Dice el refrán que
pueblo chico es un infierno grande. Y es que en los pueblos de no muchos
habitantes la unión es mayor. Pero parece que no solo para lo bueno, sino
también para lo malo. De eso va, fundamentalmente, Solas en el silencio, la novela de Silvia Intxaurrondo de la que
hoy hablaremos.
Tras
la misa del domingo, Ángel, el alcalde de Sopuerta, le da una paliza mortal a
Basilia, su mujer. Poco tendrá que hacer el médico, Iñaki, cuando llegue para
auxiliarla. Ajenos a la verdad sobre el fallecimiento de la pobre Basilia, los
vecinos acuden al velatorio horas más tarde. Unos vecinos que se conocen
demasiado bien los unos a los otros, especialmente las mujeres. Las largas
horas de espera antes del entierro serán propicias para recordar todo lo que
les une y les separa, y tal vez para tomar decisiones importantes.
Sopuerta,
el lugar en el que tiene lugar esta historia, es un pequeño pueblo del País
Vasco. Si bien el narrador no nos indica en qué año tiene lugar la acción,
podemos intuir, por la aparición de un coche tipo Renault 5, que se trataría de
los años 70 o los 80 del siglo pasado. Nos situamos, pues, en una época en la
que todavía se le decía a las mujeres que el matrimonio era para siempre, que
había que quedarse con el marido aunque este te moliera a palos, como le pasa a
la desdichada Basilia, una de las protagonistas de esta novela coral.
Pero,
¿quién es quién en esta historia?
Por
un lado, tenemos a la ya mencionada Basilia, una mujer soñadora de la que abusó
primero un cura para hacerlo más tarde su marido. Si bien es considerada una
déspota por las gentes del pueblo, su prima Loli, la amiga que siempre ha
estado a su lado, sabe de su buen corazón.
Ángel,
el alcalde y marido de Basilia, es un verdadero monstruo que se dedicaría a
violar a todas las jóvenes del pueblo antes de casarse con la única que no
podía tener hijos. Aquella a la que mataría a palos.
Miren
vive atada a Fernando, que se quedó en coma después de caer por el balcón.
Frente a su casa viven Sole y su hijo discapacitado Joxean, a los que no puede
ni ver porque una fue la amante de su marido y el otro, su hijo ilegítimo.
Consu
es la tabernera del pueblo. Su marido murió hace años por un disgusto provocado
por algo que él mismo hizo y ahora ha de vivir con Rosario, su suegra y peor
enemiga.
Angelita,
la otra amiga de Basilia, está liada con el cura Don Eusebio. De jóvenes fueron
novios, pero el padre de Eusebio no dejó que se casaran, por lo que decidieron
seguir su amor en clandestinidad.
Por
otro lado, tenemos a Iñaki, el médico unido por siempre a Ángel, y a Elenita,
la madre de Ángel, ya fallecida, pero que tanto daño hizo en el pasado.
Solas
en el silencio es una historia feminista, aunque algunos personajes quieran
hacernos entender todo lo contrario. Y es que en ella vemos efectivamente a
mujeres aplastadas por el machismo y condenadas al silencio. Mujeres que son
capaces de sentir sororidad por otras. Pero también nos encontramos con otras
que son cómplices del patriarcado. Señoras que se dicen de bien pero se dedican
a hacer el mal, especialmente a otras mujeres. Y no, no tienen remedio.
Finalmente, encontramos con mujeres que están en la zona intermedia: personajes
que en principio no caen en gracia pero que, conforme transcurre la narración,
acabamos comprendiendo.
¿Son
las mujeres de esta novela fruto de sus tiempos? Aunque hemos avanzado mucho en
cuestiones de feminismo, me temo que los comportamientos que vemos en Solas
ante el silencio siguen dándose hasta en los lugares más insospechados. Hay
mucho que hacer todavía, y puede que con esta lectura comprendamos el qué, el cuándo
y el cómo.
Solas en el silencio,
en definitiva, es una historia sin duda diferente en la que el pasado y el
presente se entremezclan para dejar al descubierto los secretos más profundos
de todo un pueblo. En Sopuerta reina el silencio y la injusticia hasta que de
pronto todo cambia. Pero no te adelanto más: mejor que te hagas con un ejemplar
de este libro y descubras hasta qué punto puede impactarte la narración.
Cristina Monteoliva