miércoles, 26 de mayo de 2021

Reseña: ESBIRROS, de Antonio Ortuño.

 

La palabra esbirro me hace viajar a la infancia, a todas aquellas películas de dibujos animados en las que el malo malísimo se rodeaba de su grupo particular de seguidores, tan tontos como necesarios. El esbirro, sin embargo, no siempre tiene en la sociedad un papel tan visible, tan evidente. Hay muchas formas de serlo, como bien sabe Antonio Ortuño, el autor del magnífico libro de cuentos precisamente titulado Esbirros, precisamente el que comentaremos a continuación.

Estamos acostumbrados a los sesudos prólogos en los libros de relatos escritos por el mejor amigo (también escritor) del autor, alguien de peso en el mundo de la Literatura o el primero que pasaba por allí y parecía adecuado para la labor de alabar la obra que estemos a punto de leer. No es tan usual, sin embargo, que sea  sea el propio autor el que nos dedique unas palabras en una Nota liminar, una suerte de pieza en la que nos encontramos con una anécdota de la infancia de Antonio Ortuño que deriva en el verdadero mensaje que nos quiere transmitir: este libro en concreto, Esbirros, es una obra bella en cuanto a su estilo y su prosa; pero también una pieza que nos muestra la fealdad que podemos encontrar en el mundo, sin intención de servir de ejemplo en negativo o de ofrecer un mensaje engañosamente moralizante.

El libro se compone de un total de once relatos de extensión variable, casi siempre desde la perspectiva del narrador en primera persona, que se reparten en tres secciones: Ayer, Hoy y Mañana. Como ya habréis supuesto, en Ayer nos encontramos los cuentos que se ambientan en el pasado del ser humano, en Hoy están aquellos que nos son coetáneos y en Mañana nos encontramos con un único relato que nos habla del futuro.

El libro comienza con los dos relatos de Ayer, que nos vienen a recordar que cuando los señores tienen el poder absoluto, sus seguidores solo pueden acabar mal si les contradicen. Estos cuentos son Historia del cadí, el sirviente y su perro, donde vemos como dos de los tres protagonistas de la trama intentan medrar cuando muere el antiguo visir y acaban mal; y Escriba, una historia donde nos encontramos con un pobre escribiente envuelto en las disputas entre su señor y sus hijos, de manera que si no escribe lo que ellos quieren, habrá consecuencias negativas.

Los ocho relatos que componen la sección Hoy nos mandan dos mensajes claros. El primero de ellos, que a veces es fácil convertirse en monstruo para acabar con un monstruo que amenaza a los protagonistas de la historia; y, en segundo, que el fin, por desgracia, siempre justifica los medios.

Hoy comienza con Temor, un relato donde un ladrón que entra a robar en una casa acaba de la peor forma posible. Tampoco esperaban los vecinos ruidosos de Tiburón acabar como lo hicieron pero, ¿acaso no sabrían que hay sitios donde es mejor no molestar?

Almas blancas es un divertido relato (en realidad, todos los de Antonio Ortuño lo son, a su manera) en el que vemos lo que son capaces los miembros de una familia por contentar a los otros miembros del clan.

En Bienaventurados los mansos nos encontramos como un la excursión que realizan unos jóvenes de un centro de rehabilitación acompañados por un monitor que no es precisamente un santo.

En La reina de Inglaterra nos encontramos con un sobrino nieto que haría cualquier cosa por sacar de una residencia de ancianos a su familiar.

El rastro de la nieve en la sangre nos habla de las drogas, de la adicción: de las consecuencias personales y laborales que todo el asunto tiene para muchas personas.

Gusano nos invita a una fiesta en la que participan una delegación mexicana y otra china y en la que, por supuesto, algo acaba saliendo mal para alguien.

El Mañana está por escribir y es difícil de adivinar. No sé si por eso, por simple casualidad por qué motivo solo nos encontramos un relato en esta sección: El interruptor, una pieza en la que las mujeres han tomado el mando y los hombres han de hacer lo que ellas quieran si no desean atenerse a graves consecuencias.

Esbirros, en definitiva, es un excelente libro de relatos plagado no solo de situaciones tensas y comprometidas, sino también de fina ironía y necesario sarcasmo. Se trata este de un libro que nos viene a mostrar la verdadera naturaleza del ser humano. Una naturaleza que le lleva a ser, a veces por miedo, a veces por cobardía, otras tantas por indiferencia, cómplice del mal y de los malvados, convirtiéndose así en un cooperador necesario a la hora de impedir que el bien triunfe: en todo un esbirro. Adéntrate pues ahora en estas páginas y descubre a sus tantos personajes y situaciones y pregúntate: ¿cómo actuaríamos nosotros en su lugar? ¿O es que acaso te da miedo descubrir que tú también eres un esbirro?

Cristina Monteoliva