Este año se ha cumplido un siglo del
descubrimiento de la famosa tumba de Tutankhamon. Para conmemorar el centenario
se han organizado numerosos eventos y se han publicado unos cuantos libros; Tutankhamon,
Howard y yo es uno de ellos. En él, su autor visita los lugares entre
Inglaterra y Egipto que tienen que ver tanto con la vida del arqueólogo como
con el hallazgo de la tumba del faraón niño. Desde su Swaffham natal a la finca
de los Amherst en Didlington
Hall donde descubrió su pasión por la egiptología, siguiendo sus pasos
entre uno y otro país por el castillo de Highclere, el Petrie Museum de
Londres, el Griffith Institute en Gran Bretaña y Beni Hassan, Amarna, Bab el
Hossan o el Valle de los Reyes en el país del Nilo.
Tito
Vivas realiza un viaje tras los pasos de Carter en el que conoce y conversa con
gente variopinta que pueda explicarle cosas sobre él. En muchos casos se trata
de descendientes de personas que le conocieron personalmente y que aportan tanto
testimonios como opiniones personales. Ello arroja una visión del personaje que
va más allá de la que ha llegado al gran público a través de la mayoría de
obras publicadas hasta la fecha sobre su figura. También se ayuda de otros
materiales como cartas o diarios de los protagonistas de la historia del
descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.
Se
trata de una obra híbrida entre el libro de viajes y la biografía, salpicada en
toda su extensión por la egiptología. El estilo de Tito Vivas es ligero, repleto
de anécdotas y algunas pinceladas del humor al que ya nos tiene acostumbrados.
Al tiempo que realiza este viaje que le lleva a seguir los pasos del famoso
egiptólogo, el autor establece una especie de paralelismo con él, resaltando
las cosas que considera que los dos tienen en común. Por ejemplo, que ambos
sufrieron la muerte de un ser querido a la edad de nueve años o la pasión por
el dibujo (Carter llegó a la egiptología a partir de su gran pericia como
dibujante). A lo largo de la obra Vivas se declara gran admirador del
egiptólogo más famoso de todos los tiempos, al que considera uno de sus mayores
referentes.
Este
recorrido por los lugares que vivió nos acerca a un Carter mucho más íntimo y
algo alejado del que encontramos en la mayoría de libros que tratan sobre su
figura. En cuanto a la fama que arrastraba de tener muy mal carácter, Vivas se
atreve a secundar una teoría basada en numerosos indicios, que le lleva a
pensar que, tal vez, Howard Carter tenía un trastorno del espectro autista
(TEA). Algo que era desconocido en aquella época y que casaría con los
numerosos testimonios que hacen referencia a su mal carácter o con su talante
solitario, metódico, riguroso y detallista.
El
libro es, además de un homenaje a la figura del descubridor de Tutankhamon, un
alegato a favor de su persona y sus logros. Tito Vivas no pierde la ocasión de
reivindicar su figura y de poner de relieve la falta de reconocimiento por
parte de sus compatriotas (ni homenajes, ni placas, ni estatuas que lo
recuerden). Los textos están acompañados de numerosas fotografías de los
lugares visitados pero también de las personas con las que el autor conversa
sobre el protagonista. El periplo que nos lleva a seguir los pasos de Carter
acaba, como no podía ser de otra manera, en el Cementerio de Putney Vale donde
reposan sus restos desde 1939.
María Dolores García Pastor