Vamos con este gran momento del año que es la Navidad,
en que empezamos a saborear antologías de cuento fantástico y a gastarnos el
dinero en ellas; para regalar o regalarnos. Esta preciosidad, De monos y hombres. 17 fabulaciones sobre la
humanidad: de E.T.A. Hoffmann a Roberto Arlt, con su típico lomo dorado de Alba
Clásica, recopila relatos del siglo XIX y XX, en los que el mono es el
protagonista. Pero no cualquier mono, sino el arquetipo del primate; ese que
nos recuerda, para bien o para mal, nuestra forma y nuestra inteligencia.
A continuación resumo algunos de los
cuentos de la antología, según mi preferencia personal.
Té verde, de Le Fanu.
El narrador, el famoso médico alemán Hesselius, trata a un párroco al que se le
aparece un pequeño simio. Al principio cree que son visiones provocadas por el
exceso de té verde, que toma de noche para soportar despierto las largas horas
de trabajo que requieren sus estudios. Poco a poco el animal va volviéndose más
invasivo, lo mira mientras duerme, sus ojos son como dos brasas en la
oscuridad, y llega a hablarle. Lo que dice le desquicia. Una maravilla de cuento
en que la tensión está medida al milímetro y como repasada con el filo de un
cuchillo.
Tres cuentos de autores inmortales
en los que el eslabón que nos une al mono es el lenguaje: Discurso para una Academia de Kafka, imprescindible. El canalla de la naturaleza de Lord
Dunsany, un curioso caso en que la ciencia y la inteligencia del primate son
empleadas contra el belicismo alemán, y el precursor aventajado de ambos: E.T.A
Hoffmann con su Noticia de un joven
culto. Hay que tener en cuenta que, en este caso, hablamos de un relato
científico acerca de la capacidad de un primate de convertirse en erudito, publicado
en 1814, antes que las grandes novelas especulativas de Verne o los cuentos
geniales de Wells, antes incluso que el Frankenstein de Mary Shelley. Una vez
más, la precocidad y hasta la capacidad profética de Hoffmann es asombrosa.
Tres interesantes autores
latinoamericanos, cuya prosa se agradece siempre: La factoría de Faljalla Bill Alí, de Roberto Arlt, con un estilo
realista y un tema insólito en esta antología: la amistad del hombre y otros
primates. Tal vez la clave está en la poca fe que tenían los protagonistas del
escritor argentino en sus semejantes humanos. En este caso el carácter generoso
y benigno de los monos viene a subrayar esta contradicción del hombre como lobo
para el hombre.
Los caynas, de César
Vallejo. En una aldea de Perú se extiende imparable una epidemia; quienes se
contagian caen en la histeria colectiva de creerse monos. La historia de este
gran poeta (uno de los más grandes en lengua española) se vincula con el Horla
de Maupassant y con El perro rabioso de Quiroga, así como con todos los relatos
de licántropos de la psiquiatría.
Hablando de Quiroga, el escritor
uruguayo también está en la antología, con Historia
de Estilicón, un relato en el que, en medio de la selva, del modo preciso y
agobiante en que se ve avanzar la oscuridad en sus tramas, las fronteras entre
un gorila y los personajes humanos del cuento se desdibujan, perdido el
contexto de la civilización. Se le llamó el Poe latino. Yo creo que tenía un
estilo que brillaba por sí mismo y no hay nada que justifique una comparación
con Poe, salvo un elemento psicológico sin el cual, ni las tramas del uno ni
las del otro tendrían sentido: la perversidad.
Pocos animales se han estudiado en
la historia de la etología, si es que ha habido alguno, que matasen por placer.
Poe inventó al gato negro vengativo en el Este de los Estados Unidos y al
orangután sádico en París. Desde luego, este cuento era imprescindible en la antología:
el célebre Los crímenes de la Calle
Morgue.
Tampoco podía faltar ese clásico del
giro y del ambiente que es La pata de
mono de Jacobs, que muchos descubrimos en su lengua original, en las
lecturas de las clases de inglés.
El siguiente es mi gran descubrimiento
del libro: El mono de Isak Dinesen.
Sabía que Karen Blixen usaba con
maestría los animales y metamorfos, pero su relato, extraído de Siete cuentos góticos, es una rara y
deliciosa sorpresa. En él, como en su novela corta El festín de Babette, la protagonista es la contención, asediada
sin éxito por el placer y la libertad hasta que, tarde, aunque a lo mejor no
demasiado tarde, los personajes descubren que no había peligro de
desbordamiento, que las emociones fuertes no los iban a matar o a destruir,
sino todo lo contrario.
El español decimonónico Vicente
Barrantes escribió su propio homenaje al cuento de Poe, que puede encontrarse
también entre estas páginas. Una secuela explícita, pues en el propio título
apostilla: Imitación de Poe. Muy
interesante descubrimiento este cuentista, teniendo en cuenta la poca
importancia que se le daba al cuento en la literatura decimonónica española, y
lo marginal que era la lectura de autores anglosajones de terror.
Aquí me atrevo a anotar la falta en esta
antología de un cuento excelente de Emilia Pardo Bazán: Adriana, en el que un animal que, por su descripción, debe de ser
un macaco grande o tal vez un mandril, protagoniza una escena de tensión
magistral, que deja al lector con la lengua fuera y a la protagonista tocada
para siempre.
Quiero destacar la presencia de
cuentos en castellano en esta antología. Creo que en el mundo editorial
español, tenemos una cuenta pendiente con el cuento. Demasiados lectores no
saben todavía las historias increíbles que les quedan por conocer y los grandes
cuentistas que han escrito en nuestra lengua. Este es un valioso grano de arena
para esa montaña.
Rebeca Tabales