sábado, 16 de enero de 2021

Reseña: EMILY ETERNA, de M. G. Wheaton.

 

Estamos cada vez más acostumbrados a la aparición de robots y androides en obras de ciencia ficción, ya sean relatos, novelas, series o películas. Menos creo que se habla de las conciencias artificiales: entes que estarían, en cierta manera, más allá de las inteligencias artificiales tal y como las conocemos hoy en día, puede incluso que de los seres humanos. ¿Que qué podrían hacer estas conciencias por nosotros? Tal vez salvar a toda la humanidad, como vemos en Emily Eterna, la obra de M. G. Wheaton. Si quieres saber algo más de ella antes de decidirte por su lectura, no tienes más que seguir leyendo este artículo.

Emily es una conciencia artificial diseñada en el Instituto Tecnológico de Massachusets y cuyo fin es el de establecer una interfaz con la mente humana a través de la cuál decodificarla. Para ello, el sujeto a tratar ha de implantarse una especie de comunicador en el cuello que hace que de pronto pueda ver a Emily como si fuera real, así como interactuar con ella como si fuera una mujer de carne y hueso.

Los experimentos con voluntarios, gracias a los que estos consiguieron procesar sus traumas, ya estaban avanzados cuando el Sol comenzara a morir, cinco mil millones de años antes de lo que los científicos habían calculado. La humanidad parece estar condenada  extinguirse, pero hay una solución: crear un arca de conciencias humanas que vague por el universo hasta que sea posible colonizar otro planeta. Por supuesto, la responsable de crear esta arca ha de ser Emily, muy a su pesar. Pero, ¿qué ocurre cuando de pronto un grupo irrumpe violentamente en las instalaciones? ¿Qué querrá este grupo? ¿Y si acaso el arca de consciencias no fuera la solución? ¿Y si esta estuviera relacionada con el genoma humano?

Esta es la historia de Emily, una conciencia artificial de características tremendamente humanas que nos narra el episodio sin duda más emocionante de su corta existencia. Y es que si bien Emily fue creada para ayudar al ser humano, nunca pensaría que sería reclutada para salvar de la muerte del Sol a toda la humanidad, aunque solo sea de una forma virtual. El experimento se ve truncado por la irrupción de un grupo hostil que acabará con la vida de muchos científicos, entre ellos, Nathan Wyman, su creador y mejor amigo. Emily, a pesar del dolor, tendrá que huir entonces con ayuda de Jason Hatta, un estudiante del que estaría secretamente enamorada, y, más tarde, también con la de la sheriff Mayra, una mujer que ya no tiene mucho que perder.

La realidad depende de los ojos con los que se miren. Así, Jason se acaba enamorando de Emily gracias a los recuerdos falsos que ella introduce en su cerebro. Falsos, pero sin duda placenteros, mucho mejores que los auténticos. Pero si Emily tiene poder para manipular la mente de los humanos, ¿qué más podrá hacer? Lo descubriremos con la lectura de estas emocionantes páginas.

¿Hasta qué punto podemos fiarnos de nuestra mente a la hora de crear recuerdos? ¿Es posible que una máquina se convierta en la primera psiquiatra o investigadora del cerebro no humana? ¿Puede existir un genoma evolucionado que nos permita sobrevivir a una catástrofe tan grande como la muerte del sol? ¿Cómo es posible que Emily tenga sentimientos tan humanos, siendo una creación artificial? Las preguntas que surgen durante la lectura de esta novela de acción y ciencia ficción son numerosas, tan interesantes como la manera que ha tenido su autor, M. G. Wheaton, de plantear una trama tan compleja y luego desarrollarla para llevarla a un fin tan satisfactorio para cualquier buen lector de ciencia ficción.

Emily Eterna, en definitiva, es una original novela de ciencia ficción, tan compleja como fácil de entender, tan profunda como entretenida, que nos ofrece una visión distinta del mundo de las inteligencias artificiales, de lo que en el futuro podrían llegar a hacer, de los límites que no querríamos que ni humanos ni máquinas cruzaran y hasta de la naturaleza de nuestros propios recuerdos. Y tú, ¿a qué esperas a conocer a Emily? ¿O es que tienes miedo de que ella te conozca a ti?

Cristina Monteoliva