Título: El tiempo como enemigo
Autor: Darío Vilas
Edita: Editorial Base
Páginas: 168
Precio: 15,90 €
La vida nos plantea preguntas
continuamente. Algunas, por más que nos esforcemos en buscar respuestas, nunca
podremos contestarlas. Aun así, nos empeñamos en buscar y buscar, tanto en el
exterior como en el interior de nuestro ser. Entonces, cuando por fin parece
que renunciamos, la pregunta vuelve a nosotros de alguna forma. Como si el
universo quisiera reírse de nosotros. De esto y mucho más va El tiempo como enemigo, la novela de
Darío Vilas que hoy os vengo a comentar.
Tras muchos años
viviendo en Madrid, Carlos se traslada a Vigo. Lo hace para estar más cerca de
su socio en sus negocios secretos y un tanto turbios, Raúl; pero, sobre todo,
para seguir la pista de su antigua novia, desaparecida dos años atrás sin dejar
rastro. Carlos se alojará en el piso de Dena, una enigmática portuguesa. Pronto
descubrirá el madrileño que no solo su casera guarda un secreto sino que
también su casa esconde algo que quiere que él averigüe.
Carlos, el protagonista
de esta historia, es un treintañero con un negocio turbio, pero estable, un
buen socio y una obsesión en la cabeza: encontrar a la persona que amó,
desaparecida hace dos años. Carlos cree que ella murió en el accidente de tren
de hace unos años en Galicia, pero no está seguro. ¿Y si no fue así? ¿Y si en
realidad está viva y le necesita? Pero, ¿y si está siguiendo una pista falsa y
está en Galicia por otro motivo?
Por otro lado tenemos a
Dena, prácticamente la coprotagonista de esta historia. Dena es una mujer
enigmática, una caja de sorpresas. Después de vivir un tiempo en Portugal, Dena
vuelve a Vigo, lugar en el que su padre tenía un piso, para trabajar como
maquilladora en una funeraria. A diferencia de Carlos, Dena es una mujer
bastante inestable y mucho más compleja de lo que parecía en un principio. ¿Le
complicará eso la vida a Carlos?
No desvelo nada si digo
que el tercer personaje en discordia es el fantasma de una niña que habita la
casa que Dena le alquila a Carlos (esto queda bastante claro en la sinopsis
oficial de la novela). El fantasma aparece en los sueños de Carlos para hacer
que este averigüe lo que pasó en la casa, aunque puede que también por otros
motivos. Su historia, sin duda, es muy interesante, también el tratamiento que
de ella hacen los distintos narradores y el propio Carlos.
La historia consta de
dos narradores: uno en tercera persona que sigue de cerca a Carlos y Dena, y
otro en segunda persona que emplea el autor tanto para introducirnos a los
lectores en el mundo de los sueños como a su propio protagonista. Aunque haya
muchos detractores en el mundo de las letras del uso de la segunda persona en
la narración, yo, en este caso concreto, encuentro que este es un recurso muy acertado.
Da un toque de cercanía, tiende un puente entre el protagonista y el lector
difícil de conseguir con otros recursos. Hace, en definitiva, que nos metamos
con Carlos en la casa a esperar a que venga la niña fantasma y nos cuente su
historia.
Otros elementos interesantes
de esta obra: el sucio a la par que exótico negocio de Carlos, el trabajo como
maquilladora de difuntos de Dena y la buena descripción que el autor hace de él
y la historia que hay más allá de los fantasmas. Tampoco podemos olvidarnos de
personajes como Raúl, el socio en Vigo de Carlos y Gloria, la insoportable
dueña de esa cafetería que pronto se vuelve punto de encuentro entre Dena y
Carlos.
El
tiempo como enemigo, en definitiva, es una historia de
preguntas y respuestas tanto para los protagonistas como para el lector. Se trata,
pues, de una obra cargada de misterio con ciertos fundamentos reales muy
seleccionados, además de una aventura en la que los protagonistas juegan en
contra del tiempo, huyendo de él, refugiándose en él. Carlos y Dena quieren
dejar atrás ciertas cosas y alcanzar pronto otras tantas. Aunque, ¿quién sabe
lo que el destino y ese dichoso tiempo del que escapan les depara?
El
tiempo como enemigo: una novela original que no va a dejar
indiferente a sus lectores. ¿Te atreves a comprobarlo?
Cristina Monteoliva