Lola
López Mondéjar nació en 1958. Es psicoanalista y
escritora, además de una persona encantadora que no duda en acercarse a sus lectores
en las presentaciones, sonreír pase lo que pase y transmitir positividad allá
por dónde va.
Sus narraciones
invitan a los lectores a viajar por la mente humana. Ha publicado las novelas Una casa en La Habana, Yo nací con la bossa
nova, No quedará la noche, Lenguas vivas
y La primera vez que no te quiero,
y los libros de cuentos El pensamiento
mudo de los peces y Lazos de sangre,
además del ensayo El factor Munchausen:
psicoanálisis y creatividad.
Si quieres saber más
de ella, no dejes de leer los artículos de este especial que hoy le dedico.
Comenzamos con la
primera parte de la extensa entrevista que me ha concedido:
¿Cuándo
comenzaste a escribir?
Empecé a escribir ficción casi al mismo tiempo en que aprendí a
escribir. Inventaba cuentos que escribía en folios doblados, para que se
parecieran un poco a los libros que leía. Luego los ilustraba con torpes
dibujos infantiles. Me sentía muy orgullosa de ellos.
Pero, ¿qué fue
primero: tu interés por la escritura o por hurgar en la mente del ser humano?
Primero sentí una fuerte vocación literaria, que continuó
mientras estudié la carrera de Psicología y me formaba paralelamente en
psicoanálisis. Creo que una vocación y otra iban de la mano porque lo que me
interesa de la literatura es también el conocimiento del ser humano que
comporta. Antes de la psicología, la literatura y la filosofía ya habían
penetrado en la opacidad de la mente y de la conducta, la habían explorado con
habilidad. Charlotte Brönte, Stendhal, Flaubert, Elizabeth Gaskell, Tolstoi,
tenían una mirada aguda y analítica sobre los sentimientos y comportamientos de
los hombres y de las mujeres, mucho antes de que Freud inventara el
psicoanálisis. Por no hablar de Nietzsche, Shopenhauer o Kierkegaard, que
avanzaron la idea de inconsciente.
Yo leía a esos autores y quería comprender como ellos a mis
contemporáneos, usando las dos vías que estaban a mi alcance: los estudios de
psicoanálisis y la lectura de textos literarios.
Si tuvieras que
elegir entre cuento y novela, ¿con qué te quedarías?
No podría elegir. Uno y otra surgen de procesos creativos
distintos sobre los que no tengo poder de decisión. De modo que si engendro un
cuento daré a luz un cuento, si una novela, una novela. Son dispositivos muy
diferentes tanto en su gestación como en la ejecución de su escritura; uno es
inmediato, como una inspiración muy precisa, la otra dilatada, pues implica la
construcción de un mundo que me lleva años diseñar y habitar. Para mí son
necesarios ambos géneros. En Lazos de
sangre exploré el cuento largo con total intención, y me pareció también
delicioso. Supone poner en marcha un reloj que no es exactamente el de la novela
ni el del cuento breve, pero igual de preciso y exigente que este último.
Has publicado en
2013 dos libros: “Lazos de sangre”, un recopilatorio de cuentos, y “La primera
vez que no te quiero”, una novela. ¿Cómo se lleva la promoción de dos obras
prácticamente a la vez?
Lazos
de sangre se presentó en Madrid en noviembre de 2012 y he tenido casi
todo un año para promocionarlo, hasta
que en septiembre de 2013 se presentó a la prensa, también en Madrid la novela.
Entre uno y otro llevo más de un año de promoción, y esto es algo que cansa
físicamente, pero que me interesa muchísimo como autora, porque entiendo que es
en el encuentro con los lectores, y con los presentadores (elemento muy
importante de la promoción) cuando se cierra el ciclo de la escritura. La
recepción de la obra ayuda a entender aspectos que, aún estando incluidos en
ella, me pasaron desapercibidos. Recibir en vivo la opinión de los lectores
muestra tanto los límites de la obra (respecto a tus expectativas iniciales),
como, por el contrario, su capacidad evocativa y de generar reflexión (que
puede ir más allá de lo que esperabas de ella). Y esto es un aspecto muy
importante para mí.
De manera que llevo bien la promoción porque me interesa
intelectualmente lo que me devuelven los lectores, los críticos y la prensa.
©Lola Mondéjar.