Imagina un futuro en el
que todo sea perfecto gracias a la acción de un gobierno eficaz que vela por la
felicidad de los ciudadanos. ¿Creéis que eso sería posible? ¿Acaso no acabaría
todo derrumbándose creando un nuevo caos? Es lo más probable, como vemos en El despertar de los infelices, la novela
distópica de Gonzalo Montes Amayo de la que hablaremos a continuación.
Etón
y su familia viven cómodamente gracias a un gobierno que ha impuesto unos
principios de nuevo acuerdo de convivencia que incluirían buscar el bien común
sanitario y un sistema económico que lo respalde. En realidad, lo que hace que
la sociedad permanezca estable y prácticamente utópica es el uso de una droga
que supuestamente mantiene a todos felices. Cuando la mandanga, esta droga,
escasea, reina de pronto el caos. Etón deberá decidir entre recuperar la
mandanga o vivir según la virtud. ¿Estará su familia de acuerdo con su
decisión?
Etón,
el narrador y protagonista de esta novela, a la vez que observador necesario,
es un padre de familia que busca el bien de los suyos. De carácter tranquilo y
filosófico, no durará en emprender un peligroso viaje por las tierras más
salvajes cuando las cosas se pongan feas. Será, sin duda, el viaje de su vida,
no solo de forma externa, sino interna, pues al ir haciendo camino sus
pensamientos sobre la sociedad, la familia y su propia existencia irán
cambiando.
La
familia de Etón está compuesta por Penélope, su mujer, y sus hijos Telémaco y
Escila. Durante buena parte de la narración, la familia busca a una
desaparecida Escila, lo que les llegará a todos a los territorios más
insospechados, dominados por personajes de lo más pintoresco. Y peligroso.
La
sociedad feliz inducida por la mandanga fue consecuencia de un gran evento
apocalíptico llamado “El Apagón”. Como vemos a lo largo de esta historia, el
ser humano está abocado a repetir sus errores, por lo que después de un
cataclismo social llegaría otro igualmente grande.
El despertar de los infelices,
en definitiva, es una novela de aventuras y ciencia ficción pesimista, pero,
sobre todo una obra poético filosófica que aborda el eterno problema de la
lucha de clases, de las diferencias sociales entre los que están arriba y los
que está abajo. Un obra compleja a la par que cercana que dará mucho que pensar
a las mentes más inquietas.
Cristina Monteoliva