría tratar en
esa hipotética novela?
Hay dos momentos en la vida de Cervantes que me interesan, y de
ellos uno es real y el otro imaginado. El primero, prodigioso, es su estancia
en la cárcel de Sevilla, donde rodeado de gentes de la peor calaña y del
ambiente menos apacible que quepa imaginarse empezó a escribir el Quijote. El
otro es su improbable encuentro con Shakespeare en Valladolid. De ambos me
gustaría escribir, aunque dudo que lo haga (para desesperación de mi agente, de
nuevo).
©Carlos Luria
2016 es el año de
Cervantes. A lo largo de este año imagino que se pondrán a la venta multitud de
obras que hagan referencia al escritor español más célebre. Ahora bien, ¿qué
van a encontrar los lectores en El
Hidalgo que nunca regresó? ¿Por qué decantarse por tu libro y no por
cualquier otra novela histórica cervantina?
Una previa: por el momento, 2016 es el año de la vergüenza
institucional a la hora de conmemorar los cuatrocientos años de la muerte del
genio. En Inglaterra hace ya semanas que empezaron los fastos en torno a Shakespeare
por el mismo motivo, y mientras tanto aquí el Gobierno se conforma con obligar
a los escritores jubilados a elegir entre su exigua pensión o los pobres exiguos
derechos de autor. Eso por un lado. Por el otro, El hidalgo que nunca regresó ofrece una visión global y humana de
don Miguel al mismo tiempo que aporta luces sobre su fascinante estancia en
Barcelona, un episodio de su vida muy poco explorado y muy, muy importante:
recordemos una vez más que es en Barcelona donde don Quijote recupera la cordura. Barcelona es fundamental en
Cervantes. Así que sepamos qué le ocurrió allí.
Por cierto, ¿qué opinas
de las versiones del Quijote “modernizadas” o traducciones del Quijote al
idioma actual? ¿Crees que son necesarias hoy día?
He leído la actualización de Trapiello. Me parece una obra muy
trabajada, leal con el original y estupenda como puerta de entrada al Universo
Cervantes. Las polémicas en este sentido me parecen banales. Trapiello ama la
palabra.
Y por último, ¿qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Como ya he dicho, cuentos. Cuentos para adultos. Pero necesito
unas semanas de respiro. Don Miguel es mucho don Miguel, y después de tres años
de confraternización, el hidalgo me ha dejado agotado.
Pues
cuando descanses, ¡a por esos cuentos! Seguro que pronto te vemos estrenando
también ese libro. Mientras tanto, te deseo la mayor de las suertes con El
hidalgo que nunca regresó.
Muchas
gracias, Carlos, por tu tiempo, tus respuestas y tus fotos.
Y,
a vosotros, gracias por leer esta entrevista, que, como decía antes, espero que
haya sido de vuestro agrado.
Cristina Monteoliva