Visceral es lo último de
María Fernanda Ampuero después de los libros de cuentos Pelea de gallos (Páginas
de Espuma 2018) y Sacrificios humanos (Páginas de Espuma, 2021). Esta vez,
Ampuero nos atrapa en estos veintiún textos de diferentes extensiones que se
mueven entre el ensayo, el artículo periodístico, las memorias o la
autoficción. Este es un libro mestizo, un collage, una especie de diario en el
que la autora nos muestra sus traumas más profundos. Y, aunque no sean cuentos,
podemos decir que conforma un todo con sus dos anteriores obras.
Dice
Ampuero que escribe desde la rabia, que recurre a la literatura cuando no puede
entender, cuando la sobrepasan las injusticias, cuando la ira no la deja casi
ni respirar. Visceral es
un buen ejemplo de ello. En él trata temas como la depresión, el cuerpo, la
familia, la maternidad truncada, la emigración, la soledad o la vejez. Es este
un libro de no ficción en el que la autora se expone sin tapujos y nos sume en
una descarnada espiral de emociones yendo de lo global a lo íntimo, de lo
general a lo particular.
María
Fernanda Ampuero se declara feminista y esa mirada atraviesa todo el libro. La
mujer que se atreve a decir lo que piensa es considerada problemática, afirma.
A las mujeres se las sexualiza de manera prematura, constata. El modelo
socialmente aceptado es el de la mujer dócil que acepta lo que se espera de
ella, corrobora. Que no nos quieran es un efecto colateral de ello, sentencia.
A partir de
estos veintiún textos que se mueven entre la experiencia y el recuerdo nos
metemos en la cabeza de la escritora, en su corazón. Estos episodios,
confesiones, reflexiones son el tercer capítulo, por decirlo de alguna manera,
del todo que se conforma junto con sus otros dos libros. Este es el más rabioso
de ellos como la propia autora reconoce; está escrito desde la rabia que le
genera lo que calla. Una obra honesta, cruel y descarnada, un relato actual en
el que Ampuero reflexiona sobre el machismo, el fascismo o el racismo, sobre
tristezas y soledades, sobre la tiranía estética que se ceba con los cuerpos
femeninos o las expectativas que se exige cumplir a las mujeres (entre ellas la
maternidad o la belleza normativa). Pero, al mismo tiempo, un alegato a favor
de la ternura, una reivindicación de la necesidad que todo ser humano tiene de
recibir amor.
María Dolores García Pastor