Título: Siete casas vacías
Autora: Samanta Schweblin
Edita: Páginas de Espuma
Páginas: 128
Precio: 14 €
Una casa no es más que un espacio
delimitado por techo, suelo y paredes si en ella no vive nadie. Una casa vacía
es un lugar triste, deprimente. Aunque si en una casa vacía hubo antes gente,
aún quedan las sombras, las psicofonías de aquellos habitantes. Sus vidas. Sus
historias. Las casas vacías, por tanto, pueden resultar también muy interesantes.
Si no me creéis, dejad que os cuente algo sobre Siete casas vacías, la obra de Samanta Schweblin ganadora del Premio
Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero 2015.
Siete
casas vacías es un volumen compuesto por un total de
siete relatos de extensión variable, escritos la mayoría de ellos en primera
persona. Aunque los temas a tratar son bien distintos en cada pieza, existe un
elemento común a todas ellas: la familia y la relación entre sus miembros. Así,
en Nada de todo esto, el primer o de los
relatos, nos enfrentamos a una madre y una hija unidas por la peculiar afición
de la madre por las casas ajenas. Como es de esperar, esta afición crea algún
que otro problemilla que ambas, madre e hija, sabrán solventar a las mil
maravillas.
En Mis padres y mis hijos, nos encontramos con un hombre que comprueba
cómo sus padres y sus hijos tienen mucho en común, cosa que llegará a
desesperar a su esposa.
Si hay dos relatos que
guardan entre sí una especial relación estos son Pasa siempre en esta casa y La
respiración cavernaria. Yo incluso diría que se trata de relatos
complementarios o de dos visiones de una misma historia. En estos relatos, se
habla de lo desorientados que se encuentran los padres cuando pierden a sus
hijos, y de la relación que tienen estos padres con los vecinos. En ambos
relatos hay objetos personales de los hijos, con los que no se sabe que hacer
(sobre todo ropa), jardines y momentos desasosegantes.
De los dos relatos
mencionados anteriormente yo destacaría La
respiración cavernaria, prácticamente una novela breve, por lo bien lograda
que está la narración y por lo completo que resulta, desde todos los puntos de
vista. Es un relato que comienza de forma muy pausada, pero que pronto crece en
ritmo y en interés. Una historia que, si se llevara a la gran pantalla, estoy
segura de que sería un éxito.
Algunos teóricos de la
escritura creativa creen que el narrador en primera persona es un ser poco
fiable. Su visión es demasiado subjetiva, demasiado parcial. Yo soy de las que
opinan, sin embargo, que esta voz es la más cercana, aquella con la que más empatía
puede sentir el lector. De esta forma, no creo que hubiera sentido lo mismo al
leer Cuarenta centímetros cuadrados o
Salir si el narrador hubiera estado
fuera de las relaciones que estos relatos cuentan, ajeno a los vínculos
familiares que unen a los personajes.
Cuarenta
centímetros cuadrados es uno de los relatos con los que más
he conectado de este libro, precisamente porque la historia de mudanzas y
desarraigos de la protagonista, una mujer inteligente que ve cómo las cosas
últimamente han ido a peor para su familia, me es tremendamente conocida en la
vida real.
Salir
es un relato sobre el matrimonio, sobre las discusiones absurdas y las maneras
de escapar de ellas. La protagonista lo hace, por cierto, de una forma muy original. Imposible no reírse con esta historia.
Mi relato favorito de
este volumen, por la controversia de la historia, por la naturalidad con la que
la cuenta la niña protagonista y por su magnífico desarrollo, es Un hombre sin suerte. Este relato cuenta
la increíble aventura que vive una niña el día de su cumpleaños, el mismo que
su hermana menor decide tomarse un vaso de lavandina (lejía). Por culpa de su
hermana, la cumpleañera acaba sin bombacha (braguitas). Un relato difícil de
olvidar y de imitar.
Siete
casas vacías, en definitiva, es un volumen lleno de
buenos relatos escritos de una forma impecable. Un libro lleno de grandes
historias, tan tristes como divertidas, que nos hacen pensar en las relaciones
que mantenemos con nuestros familiares y personas más allegadas. Siete retratos
de familia en movimiento. Un lugar al que acudir cuando queramos vivir
historias increíbles manteniendo, a la vez, los pies en la tierra. Un libro
que, si te gusta la narración breve, no deberías dejar escapar.
Cristina Monteoliva