¿Cuándo comenzaste a
escribir, pensaste que llegarías a convertirte en un escritor de carrera?
Lo de “escritor de carrera” suena un poco conspicuo. Por
convicción y casi te diría que por devoción, desconfío de los escritores que se
proponen hacer “una carrera”. Por supuesto que siempre he sido muy ambicioso,
también en tiempos de extrema juventud, pero ambicioso respecto al alcance de
mis escritos, lo que de una manera un poco más petulante podría denominar “mi
obra”. Esa ambición es necesaria, sana y muy conveniente. Si uno no aspira, de
joven, a ser Flaubert, lo más seguro es que no llegue siquiera a celebridad
local en el mundillo literario.
Has publicado numerosas
novelas históricas. Algunas de ellas te han hecho merecedor de premios
literarios (el último de ellos, el Premio Hispania de novela histórica 2013 con
Almirante en Tierra Firme). ¿Te ves
escribiendo una obra de cualquier otro género?
Me veo y me he visto. Quedamos en que yo quería ser Flaubert, o
Carpentier mismo, para qué ir más lejos. No creo que nadie encuadre a
Carpentier en el gremio de los novelistas de género por haber escrito dos “novelas
históricas”: El siglo de las luces y El reino
de este mundo. Un novelista escribe sobre los asuntos que le llaman, y la
localización temporal es una circunstancia. Que recuerde, he escrito sobre
temas ambientados en la actualidad, en casi todas las décadas del siglo XX, en
los siglos V antes y después de Cristo, en el XVI, el XVIII… La novela siempre
es una representación subrayada y una interpretación ideológica (acaso moral)
de la realidad; y el “hecho humano” como parte de esa realidad tiene relevancia
temporal en los libros de historia, no en la narrativa. Ese es el motivo de que
lecturas como El Cantar de los Cantares,
El Decamerón o Historia de dos ciudades nos parezcan tan apasionantes como la
última novedad editorial de nuestro autor favorito.
Y a propósito de la
pregunta anterior, ¿por qué novela histórica?
Creo que esta pregunta está contestada. Es muy simple: si para
escribir sobre determinado asunto hay que trasladarse al siglo de los barcos a
remo, se traslada uno y problema resuelto.
Tus novelas hacen
viajar en el tiempo al lector continuamente, no puede decirse que seas un autor
centrado en un solo tiempo y un país. ¿Qué te lleva a escribir de una época o
de otra?
Hay autores, estos sí, “de género”, especializados en
determinadas épocas (Roma, la Edad Media, el Siglo de Oro, la guerra civil
española…), pero no es mi caso, espero. No escribo sobre épocas, por más que
unas me atraigan más que otras. Escribo sobre asuntos y personajes que me
llaman la atención y me cautivan lo suficiente como para tenerme atado al
ordenador los siete, ocho o catorce meses que se tarda en redactar una novela.
Me pongo ahora un poco estupendo, fronterizo con la pomposidad. A ver: ¿qué
diríamos de Shakespeare? ¿Qué era un “dramaturgo histórico” porque muchas de
sus obras están ambientadas en la alta Edad Media? Lo mismo vale para el drama
wagneriano, y etcétera, etcétera. Hay que escribir sobre aquello que nos aproxima
al misterio del ser y la evidencia del paso de la humanidad por el mundo. Ya se
encarga el calendario de poner la época.
Tu última novela se llama
Interregno. ¿A qué se debe el título?
Como escenario para desarrollar algunas novelas, me gustan los
períodos históricos de transición, cuando un mundo se derrumba y el nuevo aún
no ha surgido. Eso es un “interregno”, el precario vacío de poder entre dos
reinados. En el caso de esta novela, se refiere al siglo V dC, cuando Roma, en
la práctica, ya no ejerce su dominio en Hispania, pero no hay todavía un
sustituto a la autoridad imperial. El “interregno visigótico”, titulado así por
la historiografía decimonónica, alude al reino godo de Toledo. Mi novela se
sitúa en época anterior, cuando el poder de Roma ha dejado de serlo en la
práctica, aunque se mantenga nominalmente, y las hordas de bárbaros invaden
“Las Españas”, tal como llama a Hispania el buen clérigo Idacio de Limia,
Obispo de Chaves, en su apocalíptica “Crónica de Idacio”, un documento de excepcional
valor por la exactitud en la datación de los hechos históricos en aquella
época. Ese es para mí el verdadero “interregno”, cuando Roma ya no es Roma y
muchos pueblos, ciudades, clanes y culturas luchan encarnizadamente por la
supremacía. Históricamente los vacíos de poder suelen durar muy poco, en
realidad no existen. En la época a que nos referimos, los patriarcas
eclesiásticos, terratenientes y patricios destacados establecen de inmediato
alianzas entre ellos, o con caudillos recién llegados a sus territorios, para
equilibrar la situación y cambiar el sistema estipendiario: en vez de pagar
tributos a Roma, se satisfacían a los nuevos “dueños de la situación”. La misma
Roma, incapaz de gobernar sus todavía amplísimas posesiones, establece pactos con
ciudades hispanoromanas y jefes de tribus invasoras, otorgándoles el derecho de
“foedus”, es decir, gobernar determinados territorios bajo reconocimiento
jurídico del imperio. Es el origen del sistema feudal que ha de prolongarse
durante toda la Edad media.
¿Cuánto tiempo te tomó
la documentación previa a la escritura de Interregno?
Pues verás: considerando que la primera vez que oí hablar de los
reyes godos fue en la escuela, en 1963, y que empecé a escribir Interregno en 2011… Sí, eso hace un
total de 48 años.
Interregno es una
novela que aúna la novela histórica con lo fantástico. ¿Por qué decidiste
escribir una obra de este tipo y no ceñirte solamente a lo histórico?
Interregno es una novela ambientada bajo
unas coordenadas históricas determinadas, en la trama intervienen algunos
personajes que existieron realmente y se da cuenta de hechos documentados;
también, como en toda obra de ficción, se desarrollan elementos argumentales
que sólo pertenecen a la imaginación del autor, que soy yo. Y en la ficción
cabe todo: la realidad y la fantasía, lo mensurable y lo mágico. Sí es cierto
que a la hora de escribir Interregno me he dejado llevar por
un estilo y una visión del mundo donde lo fabuloso y legendario ocupan un lugar
importante. Pero, seamos sinceros: ¿en qué contexto historiográfico no
aparecen, con fachada de verdad incuestionable, elementos mítico-fabularios? ¡La
Historia está plagada de mitos, leyendas, relatos fundacionales más falsos que
una moneda de tres euros! Nosotros, que hemos vivido en Granada durante tanto
tiempo (creo que tú continuas por allí, o bien cerca), sabemos que nuestra
ciudad asienta lo profundo de su “ser colectivo”, es decir, su identidad común,
sobre los fortísimos cimientos de maravillosas mentiras y arriesgadas
escenificaciones: “la reconquista de España”, el supuesto esplendor del
supuesto paraíso nazarí, la Toma de la ciudad por los Reyes Católicos que no
fue una toma sino una entrega pactada, el “suspiro del moro” que ni fue suspiro
ni había moros por allí, la impostura de los Libros Plúmbeos y la fundación de
la Abadía del Sacromonte, la coronación en la Alhambra de José Zorrilla como
príncipe de los poetas de España, el mito lorquiano… La lista puede ampliarse
bastante, pero no vamos a cansar a los lectores. El mito tiene una eficacia
para generar “idearios colectivos” de la que carecen los discursos racionales y
razonables.
>>En mi novela hay reyes que existieron y ninfas de los
bosques que a lo mejor no existieron, generales romanos que fueron a la batalla
y bandidos que, quizás, nunca robaron una gallina porque no llegaron a alcanzar
el beneficio de existir. Torrente Ballester decía con frecuencia que en
literatura es real todo lo que puede contarse con verosimilitud. En ese afán he
mantenido el tono narrativo de Interregno, creo. Si es fantasía,
historia, pura ficción o novela sin etiquetas, es asunto que compete a los
lectores. He escrito lo que quería escribir.
La trama gira en torno
a Hogueras Altas y el reino de Vadinia. ¿Dónde se situarían estos lugares en la
actual España?
La civilización vadiniense floreció en tiempos prerromanos, en
los Picos de Europa como territorio principal aunque no único. Cuando tracé en
mi cabeza el mapa de la novela, localicé Hogueras Altas en el vértice
cántabro-astur-leonés de la zona, un paisaje sobrecogedor, de una belleza
soberana, casi tirana. El lugar es espectacular, duro como sus habitantes, con
unos veranos muy frescos y unos inviernos terribles, con las carreteras
cortadas por la nieve desde noviembre a marzo. Yo creo que es un buen escenario
para desarrollar un argumento épico.
Interregno es una
novela coral en la que destacan dos personajes: Egidio e Irmina. ¿Qué nos
puedes contar de ellos?
Egidio es un arquetipo del antihéroe, el furtivo y con
frecuencia fugitivo que por una serie de circunstancias se ve abocado al
heroísmo, con lo que conlleva de renuncia y sacrificio, algo que, a su vez, va
en contra de su naturaleza apetitiva y un poco oportunista. Para alcanzar ese
rango de la heroicidad, lógicamente, ha de ser redimido por el amor. Y aquí
aparece Irmina, la mujer-niña que encarna los universales de la femineidad, en
vínculo sustantivo con la íntima potestad de la naturaleza. Irmina es, por así
decirlo, la representación de una idea y una verdad que siempre me ha fascinado:
el eterno femenino.
¿Fue aquella en verdad
una época tan inestable?
Bastante más de lo que se plantea en la novela, no iba a estar
todo el tiempo y página tras página centrado en aquellos sindioses. De los 35
reyes godos que integran la famosa lista, entre el reino de Tolosa y el de
Toledo, sólo seis fallecieron de muerte natural. Los demás, naturalmente,
murieron acuchillados, envenenados o ejecutados. Te pongo un ejemplo: Sigerico,
sucesor de Ataúlfo, tiene el record mundial de reinados breves, con siete días
y seis noches. Después se lo cargaron. Claro que el menda no era precisamente
una hermana de la caridad. Lo primero que hizo al subir al trono fue ordenar el
asesinato de los seis hijos de su antecesor, Ataúlfo, para evitar descendencia
que molestara a su propia estirpe. La viuda de Ataúlfo, la célebre Gala
Placidia, se libró de milagro, aunque padeció humillaciones inconcebibles en la
época, siendo como era hermana del emperador romano, Honorio. O sea que sí, en
efecto: fue una época inestable y un poco violenta. Perfecta para una novela.
¿Tienes pensado
escribir un libro que continúe con la historia de Interregno?
Pensado sí, desde luego. Otra cosa es que el propósito se lleve
a cabo. Depende de los vaivenes editoriales. Como suele decirse: ya veremos. Y
si no vemos, que no sea porque nos hemos quedado ciegos.
¿Qué esperas que
encuentren los lectores en Interregno?
Lo que van a encontrar, seguro: a sí mismos como lectores. A
unos les gustará, a otros les parecerá aburrida, o de poca sustancia, o
interesantísima. A saber… Cada lector lee su propia novela, la compone a su
criterio en la intimidad de su santiscario. Eso es lo que tiene de apasionante,
entre otras cosas, la literatura: no hay una sola novela que haya tenido dos
lectores. Siempre es un asunto individual, un “uno contra uno”.
¿Qué nuevos proyectos
literarios tienes en marcha?
Ganar el premio Nobel, hacerme millonario y retirarme a un
palacete dieciochesco en las Costa Azul, con un mayordomo inglés, un cocinero
vasco, un repostero italiano, un/a bibliotecario/a alemán/a y un/a masajista
noruego/a. Mientras tanto (porque el plan está por confirmarse), escribo un
libro de viajes. Te adelanto el título porque la obra ya está registrada: Viaje por Canarias y el resto de la
península.
¿Te gustaría añadir
algo antes de terminar esta entrevista?
Sí. Que el Real Madrid, mientras estén Florentino de presidente
y Benítez de entrenador, no va a levantar cabeza. Que no se diga que no he
avisado.
Pues muchas gracias,
José Vicente, por tu tiempo, tus respuestas y tus fotos personales. Espero que
tanto Interregno como tus otras obras
lleguen a muchos lectores, y que pronto te veamos de nuevo estrenando Viaje por Canarias y el resto dela península.
Cristina
Monteoliva