viernes, 24 de agosto de 2018

LORCA ÉRAMOS TODOS: crónica de una excursión veraniega al Barranco de Víznar.


Tan solo tres días después del triste aniversario de la muerte de Federico García Lorca decidimos ir por fin a ver el lugar en el que descansan, o alguna vez descansaron, los restos mortales del genialísimo escritor, el mismo barranco en el que fueron fusilados tantas personas inocentes. Digo por fin pues hasta la fecha nunca antes se nos había ocurrido acercarnos a dicho lugar. Ya se sabe cómo son ciertas cosas, que las vas dejando y cuando te quieres dar cuenta, al final pasan años. Lo importante, al final, es acabar haciéndolas si de verdad se quieren hacer. Ahora pienso que hemos tardado en visitar el lugar pero que sin duda no tardaremos en volver en otras ocasiones.
Víznar, municipio en el que se encuentra el barranco de igual nombre, es una localidad bastante cercana a la ciudad de Granada a la que se accede fácilmente por la autovía. Una vez en el pueblo, los carteles indican que siguiendo la carretera rural de la izquierda se llega hasta el barranco. Emprendimos nuestra excursión ya entrada la tarde y nos llamó la atención que tanta gente fuera a caminar por aquella carretera que, como he leído después, une Víznar con Alfacar. A mí también me sorprendió que, una vez que nos acercábamos al barranco y siendo este un punto de referencia, no se hubiera acondicionado ninguna zona para aparcar los coches, aunque como no había muchos vehículos circulando, no fue difícil encontrar un hueco en el arcén.
El camino al barranco propiamente dicho comienza, al menos el que nosotros seguimos, frente a la acequia de Aynadamar, una de las más importantes de Granada desde tiempos remotos y todo un símbolo para la gente de Víznar. A pocos metros de la carretera, se encuentran los primeros símbolos y carteles informativos, si bien el de la ruta rural (el de senderismo) nos resultó tan confuso, que pensamos que para llegar al lugar que queríamos visitar tendríamos que caminar, cuesta arriba, durante unos cuarenta minutos, en vez de unos cinco, como en realidad ocurrió. Creo que esta misma confusión la sufrió la única pareja interesada en el cartel, pues tras mirarlo durante un minuto, desistieron de seguir y volvieron a su vehículo o al camino a pie por la carretera.

© Cristina Monteoliva.

Tras subir una suave pendiente, llegamos a una zona llana y, enseguida, al lugar señalado. El sitio ha sido acondicionado para seguir un recorrido circular en el que destacan, como elementos construidos para seguir este recorrido, los dos puentes de madera. Decidimos atravesar el puente que teníamos a la izquierda, el que nos mostraba una primera zona de terreno plano a esa misma altura. Continuando el camino hacia adelante y después a la derecha, teníamos otra zona llana en la que se habían efectuado dos catas arqueológicas y se presentaban dos bancos de piedra con lápidas que recordaban a los asesinados en aquella zona, sus nombres y sus profesiones. El conjunto se completa con una hondonada, la zona de barranco propiamente dicha, presidida por un monolito ante el que se muestra una fila de flores que impresionan tanto por la cantidad como por el estado lamentable en que se encuentran (un estado normal, si tenemos en cuenta la época del año; pero no si pensamos que tal vez el sitio debería estar más cuidado).


© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

© Cristina Monteoliva.

En el lugar encontramos varias placas que hacen alusión a Federico García Lorca. La más significativa es aquella que reza “Lorca éramos todos” pues es importante recordar que aquella noche que el escritor granadino fue quitado de en medio tan vilmente no estaba solo. Muchos fueron los que también murieron aquí y es necesario recordarlo. Todos eran importantes. Por eso me entristece que en el lugar en el que cayeron se respire ese aire no solo fúnebre y sombrío, sino de abandono, y solo nosotros, una pareja y su perro, fuera a rendirles un breve homenaje en una tarde de agosto tan propicia para cualquier tipo de excursión.
Abandonamos el barrando de Víznar pensativos y cabizbajos. El fúnebre cantar de las cigarras, escondidas entre en los altos y frondosos pinos que convierten el lugar en un sitio tan sombrío, nos acompañó hasta el coche.
Allá dejamos los ecos del pasado, con aquel terrible último paseo, aquellos últimos pensamientos de los fusilados, sus deseos y sueños rotos. Allá dejamos al narrador y poeta, aquel que estuvo cerca del pueblo hasta el final. Allá dejamos físicamente el barranco, convertido un día en lugar de ejecución y entierro.
De allá nos trajimos la esperanza de haber honrado a aquellos fallecidos de forma apropiada. De allá nos trajimos la tristeza del alma al saber que un ser humano es capaz de hacer cosas tan terribles a otro. Y de allá nos trajimos nuestras ganas de deciros que si os gusta Federico García Lorca y pasáis por el centro que lleva su nombre en la ciudad y la Huerta de San Vicente y luego vais también a Fuentevaqueros, no dejéis también de rendirle homenaje, tanto a él como al resto de fusilados al Barranco de Víznar, un lugar tan solemne y cargado de significado como cercano a la capital granadina.
Cristina Monteoliva

© Cristina Monteoliva.