Tal vez por culpa del
cine, cuando pensamos en los vampiros solemos imaginar seres elegantes y
atractivos. En el caso de que existieran, ¿por qué no podrían ser menos guapos,
simplemente de aspecto corriente? ¿Y si algunos parecieran indigentes? Seguro
que estos se ocultarían en las vías del metro de las grandes ciudades, como los
vampiros de Muertos de segunda, la
obra de Christopher Buehlman ganadora de premio a la Mejor Novela de Terror
American Library Association 2015. Si quieres conocerlos un poco antes de
decidirte por su historia, no tienes más que seguir leyendo esta reseña.
Nueva
York, 1978. Tras cuarenta años como vampiro adolescente, Joe Peacock cree
saberlo absolutamente todo lo que hay que saber sobre su estirpe. Hasta que un
día aparece en la ciudad un grupo de vampiros que no conoce. Se trata de unos
inquietantes niños cuya sed de sangre no tiene parangón. Margaret, la líder de
los vampiros de los túneles del metro, intentará detenerlos. ¿Será esto
posible? ¿Qué hace que los niños sean tan poderosos? ¿Será este el fin de los
vampiros neoyorkinos?
Joe Peacock podría
jubilarse de seguir vivo. Sin embargo, no aparenta más de catorce años. Es la
edad que tenía cuando Margaret, su antigua cocinera, le convirtió en lo que es
en el momento de la narración, 1978; a saber: un vampiro. Joe vive con ella y
otros vampiros en los túneles del metro de la populosa y colorida ciudad de
Nueva York. Allí duermen de día. De noche, todos salen para pasarlo bien
mordiendo a gente que no parece enterarse de nada, ligando en bares y viviendo
divertidas aventuras.
A
pesar del mal carácter de la líder del clan (Margaret es todo un personaje),
todo parece ir bien. Un buen día, sin embargo, aparecen unos niños vampiros del
todo inquietantes. Estos pequeños seres pondrán patas arriba el mundo de los
otros vampiros, hasta el punto de hacerlo peligrar. La cuestión es: ¿se puede
derrotarlos?
El
protagonista y narrador de esta historia es Joe Peacock. Si bien comienza la
misma de una forma desordenada, hablándonos de episodios sueltos de su
ajetreada y emocionante existencia como no muerto, pronto encauza la narración
para contarnos lo que sucede en 1978 en los oscuros túneles del Metro de Nueva
York.
Aunque
no lo parezca físicamente puesto que fue convertido con solo catorce años, Joe
hace tiempo que superó la edad adulta. Durante su no muerte, ha vivido todo tipo
de experiencias. En esencia, sin embargo, sigue siendo un adolescente, un niño
grande que necesita de la ayuda constante de su amigo Cvetko, un vampiro de
aspecto casi anciano; y de la mujer que lo convirtió, la imponente Margaret.
Todo esto queda reflejado no solo en su historia, sino también en la forma que
tiene de contarla. Así, nos encontramos con que Joe es un narrador detallista,
divertido e inteligente, pero también descuidado y descarado: un niño grande
con sus virtudes y sus defectos.
Los
vampiros de Muertos de segunda no son
nada elegantes por fuera. Algunos, ni siquiera son atractivos. Para sobrevivir
en el Nueva York del 78 tienen que pasar desapercibidos, a veces, incluso,
pareciendo indigentes. El glamour,
eso sí, lo llevan por dentro. Todos ellos, incluso los terribles niños que
aparecen para desbaratarlo todo, tienen personalidades muy marcadas que dejan
huella en sus víctimas.
La
obra se nos presenta con un doble final: uno que nos resultará más agradable y
otro que, sin embargo, no nos dejará tan buen sabor de boca. El lector deberá
decidir si llega o no a leer la otra cara de la historia. Lo único que diré es
que me ha parecido un ingenioso recurso literario por parte del autor de este
libro.
Muertos de segunda,
en definitiva, es una estupenda novela de chupadores de sangre que nos hace
adentrarnos en un submundo sucio y caótico en el que la luz la aportan los
seres que lo habitan. Una obra intensa, tan terrorífica como divertida, que nos
hace vivir una gran aventura en el Nueva York del 78. Y tú, ¿a qué esperas para
conocer a Joe Peacock y sus compinches?
Cristina Monteoliva