Título: La tercera planta
Autora: Patricia Moreno
Raya
Publica: Editorial
Artificios
Páginas: 180
Precio: 12 €
Lo profesional y lo personal no deberían
mezclarse en casi ninguna ocasión, aunque a menudo lo hagan. No saber
distinguir lo que corresponde a una parcela de tu vida y a la otra puede ser desastroso
en según qué casos. Pensemos en los sicarios, por ejemplo. ¿No creéis que si un
sicario mezcla ambas facetas de su vida al final todo acabará en desastre? Para
comprobarlo, no tienes más que leer La
tercera planta, la novela de Patricia Moreno Raya. Si quieres saber un poco
más sobre este libro, no tienes más que seguir leyendo este artículo.
Claudia Vargas vive en
magnífico edificio situado en pleno centro de Granada. La vivienda, de tres
plantas, la heredó de su padre. De él también se quedó con la pulcritud y la
meticulosidad a la hora de llevar a cabo sus tareas; con su porte elegante; con
su frialdad y su nula empatía; y, sobre todo, con el oficio de sicaria, tan
lucrativo hasta el comienzo de esta historia. Y es que cuando Claudia cree que lo
tiene todo controlado, comete el mayor de sus errores: comienza a mezclar su
vida personal con la profesional. La relación de amistad que tenía con Helena y
Víctor se convierte en otra cosa, y aquello que encuentra en la tercera planta
de su casa, el último secreto de su padre, acaba de destrozarla. Pero, ¿qué es
eso tan terrible que quería su padre que supiera? ¿Volverá Claudia a ser la de
siempre y llevar a cabo sus crímenes con frialdad? ¿Hasta dónde puede llevarle
el lío en el que se ha metido?
Los que conocemos y
amamos Granada sabemos que es la ciudad ideal para cualquier tipo de historia. En
sus calles estrechas, sus casas ruinosas y sus esquinas más sombrías, los secretos
se ocultan a la perfección. Por eso la trama de una novela negra desentona tan
poco cuando la acción transcurre en Bib-Rambla, la calle Navas o las empinadas
cuestas de nuestro encantador Albayzín. Tampoco nos extraña que sea una mujer,
y no un hombre, la encargada de llevar a cabo los más terribles crímenes. Una
joven pelirroja incapaz de sentir solidaridad alguna con el prójimo. Hasta que
se da cuenta de que está cansada de su propia frialdad, y que lo que sentía por
un íntimo amigo en realidad es otra cosa.
La historia consta de
dos narradores: uno en tercera persona, conocedor de la vida y las
personalidades de los numerosos personajes que conoceremos a lo largo de la
historia, y otro en primera. Esta segunda voz narrativa no es otra que la de la
propia Claudia, que como persona detallista lleva un diario pormenorizado de su
vida. Gracias a este diario, veremos la evolución del personaje, de mujer fría
y distante a enamorada apasionada que se siente herida cuando descubre el
terrible secreto que guardaba su padre.
La
tercera planta es una novela negra, pero también una
enrevesada historia de amor tormentoso que, como digo, tiene fundamentalmente
lugar en la ciudad de Granada, pero que también nos lleva a conocer lugares
como Torrenueva o Capileira. Leyendo este libro es probable que te sientas
transportado a aquellas películas de los años noventa del siglo pasado, esos thrillers americanos protagonizados por
bellas mujeres fatales de psique frágil y disparatada (aunque aquí no haya un
coprotagonista que pueda identificarse como una víctima real). El final por
todo lo alto e inesperado, tanto para la protagonista como para el lector, está
garantizado.
La
tercera planta, en definitiva, es una original novela
negra que nos lleva a pasear por la embrujada ciudad de Granada y otras
localidades con encanto de la provincia. Una historia con personajes que se
cruzan, se lían entre ellos, se odian, se aman y buscan la manera de permanecer
unidos a toda costa, incluso cuando los secretos más terribles salen a la luz
para cambiarlo todo. Un libro que te espera a ti, que buscas una lectura
diferente que te haga pensar en lo complicado que es llevar a cabo una
actividad profesional cuando la vida personal se ve comprometida. Y en muchas
cosas más. Solo tienes que hacerte con un ejemplar de esta novela para
comprobarlo, ¿te atreves con el reto?
Cristina Monteoliva