Título: Muertes pequeñas
Autora: Emma Flint
Traducción: Beatriz Galán
Echebarría
Publica: Malpaso
Páginas: 360
Precio: 24 € / 9,99 € (Epub)
¿Piensas que lo de influir en la opinión
de la gente por parte de los medios de comunicación era algo que no se daba
hace, digamos, unos cincuenta años porque no existía internet y la información
no era tan exhaustiva como ahora? Pero entonces había periódicos y radio. Y los
juicios de valor, los rumores y las acusaciones infundadas han existido
siempre. Y, por ende, los juicios mediáticos o públicos. Algunos, muy sonados,
como podréis descubrir si leéis Muertes
pequeñas, la novela de Emma Flint de la que hoy os voy a hablar.
Nueva York, julio de
1965. Tras una calurosa noche, Ruth, una madre soltera del barrio de Queens,
acude a la habitación de sus hijos para descubrir que los pequeños, Frankie y
Cindy, han desaparecido. Cindy aparece pronto muerta en la calle. Frankie,
igualmente asesinado, tardará unos cuantos días más en ser descubierto. Nadie
sabe qué ha pasado exactamente, cómo esos niños tan pequeños salieron de su
piso sin dejar ningún signo por parte de ellos mimos o de unos supuestos
captores. Enseguida, sin embargo, la policía se fija en Ruth, una madre joven
demasiado atractiva y llamativa que echó a su marido de casa, trabaja de
camarera y coquetea con demasiados hombres. Cuando Ruth comienza a actuar fuera
de lo que la gente espera tras la muerte de sus hijos, las sospechas se
acentúan. Todo parece demasiado obvio, incluso para Pete Wonicke, un joven
periodista del Herald. Entonces el muchacho empieza a ver más allá de lo evidente
y se hace preguntas. ¿Fue verdaderamente Ruth la que acabó con sus pequeños?
¿Quién más querría hacerles daño? ¿Convencerá esta joven madre de su inocencia
al gran jurado?
Ruth es una mujer joven
a la que le gusta arreglarse mucho, tener a los hombres a sus pies y no pensar
en lo que la gente dice de ella. Desde que decidió divorciarse, se las ha ido
apañando. Solo hay algo que la oprime de verdad: el deseo de Frank, su marido,
de quitarle a los niños. Pero, ¿es que acaso ella no es una buena madre? ¿Puede
la gente pensar que lo fue después de lo que le pasa a sus hijos? ¿Y, más
tarde, cuando la vean llegar tan bien vestida y sin soltar una sola lágrima a
los funerales de sus pequeños?
El caso de los niños
desaparecidos llega pronto a las manos del segundo actor principal de esta
novela: Pete Wonicke. Pete es un joven y ambicioso periodista llegado a Nueva
York desde la América rural. Las buenas noticias siempre se le resisten. Hasta
que conoce a Ruth y el caso de sus niños desaparecidos. En su afán por
encontrar una buena noticia, el joven se obsesiona con el caso y, más tarde,
con Ruth. ¿Qué verá en ella? ¿Acaso lo mismo que todos o será algo más? ¿Y por
qué piensa que ella no fue la que lo hizo?
Hoy en día tenemos
mejores métodos para encontrar pruebas de todo tipo cuando se da un caso de
desaparición o asesinato. Como descubriréis con la lectura de Muertes pequeñas, en la época en la que
transcurren los hechos todo puede llegar a ser muy circunstancial y un caso la
policía resolvería en 2018 en cuestión de una semana, quedar abierto para
siempre o con un culpable al que solo los vecinos indican como tal. La cuestión
es: ¿acaso una mujer sola, tan libre como Ruth, podría librarse de esa
acusación? Creo que tal vez ni siquiera en nuestros días lo haría.
Emma Flint se ha basado
en un hecho real para construir una absorbente historia que nos habla de las
apariencias, de lo que la gente espera de los demás (que sean y hagan) y de lo
fácil que es culpar de algo al que es diferente. Una obra que se centra en el
análisis exhaustivo de los personajes, de su manera de actuar, pensar y sentir.
Una novela que intenta ver más allá buscando la verdad, aunque solo sea en el
campo de la ficción, a un acto tan terrible con el de matar a dos criaturas
inocentes. La cuestión es: ¿estás preparado para adentrarte en la ciudad de
Nueva York de 1965 y averiguar qué pasó con los niños de Ruth gracias a esta
intenta novela negra titulada Muertes
pequeñas? Créeme cuando te digo que lo que encontrarás aquí no tiene nada
de pequeño, amigo lector.
Cristina Monteoliva