Título: El nervio principal
Autor: Daniel Saldaña París
Publica: Sexto Piso Editorial
Páginas: 192
Precio: 18,90 €
Pensamos que tenemos superados ciertos
sucesos que nos afectaron en el pasado, que esos recuerdos ya no pueden
hacernos daño. Entonces, un día cualquiera, ocurre algún evento, tal vez algo
insignificante, que nos transporta a ese dolor que creíamos enterrado. Las
heridas se reabren, brota de nuevo el dolor. Y lo que es peor: puede que esa
herida no llegue a cerrarse de nuevo nunca, como en el caso del protagonista de
El nervio principal, la novela de
Daniel Saldaña París de la que tratamos hoy.
Un martes del verano de
1994, el protagonista sin nombre de esta historia no recuerda si fue de julio o
de agosto, Teresa, una madre de familia hasta entonces abnegada, decidió dejar
a sus dos hijos y a su marido para ir a presenciar la Convención Nacional
Democrática de la Selva Lacandona, convocada por el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, para, seguidamente, unirse a la lucha por el pueblo de
Chiapas. Mucho después, el hijo menor de Teresa, un hombre de treinta y tres años
postrado en la cama a causa de una fuerte depresión, escribirá en sus cuadernos
sobre aquel extraño verano en el que intentó averiguar a dónde se había ido su
madre, se obsesionó con el origami, asistió a las numerosas fiestas que su
hermana Mariana organizó en su casa e intentó conectar, sin éxito, con un padre
que, sin duda, tuvo mucho que ver con la desaparición de Teresa.
El narrador y
protagonista de esta novela de magistral manufactura es un hombre que jamás ha
superado la desaparición de su madre, aunque hasta no hace mucho, tras la
muerte de su padre, no fue consciente de cuánto le afectaba todavía. Deprimido
e instalado en la cama, nuestro hombre intenta explicarse más a sí mismo que a
los lectores lo que pasó aquel verano de 1994 y todo lo que después de aquella
fecha tuvo relevancia para él. Los sucesos del pasado más remoto se
entremezclan, así, con otros de uno más cercano, mostrándonos, al final, un
cuadro en el que Teresa, la mujer valiente que se fue persiguiendo sus ideales,
es siempre el foco de atención mientras que su marido y sus hijos siempre se
muestran en la periferia de sus afectos.
En 1994, nuestro
protagonista era un niño de diez años que se esforzaba por hacer figuras de
origami (siempre sin éxito), creía que los tatuajes temporales que regalaban
los chicles podían contener drogas, leía libros del tipo “elige tu aventura”,
pensaba que todo lo malo ocurría en martes, intentaba demostrar su teoría sobre
el hemisferio izquierdo y construía cápsulas oscuras en las que esconderse de
los demás. Este niño, tal vez más inocente que el resto de sus congéneres de su
edad, descubrió pronto no solo lo que es el nervio principal de una hoja
vegetal, sino también para su familia, cuando su madre, Teresa, decidió
dejarles.
Teresa, la madre
idealizada por su hijo, era una mujer enigmática que, cansada de una vida
convencional, se fue persiguiendo sus ideales políticos. Su hijo, mucho tiempo
después, no la culpa por ello pues entiende que ni Teresa amaba a su padre (un
hombre al que nuestro narrador se parece cada vez más, a su pesar) ni era feliz
con aquella vida que tenía antes de marcharse. Y, sin embargo, el vacío, la
pérdida, duele todavía tanto tiempo después. Hasta casi consumirle. Da igual
que por fin tenga todas las respuestas: el niño de diez años que todavía fue
sigue sin entender que su madre se fuera dejando atrás a su familia.
El
nervio principal, en definitiva, es una novela agridulce
que nos habla de una época crucial de la historia reciente de México, de lo que
significa tener unos fuertes ideales políticos que te lleven a dejar tu vida y
lo que eso conlleva para los que dejas atrás. Una historia sobre un niño
demasiado sensible para lo que le tocó vivir y un adulto que tal vez debería
intentar superar sus traumas y seguir adelante con su vida. Una obra llena de
incertidumbre, experiencias inolvidables, sabias enseñanzas y ternura que está
esperando a que le des una oportunidad. Adelante: no dejemos nosotros también a
su protagonista en la estacada.
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.