Título: La Casa Holandesa
Autora: Ann Patchett
Traducción: Carmen Francí Ventosa
Publica: AdN Alianza de Novelas
Páginas: 392
Precio: 18 € / 9,99 € (ePub)
Los seres humanos somos capaces de
obsesionarnos con gran diversidad de asuntos y cosas: la época del colegio o el
instituto, el chico o la chica que alguien dejó escapar, el negocio que fue
mal... O una casa. La casa en la que alguien creció y que, en algún momento, le
fue arrebatada. Esta, la de su casa de la infancia de la que fueron expulsados
bruscamente, es la obsesión de Maeve y Danny, los chicos de la interesante
novela La Casa Holandesa, de Ann
Patchett. Si quieres saber más sobre estos hermanos antes de decidirte a leer
su historia de una vida, no tienes más que seguir leyendo esta reseña.
Cuando Danny tenía tres
años y su hermana Maeve once, su madre se fue a La India para ayudar a los más
necesitados. Nunca volvería a por sus hijos. La Casa Holandesa, la mansión que
Cyril, su marido, le comprara a las afueras de Filadelfia con el dinero amasado
en sus negocios inmobiliarios, se había convertido para ella en una auténtica
pesadilla. Cinco años más tarde, aparecerá en la vida de la familia Andrea, una
mujer que parece más enamorada de la casa que de Cyril. Si bien los niños nunca
llegan a congeniar con la novia de su padre, la relación se agrava cuando el progenitor
decide casarse con Andrea y esta lleva a vivir a sus dos hijas pequeñas a la
mansión. La muerte de Cyril a causa de un infarto precipita la salida de Danny
y Maeve de la casa. Durante toda su vida, Maeve soñará con volver a la mansión
mientras Danny solo quiere dedicarse al negocio inmobiliario, como su difunto
padre. ¿Podrán los chicos perdonar en algún momento a las personas que les
hicieron daño en el pasado y volver, tal vez, a la Casa Holandesa?
Danny, el narrador y
uno de los protagonistas de esta historia que cuenta la vida de una familia a
lo largo de varias décadas, era un niño de apenas tres años de edad cuando su
madre, Elna, decidió que la Casa Holandesa la asfixiaba y debía alejarse de
ella para ocuparse de los más necesitados en La India. Maeve, sin embargo, ya
tenía once años, por lo que no solo recordaría a su madre a la perfección, sino
que el disgusto la haría contraer diabetes. Una vez recuperada de la crisis
inicial, Maeve se encargaría de hacer de madre de Danny, si bien el chico
también tendría el afecto de Sandy, el ama de llaves, y Jocelyn, la cocinera.
Cyril, será un padre distante que, sin embargo, llevará a Danny todos los
sábados a cobrar los alquileres de los inquilinos y hacer pequeños arreglos en
los pisos alquilados.
Cyril le regaló la Casa
Holandesa, llamada así porque sus primeros dueños eran holandeses, a Elna, su
primera esposa. Será Andrea, la segunda, sin embargo, la que se enamore de la
mansión, hasta el punto de llegar a echar a Danny y Maeve de la misma cuando
Cyril muere. Danny, como veremos en la narración, conseguirá sobreponerse al
trauma mientras que Maeve no dejará de pensar en la casa hasta el día de su
muerte.
Los años pasan y vemos
cómo los hermanos salen adelante. Danny llegará a casarse y tener hijos. Maeve,
soltera, será feliz en su trabajo. De vez en cuando, ambos volverán a apostar
el coche de Maeve ante la casa, a la espera de que algo suceda.
Si bien los personajes
principales, Danny y Maeve, están muy bien dibujados en las páginas de esta
novela, tampoco podemos desmerecer a los secundarios, todos ellos girando
alrededor de ellos: Cyril, el padre que quiere a sus hijos a su manera
particular; la fría Andrea y sus inocentes hijas, Norma y Bright; Fiona, más
conocida como Peluche, la niñera que fue misteriosamente despedida; Sandy y
Jocelyn, las hermanas y mujeres del servicio que tanto querían a los niños;
Elna, esa madre que se fue para ayudar a los necesitados y de la que todo el
mundo habla tan bien, a pesar de haber dejado atrás a sus hijos…
La
Casa Holandesa, en definitiva, es una gran novela que
nos habla sobre la alternancia de los ciclos de pobreza y riqueza en una familia,
la fuerza de voluntad para salir delante de sus miembros más jóvenes, lo mucho
que les dolía su pasado y la necesidad de perdonar a todos los que les hicieron
daño. Esta historia, además, nos invita, gracias a las distintas versiones que
los personajes ofrecen de los hechos del pasado, a reflexionar sobre lo que es
verdad y lo que queremos que lo sea, y sobre todo aquello que, visto desde una
perspectiva distinta, adquiere un significado diferente. Dicho esto, la pregunta
es: ¿quedarás tú también embrujado por la Casa Holandesa una vez que te decidas
por esta lectura?
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.