Stalin acabó con su vida pero no pudo
silenciar su obra. Conmueve su asesinato, pero también la capacidad de
trascender de su legado literario. Isaak Babel fue considerado uno de los mejores
escritores soviéticos de su época, pese a no encajar dentro de la épica
revolucionaria que dictaba el poder, o tal vez por eso. Historia de mi
palomar y otros relatos reúne once piezas escritas entre los años 1915 y 1930,
todas aparecidas en diferentes revistas de la época. En ellas el escritor hace
un esbozo del tiempo que le tocó vivir. Desde el submundo del gueto judío hasta
las trincheras de la guerra polaco-soviética pasando por los ambientes
vanguardistas de San Petesburgo o el Moscú revolucionario. En estos textos
recrea su infancia judía dentro del universo soviético, sus primeros amores, su
vocación literaria, la guerra... Con gran maestría hace un retrato costumbrista
de su tiempo, contrapone la violencia de los pogromos a la inocencia infantil,
nos muestra claramente el choque entre la tradición judía de su familia y las
costumbres rusas o la descarnada crudeza de la guerra. Todo ello atravesado por un hilo de fina ironía. Deudor
de Chéjov o Maupassant, su prosa es concisa y elaborada; densa en su contenido
pero sobria en la ejecución, carente de adornos y florituras.
De
los once textos que componen esta obra dos son puramente autobiográficos.
Curiosamente, todos están escritos en primera persona y tanto en “Historia de
mi palomar” como en “Infancia” el propio autor comenta que se trata de una
novela autobiográfica. En ellos se mezcla la realidad con la pura fabulación de
manera que estos relatos son mucho más que unas memorias. Su intención era
entregar el manuscrito completo en 1939 pero le fue requisado por la policía
política soviética cuando le arrestaron. Tal vez estamos ante una obra
inacabada pero nunca lo sabremos.
Su
compromiso ético con la verdad lo llevó a alejarse de la corriente literaria
oficial al servicio del poder y lo colocó en el lado de la disidencia. Su
realismo, muchas veces descarnado, impacta y conmueve. Nada que ver con la
realidad maquillada que su gobierno exigía y cuya no aceptación acabaría costándole
la vida. Fue detenido, torturado y finalmente ejecutado durante la Gran Purga
de Stalin a los cuarenta y cinco años, en plena madurez creativa.
María Dolores García Pastor