Queridos amigos,
Hoy os traigo,
además de la reseña de su libro, La
condición animal (uno de los más esperados de este otoño 2016 por los
amantes del cuento), la entrevista que la escritora Valeria Correa Fiz ha concedido a La Orilla de las Letras.
Valeria
Correa Fiz nació y creció en Rosario (Argentina), a orillas del río Paraná.
Aunque hace más de diez años que vive en el extranjero (siempre en ciudades que
empiezan rigurosamente con la letra eme: Miami, Milán, Madrid), todavía
conserva el humor turbio y sedicioso que le legaron las aguas del río. Autora
del libro de relatos La condición animal
(Páginas de Espuma, 2016) y del poemario El álbum oscuro (Finalista
del Premio de Poesía “Manuel del Cabral”, Baile del Sol, 2017), actualmente
imparte talleres de escritura creativa en el Taller de la escritora Clara
Obligado (Madrid) y en el Instituto
Cervantes de Milán.
Y
sin más dilación, aquí os dejo con la entrevista:
¿Cuándo comenzaste a
escribir?
Leo desde que era muy pequeña y siempre encuentro un rato,
aunque sea exiguo, para dedicarle a la lectura. La vocación de escribir es, en
cambio, mucho más reciente y me ha supuesto una renuncia: la de ceder cierto
tiempo de la lectura a la escritura.
No sé muy bien cuándo fue exactamente que me decidí a escribir
con regularidad, pero cuando empecé no tenía ningún proyecto literario pensado.
Soy abogada y mientras ejercía la profesión, los cajones se me iban llenando de
páginas casi por arte de magia. Diría que este libro fue creciendo, avanzando
hacia su propio destino solo.
¿Qué escritores crees
que han influenciado en ti como escritora?
Muchos, espero. Es difícil hablar de la propia obra y supongo
que para un lector atento será más fácil que para mí decir de dónde provengo
literariamente. A fin de cuentas, como diría Blake, llamamos imaginación a los
hijos de la memoria.
Mencionaré solamente algunos autores que, estimo, están
presentes en La condición animal. El
relato Las invasiones tiene cierta
impronta cortazariana, a mi juicio, en lo que hace al manejo del tiempo. Leviatán, un cuento que trata el tema de
los desaparecidos en Argentina, tiene algunas criaturas marinas que podrían
recordar a Lovecraft. Silvina Ocampo tiene una poética de lo incierto que a mí
me interesa mucho, así como el tono y la mirada de ternura que Rulfo dispensa sobre
sus pobres y desdichados personajes. Ojalá haya algo de ellos también en el
libro.
También en estos cuentos hay influencias del mundo del cine: Una casa en las afueras, por ejemplo,
busca recrear cierta atmósfera angustiosa de las películas de Haneke. Hay
quienes han visto en Criaturas algún
parentesco con Los pájaros, de Hitchcock.
Tu primer libro de
relatos se llama La condición animal.
¿Podemos considerarte una autora amante de los animales?
Los animales me gustan, y el libro tiene una fuerte presencia de
animales pero el titulo está vinculado con algo diferente: la pérdida de la
condición humana.
¿Cuánto tiempo has
tardado en recopilar todos los relatos para este libro?
Unos cinco o seis años. Pero, como dije al principio, yo
escribía los relatos y los guardaba en el cajón. No tenía un proyecto
literario. La idea del libro implicó un proceso de selección y ardua corrección
de todo lo que tenía escrito. Me costó
mucho separarme de él. Soy muy posesiva y publicar es una forma de entrega.
También soy muy perfeccionista y me llevo mal con el concepto de “texto
definitivo” que, como diría Borges, no corresponde sino a la religión o al
cansancio.
©Debajo de un botón - Estudio
de fotografía.
¿Siempre tuviste claro
que el libro giraría en torno al mundo a la parte más animal del ser humano o
eso surgió más tarde?
Este libro es el fruto de una pregunta que me hago desde que
comencé la Facultad de Derecho: La “mala conducta” -la ética o socialmente
reprochable y también aquella que nos parece inhumana- ¿es un recurso a la
naturaleza, es un desvío, el resultado de una zoología errada, o es simplemente
una ruptura del código ético-normativo (que varía de época en época y es
diferente según los lugares geográficos) con el que nos regulamos a nosotros
mismos? La otra pregunta que me obsesiona tiene que ver con saber qué es
verdaderamente lo que nos hace diferentes como especie, en qué consiste la
condición humana. Un día me di cuenta de que muchos de los cuentos que tenía en
los cajones orbitaban en torno a estas dos preguntas. El título La condición animal surgió
inmediatamente.
¿Por qué dividir el
libro en cuatro partes que llevan el nombre, cada una de ellas, de un elemento
de la naturaleza?
Creo mucho en la máxima de Rilke que dice que la creación del
artista es una puesta en orden. Quise darle al libro una estructura fuerte que
condujera al lector hacia una cierta intensidad, como lo hace la música
sinfónica. Mi idea es que cada uno de los cuentos debe funcionar de modo
individual, pero también tiene que suponer un plus de emoción respecto del
relato anterior y, a la vez, ser la base, el sustrato emocional del relato
sucesivo.
Además de ese orden, los cuentos de La condición animal están divididos en cuatro secciones: tierra,
fuego, aire, agua. Mientras buscaba un orden para el libro, reparé en que cada
uno de los relatos tenía como núcleo alguno o algunos de estos elementos.
Recordé, entonces, que ciertos filósofos griegos presocráticos consideraban
estas sustancias como el arché, el
elemento primigenio del cual estarían hechas todas las cosas del universo; se
me ocurrió que yo también podía jugar con esta idea. Así concebí un orden que
avanza desde lo sólido hasta llegar al agua que es, como sabemos, el principal
componente del cuerpo humano.
La condición animal es
un libro lleno de ternura, pero, sobre todo, de crudeza. ¿Qué puedes decirnos
al respecto?
Creo que detrás de todo trabajo artístico hay algo que nos atañe
personalmente, no quiero decir autobiográfico pero sí que tiene que ver con
nuestras preocupaciones, un componente vital. Yo diría que a mí me preocupan
los dos extremos mencionados en las relaciones humanas.
¿Cuál de sus relatos te
ha costado más escribir?
Nostalgia
de la morgue. Tuve mucha dificultad para encontrar el tono y el modo de dosificar
la información. Es un relato moroso que habla de la enfermedad, de la espera,
la esperanza de encontrar la cura y de la (im)posibilidad del amor. Todos estos
temas exigen paciencia y lentitud que se manifiestan también en la longitud y
velocidad de este relato.
©Ático 26 - Estudio de fotografía.
¿Te has basado en algún
hecho real a la hora de escribir alguno de estos cuentos o todos han nacido de
tu imaginación?
Todo es, en cierta medida, autobiográfico porque salió de mi
imaginación, y porque está filtrado por mi experiencia vital. Pero lo único
cierto es que a mí se me murió un pájaro en idénticas circunstancias a las del
cuento Lo que queda del aire.
¿Qué esperas que
encuentren los lectores en La condición
animal?
Me encantaría que encontraran lo que yo encuentro en los libros
que me apasionan: cierta conmoción estética o intelectual que pone en tela de
juicio lo que creíamos cierto, seguro. La literatura, a mi entender, es un
territorio de dudas, un camino hacia el asombro, como lo era la filosofía para la
Antigua Grecia.
¿Qué nuevos proyectos
literarios tienes en mente?
El año próximo, Baile del Sol publicará mi poemario El álbum oscuro (Finalista del Premio de
Poesía “Manuel del Cabral”).
¿Te gustaría añadir
algo antes de terminar esta entrevista?
Sí, muchas gracias por haber leído La condición animal.
Gracias a ti,
Valeria, por dejar que tus cuentos se publicaran para que los lectores pudieran
disfrutarlos. También por tu tiempo, tus fotos y tus respuestas, por supuesto.
Espero que tanto La condición animal como tus próximos proyectos te traigan
muchas alegrías.
Y
a vosotros, queridos lectores, gracias por estar un día más al otro lado de la
pantalla.
Cristina
Monteoliva