Queridos
amigos de La Orilla de las Letras:
la
primera entrevista que publicamos en este 2020 es la que hemos tenido el placer
de hacerle a Víctor Amela para
hablar, entre otros muchos temas, de su última novela publicada, Yo pude salvar a Lorca, cuya reseña
podéis encontrar en:
Victor Amela, decano de la crítica televisiva en la
prensa, es el cocreador de la sección La
contra en el diario La Vanguardia,
además de colaborador del programa de televisión Aruseros de La Sexta.
Como escritor, ha publicado, siempre en Ediciones Destino, El cátaro imperfecto, Amor contra Roma, La hija del capitán Groc y Yo pude salvar a Lorca.
Dicho
esto, os dejo ya con las interesantes respuestas del autor. ¡A LEER!:
¿Qué
fue antes: la vocación periodística o la de ser escritor?
Van juntas. Me
gustaba leer. Y me atrajo un oficio que integra la lectura y la escritura para
narrar historias, y la curiosidad y el descubrimiento. Esta inclinación (y la
fantasía de ser Tintin) me condujo al periodismo, ya que lo de ser escritor me
parecía demasiado inalcanzable, por el respeto que sentía por los grandes
escritores de todos los tiempos.
En
la ficha biográfica de Víctor Amela de Ediciones Destino, imagino que escrita
en 2018, año en el que se publicó Yo pude
salvar a Lorca, tu última novela publicada, dice que entonces llevabas más
de dos mil cien entrevistas publicadas. Se me ocurren muchas preguntas al
respecto, pero como vamos a centrarnos en tu faceta como escritor, solo haré
una: ¿qué te preguntarías a ti mismo si fueras tu propio entrevistado?
Publiqué
mi última novela (después de otras tres), Yo
pude salvar a Lorca, el 1 de diciembre de 2018: lleva más de un año viva en
librerías, ¡y eso me enorgullece! Mi trabajo como periodista consiste en
entrevistar, y ahora llevo unas 2.200 entrevistas publicadas en la
contraportada del diario “La Vanguardia”. Me preguntaría algo que siempre
pregunto a mis entrevistados: “¿Qué estampa de tu niñez te viene a la memoria?”
Y respondería: “estoy sentado en un silloncito de casa de mis padres con una
pila de tebeos pegada al cuerpo, leo y soy feliz”.
© Víctor Amela. Juan Bonilla y su nieto Víctor Amela.
Como
escritor, ¿siempre supiste que lo que más te interesaba era la novela
histórica?
Teniendo
a mano la realidad y sus historias no necesito inventar demasiado. La realidad
me resulta sobradamente cautivadora: me fascinan sucesos del pasado, con sus
zonas de penumbra. Bien contada, cualquier historia pretérita se convierte en
una buena novela. El pasado siempre me ha atraído, y hay historias que piden
ser contadas, bien contadas, con todos los resortes y recursos narrativos de la
novela, para mí insuperables.
¿Sobre
qué tema de la historia no escribirías nunca?
Escribiría sobre cualquier
asunto, personaje, periodo, lugar, suceso... pero únicamente si me atrapa
profundamente por algo. Si no, no. He novelado las peripecias de un grupo de
fugitivos de la herejía cátara en la Edad Media en Morella, he novelado la Roma
en la que se enfrentaron el emperador Augusto y el poeta Ovidio, he novelado la
lucha de un guerrillero carlista levantino de 1840...: en cada caso latía una
historia que me enamoraba. Y he escrito Yo
pude salvar a Lorca para contar una historia muy íntima y personal y, a la
vez, de resonancia universal.
En
esta entrevista vamos a hablar fundamentalmente de Yo pude salvar a Lorca, una novela cuyo germen primigenio podríamos
decir que surgió una noche de los años sesenta en la que tu abuelo, Juan
Bonilla, te dijo, tras ver a Luis Rosales en televisión, que él pudo haber
salvado al gran escritor granadino. Por entonces, Víctor Amela, creo que se
interesaba más por otras lecturas que no tenían nada que ver con Lorca. ¿Cuáles
en concreto?
Juan
Manuel Bonilla Jiménez, mi abuelo, de Torvizcón (La Alpujarra, Granada,
1906-Barcelona, 1990) era poco hablador. Pero un día mencionó a Luis Rosales. Y
esa noche mencionó otro nombre: Lorca. “Yo pude salvar a Lorca”, dijo, en su
cerrado andaluz. Era 1970, yo tenía sólo diez años y no entendí qué había
querido decir. Por entonces yo leía tebeos (“El Jabato”, “Capitán Trueno”,
“Hazañas Bélicas”, “TBO”, “Pulgarcito”, “DDT”...), las novelas de Enid Blyton como “Los siete
secretos”, “Los cinco”, otras como “Los tres investigadores”... y empezaba con
las de Julio Verne (“La isla misteriosa”), Stevenson (“La isla del tesoro”),
Mark Twain (“Tom Sawyer), e historias del Tíbet, y Thor Heyerdahl y su “Kon
Tiki”...
Yo pude salvar a Lorca, novela que comenzaste a escribir tras
la muerte de tu abuelo, habla sobre la biografía del mismo y tu familia (tanto
la materna como la paterna), los últimos días del poeta, la Guerra Civil, el
exilio, la posguerra… ¿Pensaste desde el principio tratar tantos temas en esta
novela o fueron surgiendo conforme le dabas a las teclas del ordenador?
Daba
vueltas desde hacía tiempo a la idea de escribir algo sobre mi abuelo y Lorca,
en la Granada sublevada de 1936, pero no sabía cómo encararlo. Cuándo me
enteré, hace tres años, por mi tío Antonio (hermano mayor de mi madre) que mi
abuelo se dedicaba a pasar gente clandestinamente de la zona republicana a la
sublevada, entendí el encuadre y el foco: el drama de un hombre que se
compromete en un plan, y todo falla. Planifiqué un esquema. Luego, mientras
escribes, se te aparecen rocas en el camino, y túneles y puentes, y desvíos y
atajos, y tomas decisiones narrativas, según te pide la trama. Se trata de
dejar dichas las cosas fundamentales que querías decir, con más o menos
detalle, y que el armazón resista.
Con
respecto a ese tono tan cercano y poético, ¿te costó descubrir que era el
apropiado para la historia o salió solo desde el principio?
Mejoré
el tono cuando tenía ya mediada la novela: descubrí una mañana (hablando
conmigo mismo mientras me duchaba) que me apetecía dirigirme al lector sin
máscaras, recordarle que lo que está leyendo es una novela... pero que esta
novela la escribe uno (yo) que tiene sus profundos motivos personales para
escribirla. Era arriesgada esta combinación, pero me lancé (pensando que mi
editor me reñiría: no fue así, al contrario). Y me felicito del resultado,
porque encaja con lo que soñaba conseguir.
©Victor Amela. El autor en la casa de Federico García Lorca en Valderrubio
(Granada).
¿Cuánto
tiempo tardaste en escribir una novela tan compleja como Yo pude salvar a Lorca?
Empecé
a escribirla, sin saberlo, a los 10 añitos, cuando mi abuelo mencionó a Rosales
y a Lorca en su pisito aluminósico del barrio de la Trinidad Nueva, en el
extrarradio de Barcelona, en 1970. Y seguí escribiéndola el resto de mi vida...
pero sin saberlo tampoco. Empecé a pensar en escribir algo respecto de mi abuelo
hará unos quince años, cuando le conté la escena de la comida de Año Nuevo de
1980 a un hispanista inglés... Y me dijo, atónito: “Pero... con estas historias
que tenéis en todas las familias españolas, ¡¿¡¿por qué no escribís más
novelas?!?!” Le asombró la coincidencia de que mi tío paterno y mi abuelo
materno acabasen la guerra en el mismo sitio, sin conocerse, y que lo
descubriesen al romper yo sus silencios con una pregunta mía en aquella comida,
¡41 años después de los hechos! Me di cuenta de que tenía razón Jason Webster
(así se llama el hispanista inglés): ese día sentí que quería contar esa
historia en una novela, que no quería llevármela a la tumba conmigo. Pero la
vida nos distrae, y me puse trabajar en
ella en serio hace sólo tres años.
Esta
es una historia de subtramas que giran alrededor, de una forma u otra, de la
figura de Lorca, y en la que aparecen un gran número de personajes interesantes.
¿Cuántos de ellos son reales y cuántos los has creado para contar lo que
querías al lector?
Todos
los personajes son reales, a excepción de dos: los niños Palmira y Jacinto
(construidos a base de historias reales del Albaicín que he recogido al
documentarme). Incluso la prima de Lorca (madre de Palmira) ¡existió realmente!
y decía lo que cuento que decía, y la mataron también. Al maestro de escuela
que enseñó a leer a mi abuelo en la guerra (¡esto me lo contó mi abuelo!) le he
dado el nombre de Justo Garrido y le he construido una peripecia después de la
guerra: la cruzo con el barrio de mi tío y mi padre (que sí tuvo un profesor de
refuerzo al acabar la guerra...). Eso mismo hago con ese amigo de Agustín Penón
(personaje real) llamado Manuel Fernández: sé de él que firmó y dedicó un
ejemplar del “Romancero gitano” a Agustín (se conserva), y sobre eso le
construyo una biografía mortificada por la homosexualidad, sabiendo yo que
Penón era homosexual (lo que en parte debió de alimentar su pasión por Lorca).
Volviendo
a la documentación, ¿qué dato encontrado, hecho o anécdota te sorprendió más
cuando te estabas preparando para escribir esta novela?
¡Muchísimos!
Supe de la existencia de los “niños de la noche”, y de los hermanos Quero del
Albaicín; de la prima de Lorca con la que iba a los “saraos” del Sacromonte; de
los crímenes de las “escuadras negras” en Granada, y cómo asesinaban, se iban
de putas y agitaban en vasos de cristal los casquillos de bala de sus tiros de
gracia de esa madrugada; lo del gitanillo andaluz que enseñó a Leonard
Cohen a tocar la guitarra; y cómo Luis
Rosales salvó la vida a amigos
comunistas poniéndoles camisas de Falange; y que mi abuelo se afilió a
la Falange de Granada el 14 de agosto, justo cuando Luis Rosales registraba a
los voluntarios; cómo el joven Narciso Perales salvó la vida de Luis Rosales; y
que nunca apareció el cuerpo de Joaquín Amigo, despeñado en Ronda; y que el
poeta Luis Felipe Vivanco pudo ser degollado en una trinchera una noche; y el
delirio amoroso de Emilia Llanos… y, en fin, que pudo suceder con los restos
mortales de Federico García Lorca.
© Cristina Monteoliva. Presentación de Yo pude salvar a Lorca en el Palacio
de los Condes de Gabia en Granada el 4 de diciembre de 2019.
Con
respecto a Lorca, ¿crees que de verdad habría habido forma de evitar el cruel
desenlace?
Decía
Antonio Machado que le resultaba increíble y odioso que nadie en Granada
hubiese podido salvarle la vida a su querido Federico García Lorca. Machado no
podía saber que sí, que un hombre lo intentó: Luis Rosales. Falló por cinco
horas. Y a Rosales le ayudó mi abuelo, que me dijo lo que me dijo por eso. De
haberse cumplido su plan, a Lorca lo hubiesen colocado en zona republicana:
quizás hubiese embarcado hacia México... o no. Lorca, por su celebridad, o su
familia y amistad con el socialista Fernando de los Ríos, era una pieza
mayor en
sangrienta cacería que era Granada, sólo huir de Granada le hubiese
salvado, y él no quería irse...
¿Crees
que te ha faltado algo por contar en esta novela?
Sólo
un detalle de un sombrío lirismo, por trágico pero elocuente, un detalle que he
conocido después de publicada la novela: al acabar la guerra, las familias de Granada que tenía en casa
todavía algún ejemplar del “Romancero gitano” o de alguna otra obra de
Lorca..., ¡lo quemaron! Llamas de terror devoran poemas maravillosos: negra
estampa, medieval, que expresa cómo el pisotón de una guerra civil destruye el
espíritu.
¿Qué
esperas que encuentren los lectores en Yo pude salvar a Lorca?
Una
mirada compasiva hacia personas buenas que se vieron arrastradas por el momento
y la guerra a sitios que no hubiesen querido... Y de ahí venimos todos: quiero
propiciar que cada lector mire a su propia familia y escuche sus silencios. Que
entienda de qué silencios viene. ¡Y que vea qué es la maldad!: dañar a un
tercero por sacar algún provecho personal. Así como la bondad: beneficiar a otro
aún a riesgo de la propia vida.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
El
próximo marzo publicaré un libro de testimonios: ¡Nos robaron la juventud!, que reconstruye mediante un diálogo
imaginario con mi tío José (muerto en 2005) el drama de los chavales de 17 y 18
años que en el año 1938, durante la guerra civil, fueron enviados a combatir en
la batalla del Ebro, cómo a él le sucedió. He reunido en este libro 25
testimonios espectaculares. Y durante el año 2020 se conmemora el centenario del
nacimiento de esos chicos... Y algunos aún sobreviven: cumplen 100 años, ¡y
merecen todos los homenajes!
¿Te
gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
Nada
me complace y emociona más que un lector de mi novela cuándo me dice: “mi
corazón ha empatizado y entendido”. He querido hacer entender qué pasó en aquella Granada y cómo
venimos de ahí... Y, sobre todo, que sólo la amistad, la bondad, la poesía, la
belleza y el arte pueden salvarnos por dentro incluso cuando todo está perdido
por fuera. ¡Gracias por leerme!
@amelanovela
Muchas
gracias a ti, Victor, por rendir tan merecido homenaje a los que sufrieron,
llegando incluso a perder la vida, por culpa de la Guerra Civil tanto en tu
novela Yo pude salvar a Lorca como
en este nuevo libro que pronto conoceremos, ¡Nos robaron la juventud! Asimismo, desde este espacio te
agradecemos tu tiempo, tus palabras y tus fotos personales para ilustrar esta
entrevista.
Y a vosotros, amigos lectores, gracias
por estar una vez más al otro lado de la pantalla.
Cristina Monteoliva