jueves, 24 de febrero de 2022

Entrevista: PILAR VERA.

 

Queridos amigos de La Orilla de las Letras,

     seguimos entrevistando a autoras que tienen mucho que contar. En esta ocasión, nuestra invitada es Pilar Vera.

     Pilar Vera (Cádiz, 1975) se metió a periodista convencida de que el periodismo es un cuento, de modo que lleva toda la vida contando historias de finales abiertos, cerrados, más allá de la ficción, contra la ficción, por dinero, sin dinero. Durante años, ha trabajado en temas relacionados con el mundo cultural, ampliando el campo a cuestiones de corte social, ciencia y medio ambiente. Más allá de lo profesional, ha participado en distintas antologías (Steampunk. Antologia retrofuturista, Lunta y 13 puñaladas) y escrito dos libros de relatos de corte gótico, Cámara oscura y Cosas que acechan en la noche.

     Dicho esto, aquí vamos con la entrevista:

¿Cuándo comenzaste a escribir?

¡Muy buenas, Cristina! Pues creo que la primera vez que me propuse escribir algo sin relación con redacciones o concursos escolares debía tener unos 14 años. Un horror, claro. Cuando de adulto miras a ese adolescente que creía saberlo todo, y eres consciente del océano de ignorancia en el que nadaba, quieres morir del bochorno.

¿Qué lecturas crees que te han influenciado como escritora?

Pues mira, hay varios títulos que terminan asomando haga lo que haga, pero no sólo en las lecturas que me puedan gustar o en lo que pueda escribir, sino en lo que soy. Todas ellos, también, cuentan entre las primeras lecturas. Uno es La Odisea: lo pillé de pequeña y no me enteré de nada, claro. Menos del Canto X, el de Circe: ese lo entendí a la perfección. Y luego, ya de mayor, descubrí que La Odisea es en realidad un hechizo, un sortilegio que abre puertas. El otro es La historia interminable: lo leí con nueve años, la edad que tenía el protagonista, y siempre me he sentido un poco como Bastian Baltasar Bux, escondido en su ático. Creo que es uno de los títulos fundamentales para aquellos que seguimos “creyendo”. Jane Eyre conjuraba nieblas, una huérfana fea y listilla, infancias solitarias, páramos y casas solariegas, un aire fantasmal, goticismo y un héroe byroniano. Como la araña a la mosca, vaya. Y, por supuesto, Mujercitas: como tantas, no hubiera puesto una palabra tras otra en la vida de no haber sentido que Jo March marcaba el camino.

¿Qué estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?

Pues ahora mismo estoy a mitad de lectura de El ejército de los sonámbulos (Anagrama), la novela de Wu Ming situada en la Revolución Francesa; y El tejido de la civilización (Siruela), de Virginia Postrel, un recorrido por la historia de los textiles y la moda que me recuerda un poco a El infinito en un junco. Ambos los estoy disfrutando mucho y los recomiendo, sí. 

© Pilar Vera.

¿Ha cambiado la pandemia de covid tus hábitos de escritora?

No. Pero es que no los tengo, no hay, no existen, cero. No tengo método y, cuando escribo, lo hago compulsivamente, a menudo con un algún tiempo de fecha tope sobre la cabeza. Un desastre. Pero eso de que no escribo es mentira, por supuesto: a escribir me dedico, porque trabajo en prensa, por eso me pagan (todavía). Así que, aunque el gustarme escribir tiene la culpa de que me dedique a lo que me dedico, y crear mundos es algo que me encanta, la idea de ponerme a hacerlo en mi escaso tiempo libre es como si le decimos a alguien que trabaje con datos, por ejemplo: “¿Qué? ¿Hace una tablita de Excel para relajarnos?”.

¿Dónde encuentras la inspiración?

Pues muchas veces en lo que leo, algún detalle histórico que parezca intrascendente, en la mitología, en los cuentos clásicos, incluso en fotografías.

¿Por qué escribir cuento y no novela?

Porque necesito que todo encaje como un guante en la historia, y hacer un mecanismo así en gran escala me paraliza, esa es la verdad. Un cuento puedes empezarlo, trabajarlo, y en dos o tres tomas, aunque pase tiempo entre ellas, lo terminas. Si después no funciona, pues tampoco se pierde tanto. Una novela, tengo la sensación, exige constancia: pienso que terminaría agotándome, porque como he dicho escribir no es algo a lo que pueda dedicarme de forma única, ni supone una ‘liberación’. Respecto a esto, no deja de ser curioso, incluso hoy en día, la vigencia de novelones con muchas páginas, cuando nuestra capacidad de atención está fosfatinada por las pantallas.

Has publicado dos obras de cuento gótico: Cámara oscura y Cosas que acechan en la noche. Entra una y otra publicación pasaría bastante tiempo. ¿Por qué?

Los motivos son muchos, o quizá sólo uno, no sé. Tras Cámara oscura tenía preparado otro tema, pero la editorial fue a concurso de acreedores y la mala suerte me comió la moral. Después han pasado muchas cosas: una depresión, un desprendimiento de retina, una niña… Y he seguido y sigo trabajando, también, a jornada completa en un oficio que no es muy ordenado. Aun así, creo que son todo excusas y que la verdad, la auténtica verdad, es lo que comentaba antes: que escribir, escribo casi todos los días, ocurre que no con un libro en la cabeza. La opción de quitarme sagrado sueño para hacerlo, o que mi hija deje de salir al mundo exterior para hacerlo… Pues, como suele decirse, no me quieras tanto. También influye el hecho de que lo que se conoce como vida literaria, no sólo es que no me llame la atención, es que me repele.

© Pilar Vera.

¿Crees que hay una evolución entre Cámara oscura y Cosas que acechan en la noche?

Sí, Cámara oscura tenía una especie de vindicación de la fantasía, de la mirada más allá obvio. Creo que como introducción a un rico mundo interior estuvo bien. Pienso que  Cosas que acechan en la noche es un libro con más referencias, de forma un tanto inevitable, por lo que resulta más sustancioso. Y creo que tiene una estructura más fuerte, con una médula común muy potente: lo tremendo, y mágico, de la Navidad.

En La Orilla de las Letras no hemos leído Cosas que acechan en la noche. ¿Qué puedes contarnos de este libro?

He querido que fuera un acercamiento, a través de la ficción, a cómo el mono asustado que somos ha reaccionado desde que tiene conciencia de sí mismo al periodo más oscuro del año. Una época que llenamos de luces, precisamente, para espantar las tinieblas, pero que hace no tanto era especialmente dura, y nos daba una medida de nuestra vulnerabilidad. A veces digo que es el libro de cuentos del Krampus: historias ambientadas en la época navideña en las que aparecen el Green Man y el Buen Rey Wescenlao, el hada Morgana o el Támesis helado, pero en las que no hay turrones, ni Lotería, y no mucho de Papá Noel…  Quien sea un especialista en el tema de los ritos y mitos navideños, lo disfrurará; pero también quien busque una lectura dentro del género de lo fantasmal o de lo fantástico. Y, aunque no lo he escrito con ese público en la cabeza, podría ser una buena lectura para un adolescente descolgado de lecturas o al que le guste Neil Gaiman.

Tengo entendido que los cuentos de Cosas que acechan en la noche tienen lugar en distintas épocas. ¿Cuál de ellas sería tu favorita? ¿Y tu cuento favorito de este volumen?

Sí, Cosas que acechan en el noche salta en el tiempo de la Edad Media al siglo XVI, a la época victoriana y al mundo actual. Pues imagino que, estéticamente, y también por esa sensación que empezaba a filtrarse de ruptura y posibilidad en mitad de la marea de corsés, mi favorita es la época victoriana. Pero de estos cuentos, el que más me gusta es uno que he llamado Cuento de invierno, porque la referencia a Shakespeare es evidente todo el rato: está ambientado a finales de la época isabelina y las hadas, como esos seres caprichosos y sobrenaturales que tienen enorme predicamento en las vidas de los humanos (sin que estos lo sepan muy bien),  cuentan con un gran protagonismo.

© Txema Ferrando.

¿Qué esperas que los lectores encuentren en Cosas que acechan en la noche?

Pues espero que encuentren que hay una Navidad más allá de lo evidente, de todo el espumillón y de gran parte del sentimentalismo, y que puede incluso gustarles. A quién no le gusta leer unos cuentos de fantasmas en un día nublado. Con una chimenea. Y un setter a los pies. En una mansión en el campo irlandés. Sí, esa imagen es un poco cuando lo pides por AliExpress y cuando te llega. Pero el primer paso y la, digamos, invocación, sí que puedes tenerla con mi librito. Me gustaría que, quien se acerque a esta propuesta, recupere el goce porque le cuenten historias, ese cosquilleo adolescente. Y que se reconcilie con lo fantástico, si alguna vez se alejó.

¿Qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?

Pues no sé a qué ideas meterle mano y así me puedo quedar, bloqueada, eternamente, aunque me tienta mucho continuar Cuento de invierno en formato novela. En la cabeza me rondan poner en orden un ensayo de mitos y cuentos de hadas, una historia de aliento largo en época victoriana, recontar el mito de Clitemnestra o algo que tuvo que ver con mi abuelo, fuera totalmente de mi zona de confort, eso sí. Nada, como ves, proyectos nada ambiciosos que no llevan nada de tiempo… Mi propósito de Año Nuevo era poner en marcha una newsletter con los temas que me gustan, y aquí me tienes. 

¿Te gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?

Sólo darte las gracias por dejarme participar en este proyecto tan grande que llevas a cabo a pulso.

Muchas gracias a ti, Pilar, por tu tiempo, tus palabras y tus fotos personales.    Esperamos que Cosas que acechan en la noche llegue a muchos lectores y pronto nos sorprendas con nuevas obras.

     Y a vosotros, amigos de las letras, como siempre, gracias por estar un día más al otro lado. Y ahora, ¡a leer!

Cristina Monteoliva