Queridos amigos de La Orilla de las Letras,
que no pase un día sin una
lectura y sin que conozcamos mejor a un autor. Hoy os traemos la entrevista que
nos ha concedido Guillermo Galván.
Guillermo Galván, cursó estudios de ingeniería
aeronáutica pero dedicó su carrera profesional al periodismo, trabajando durante muchos años en la agencia EFE. En 1998 publicó su primera
novela, La mirada de Saturno, que obtuvo el Premio
Tiflos (ONCE); le siguieron El
aire no deja huellas, Aislinn: Sinfonía de fantasmas, De las cenizas (Premio Felipe Trigo 2003), Llámame Judas, Antes de
decirte adiós, Sombras de mariposa, Morir en noviembre, Tiempo de siega, La virgen de los
huesos y El club de las viudas.
Dicho
esto, vamos con la entrevista:
¿Cuándo
decidiste que, además de periodista, querías ser escritor?
La decisión definitiva de ser
periodista se produjo a los diecisiete. Lo de ser escritor ya venía rondando de
antes, pero la decisión de concluir una novela fue muy tardía, a los cuarenta y
tantos. Este tipo de decisiones raramente son instantáneas: se van
madurando.
Si
tuvieras que elegir entre solo ser periodista o solo ser escritor, ¿con qué
profesión te quedarías?
Como profesión, la de periodista,
que es la que me ha dado de comer durante mi vida laboral. Si se pudiera vivir
en exclusiva de la literatura, sin duda elegiría ser escritor.
¿Qué
lecturas crees que te han influenciado como escritor?
Todas influyen. Fíjate que
recientemente nos ha dejado el gran Francisco Ibáñez, y ha habido que esperar a
su desaparición para que una multitud reconociéramos que sus tebeos nos fueron
decisivos como lectores. Al niño que fui le influyeron Verne, Salgari o
Stevenson; al joven, Hesse, Unamuno o Dostoievski; y al adulto, una multitud
imposible de enumerar.
¿Qué
estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?
La última de Pierre Lemaître, El ancho mundo. Por supuesto que
recomiendo a Lemaître, un narrador excepcional con un pie en la novela negra
(no se pierdan Alex) y el otro en la
histórica. Previamente había terminado A
doble ciego, una novela de Víctor Sombra que juguetea con el thriller desde una perspectiva poco
usual.
¿Dónde
encuentras la inspiración?
En el lugar más inesperado: una
noticia en la prensa, una conversación, una fotografía... En cualquier parte,
pero sobre todo en el trabajo; hay que estar abierto ante el mundo, y si te
pilla trabajando, la inspiración nunca falta.
El club de las viudas supone una nueva entrega de las
aventuras del policía Lombardi. Esta saga tiene lugar en los años de la Guerra
Civil Española. ¿Cuánto tiempo has tenido que estar documentándote antes de
lanzarte a la escritura?
Esta cuarta entrega se desarrolla
durante la posguerra, en mayo de 1943. Respecto a la documentación, digamos que
lo he tenido relativamente fácil porque siempre he sido un apasionado de esos
años, de modo que había leído mucho, tanto desde el punto de vista histórico
como periodístico. Ese conocimiento me animó a afrontar ese periodo desde el
género negro, que no ha sido precisamente muy frecuentado por la literatura
española por lo que se refiere al sexenio 39-45. Después de la decisión he
tenido que complementar la documentación, por supuesto, porque los
historiadores nos regalan cada año elementos muy jugosos desde el punto de
vista argumental.
¿Quién
es Carlos Lombardi?
Un policía que debuta en 1923 con
la dictadura de Primo de Rivera, se consolida con investigador criminalista
durante el resto de la monarquía y luego con la República. Tras la traición de
los generales africanistas, se mantiene fiel al gobierno legal y al final de la
guerra es depurado y condenado a doce años de cárcel. Trabaja en la obras de la
cárcel de Carabanchel y del Valle de Cuelgamuros hasta que el asesinato de un
sacerdote en 1941 anima a un antiguo jefe suyo a invitarlo a participar en la
investigación de un caso que se parece mucho a otros tres que ya había
investigado durante el asedio a Madrid: este es el argumento de la primera
novela, Tiempo de siega. En las
sucesivas, Lombardi malvive en un territorio hostil como investigador privado.
¿Qué
vamos a encontrar en El club de las
viudas?
Un Lombardi que regresa a la
policía, en este caso a la Brigada de Investigación Criminal franquista.
Ponerlo en esta tesitura no es un juego narrativo inverosímil: hubo bastantes
funcionarios que, tras años de purgar su lealtad a la República, consiguieron
recuperar sus puestos, y entre ellos algunos policías, gubernativos y
municipales. Su primer caso con la placa de la Dirección General de Seguridad
lo lleva a investigar la desaparición de cuatro soldados franquistas en la
batalla de Belchite. Para intentar resolverlo se moverá por varios territorios
de Aragón, Valencia y la vieja Castilla, en una época en la que carreteras y
ferrocarriles dejaban mucho que desear.
© Guillermo
Galván.
¿Es
esta la última aventura de Carlos Lombardi? ¿Cuántas más nos esperan?
Mi compromiso con la editorial
Harper Collins era escribir una tetralogía, y ahí está. Lo que suceda a partir
de ahora depende de muchos factores, y la demanda de los lectores no es el
menos importante. Si ellos lo quieren, por mi parte no va a quedar, desde
luego.
Por
cierto, ¿qué debe de tener para ti una buena novela negra?
En primer lugar, que enganche. A
partir de ahí, que mantenga una trama coherente y, a ser posible, original. Que
sus personajes sean de carne y hueso y que el desenlace no desmerezca.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Ahora mismo ninguno en concreto,
aunque tengo un par de novelas empezadas y una juvenil en manos de una
editorial. Mi duda es si alguno de los proyectos tira más fuerte que una quinta
entrega de Lombardi. De momento no. El tiempo dirá.
¿Te
gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
Pues que ha sido un placer y que
mucho ánimo con el blog. Si no fuera por quienes sostenéis la cultura a través
de esta y otras iniciativas, los escritores estaríamos huérfanos. Muchas
gracias por tu atención.
Muchas
gracias a ti, Guillermo, por tu
tiempo, tus respuestas y tus fotos personales. El placer de entrevistarte ha
sido mío. Te deseo muchos años de éxitos con tus novelas.
Y
a vosotros, amigos lectores, muchas
gracias por estar un día más al otro lado. Ahora, ¡a leer!
Cristina Monteoliva