domingo, 16 de noviembre de 2014

Entrevista a PAULA LAPIDO con motivo de la salida a la venta de HORROR VACUI.

Hay una pregunta que personalmente odio, pues creo que es algo que no deberíamos contestar nosotros mismos, sino los demás, los que nos rodean. Esa pregunta es “¿Quién es…?” Yo no voy a preguntarte quién es Paula Lapido, pero sí me gustaría que le contaras a todo el que lea esta entrevista qué te gustaría que la gente supiera de ti.
Me da bastante pudor hablar de mí misma y sufro un poco cada vez que tengo que escribir una biografía para alguna publicación, aunque sea corta. Ciñéndome al plano literario, “Horror vacui” es mi primera novela. Hasta ahora había publicado un libro de relatos, “Teoría de todo” (Tropo Editores, 2010), con el que fui finalista del Premio Setenil. También he participado en varias antologías muy diversas, como “Mi madre es un pez” (Libros del Silencio, 2010), “Madrid, Nebraska” (Bartleby, 2014) o “No entren al 1408” (Biblioteca de Babel 2013) dedicada a Stephen King, que se publicó por primera vez en Ecuador pero se ha vuelto muy viajera y anda recorriendo varios países al otro lado del charco; el último, México.
Por lo demás, tengo una cierta obsesión por incluir animales en mis novelas (los peces, después los escarabajos tigre y últimamente un zorro ártico), sufro de fijación por la música de Bach y necesito silencio sepulcral para escribir. Y bebo té. Mucho.

Paula Lapido había sido conocida hasta ahora como escritora de relatos. ¿Te estrenas como novelista con Horror Vacui o tienes otras más obras de este tipo escondidas en un cajón?
Tengo en un armario (a buen recaudo) cuatro o cinco novelas o “intentos de novela” sin terminar que escribí desde la adolescencia hasta que terminé la carrera. Todas de temática fantástica. Después hice un parón largo hasta que me reenganché a la escritura con los relatos y publiqué “Teoría de todo” en 2010. Siempre tuve claro que iba a volver a la novela tarde o temprano, sólo necesitaba una idea que me prendiese lo suficiente. Para cuando di con el germen de “Horror vacui”, le había cogido cierto miedo al género y no estaba muy segura de poder con ello pero, en cuanto me zambullí en la piscina, me descubrí nadando.

¿Es más difícil para ti escribir relato corto o novela?
Creo que uno y otra tienen dificultades bien diferentes. La contención, el ejercicio de síntesis y de elección de detalles que requiere el cuento me resultan complicados porque, entre otras cosas, muy a menudo me puede la verborrea. Por otro lado, la novela requiere mantener la tensión durante mucho tiempo --no sólo el tiempo del lector, sino el del propio escritor; es un proyecto con el que convives durante años. Quizá sea más difícil alcanzar la genialidad en el relato, pero es una apreciación completamente subjetiva.


¿Cómo surgió la idea de escribir Horror Vacui?
Cuando empecé la carrera, entre otras cosas que circulaban por la facultad y que formaban parte del “acervo friki de los físicos” estaba la obra del artista holandés M.C. Escher. Me fascinó desde el primer momento su uso de las formas para llenar el espacio. También sus ilustraciones de realidades imposibles. Todo se me quedó almacenado por ahí en algún lugar del cerebro hasta que, años después, hacia 2006, cuando ya estaba escribiendo relatos compulsivamente y tenía el motor creador bien engrasado, me surgió una imagen: la de un hombre que dibujaba a lápiz, en la pared, decenas de formas que llenaban el espacio. Como una ilustración de Escher. Muy al principio, quise convertir esta imagen en un cuento, pero no se dejó. Con el tiempo me di cuenta de que por fin tenía delante una novela, aunque aún tardé un par de años más en atreverme a empezarla.

Horror Vacui es una novela compleja que requiere mucha atención por parte del lector, pero creo que aún más por parte de su escritora. ¿Te ha resultado difícil seguir el pulso narrativo todo el tiempo? ¿Cuánto has tardado en escribir esta obra?
Escribir “Horror vacui” ha sido una experiencia difícil y satisfactoria a la vez. Era crucial encajar todas las piezas de la historia de forma que no quedase ni un mínimo resquicio. Eso me llevó mucho trabajo y no pocos quebraderos de cabeza, incontables cambios de opinión, capítulos reescritos una y otra vez (el capítulo 6 llegué a reescribirlo por lo menos 10 veces) y dudas existenciales de las que no te dejan dormir. Pero lo más costoso fue mantenerle el pulso a Isaac, el protagonista, durante los tres años que tardé en escribir y corregir la novela. 
Aunque “Horror vacui” está narrada en tercera persona, el narrador está focalizado completamente en Isaac, le da eco a sus obsesiones y a sus crisis como si estuviera dentro de su cabeza. Mantener el narrador al mismo nivel de intensidad durante toda la historia fue un buen ejercicio de conciencia y de constancia.

¿Tienes miedo al vacío? ¿O da más miedo que no te lean porque en este país lo que se lleva ahora es la novela erótica y los libros escritos por famosos?
Es verdad que hay modas: ahora la novela erótica, antes la Guerra Civil española, etc., y que los famosos han entrado al trapo, al candelero literario como reclamo de masas; pero yo no puedo escribir otra cosa que no sea lo que me interesa, lo que me reta. Éste es el vacío que creo que merece la pena llenar, y no me da miedo. Si acaso, un poco de prevención cuando empiezo con una nueva historia, porque la distancia entre el mundo de las ideas literarias y el mundo de las cosas o del texto terminado puede llegar a ser muy grande y algo amenazadora.
Cuando estaba escribiendo “Horror vacui”, una persona a la que admiro mucho y que me ha dado muy buenos consejos literarios me dijo que me iba a costar colocarla, y estuvo en lo cierto --aunque al final el resultado ha sido fantástico. Sin embargo, yo no pensaba en esta complicación mientras escribía, en parte porque bastantes dificultades tenía ya con la trama, la estructura y el pobre Isaac, pero, sobre todo, porque creo que no debo preocuparme de cosas ajenas al texto en sí mismo durante la creación. De hecho, trato de no hacerlo, conscientemente.
Me parece que, como escritores, nuestro valor, lo que nos convierte en auténticos, está en ser fieles a nosotros mismos y a nuestra Idea, con mayúsculas, de la literatura. Tenemos una especie de “deber moral” de hacer todo lo posible con nuestro esfuerzo y talento para alcanzar ese Ideal con cada texto, aunque sea sólo rozándolo con los dedos.
  
©Paula Lapido. 

¿Te sientes identificada con el protagonista de esta novela? ¿Cómo ha sido meterse en su piel?
Isaac y yo no nos parecemos en nada pero, después de “convivir” durante tres años, no descarto que se me haya pegado algo suyo. De momento, eso sí, no he pintado ningún pez de trescientas cuarenta y cinco escamas.
Cuando empecé a tener claro cómo quería que fuese la novela, se hizo muy importante para mí que el lenguaje interno de Isaac, su trastorno obsesivo-compulsivo, su “horror vacui”, estuvieran en el texto, permeasen la narración todo el tiempo. Eso requería, aparte de la consistencia de la historia, volverse bastante obsesiva: tener siempre en la cabeza los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas que Isaac dibuja para calmar su miedo al vacío, pensar a todas horas en contar los pasos, los escalones, las rayas de las baldosas por la calle… Vivir en la cabeza de Isaac para que, cuando llegase el momento de sentarse ante el teclado, su flujo de pensamiento me saliese por los dedos con naturalidad, que no resultase impostado o forzado. Fue un trabajo de inmersión, poco a poco, en un mundo obsesivo y bastante desquiciante. Al principio era difícil sostener la tensión y tenía que recordármelo constantemente, hasta que la dinámica de Isaac, su forma de pensar, se me hicieron naturales.
Desintoxicarme de Isaac fue como ascender al mundo desde los infiernos de la compulsión pero le guardo un gran cariño al personaje y creo que me he acercado mucho a lo que pretendía con la historia.

¿Y con la chica? ¿Crees que te pareces a ella?
Reconozco que a mí también me gusta el color rojo, como a Antonia, pero con los tacones no puedo. Por lo demás, intento no ponerme como modelo para ninguno de mis personajes, ni tampoco utilizar a nadie cercano. Dejo que el cerebro haga su trabajo misterioso y que mis experiencias sublimadas salgan por derroteros lo más lejanos posible. Quizás una persona que me conozca mucho podría intuirme en mis textos, pero no son transparentes, ni siquiera para mi gente más cercana. No encuentro ningún valor literario per se en la transparencia, en lo que conozco.

¿Por qué peces de trescientas cuarenta y cinco escamas?
La razón de los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas es que Isaac necesitaba un motivo, uno concreto, más que dibujar formas diversas sin ton ni son. Los peces de trescientas cuarenta y cinco escamas surgieron de pronto en un borrador de los primeros capítulos y, cuando me quise dar cuenta, se habían convertido en ese motivo que estaba buscando. Encierran mucho de lo que significa la compulsión de Isaac: los peces son formas pequeñas, con un número fijo de escamas que se puede contar. Se pueden dibujar unos peces dentro de otros, anidar las formas, pueden llenar cualquier intersticio de otras formas. El pez como animal recuerda a algo frío y húmedo como la ciudad en la que se desarrolla la historia, también resbaladizo como los recuerdos que se le escapan a Isaac… Tuvieron sentido desde que aparecieron por primera vez, y no les di más vueltas; los integré en la historia.

Mientras leía Horror Vacui, me imaginaba las imágenes proyectadas en una pantalla de cine. ¿Te gustaría que tu historia llegara a la gran pantalla?
Cuando escribo, veo las imágenes, los gestos de los personajes y los escenarios en que se mueven. Es también la forma en que ideo las historias: lo primero que me viene a la cabeza suele ser una imagen, un personaje haciendo algo en un lugar concreto. Todo lo demás aparece después: la historia, el conflicto, etc. Me gusta que el lector visualice la narración como yo la he visto antes, y todos los detalles que incluyo están dirigidos hacia esa visión que quiero compartir con él. En el caso de “Horror vacui”, además, utilicé una fuente de inspiración cinematográfica: la película “El tercer hombre” dirigida por Carol Reed en 1949.
Desde luego, sería sensacional ver “Horror vacui” en la pantalla, aunque es probable que el resultado fuese bastante distinto a mi visión personal. A ver si alguien se atreve.

Por último, ¿qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Siempre tengo muchas más ideas que tiempo para desarrollarlas, pero ahora mismo llevo dos proyectos bastante encarrilados. Por un lado, un primer borrador por corregir y trabajar en profundidad de una novela completamente distinta a “Horror vacui”, más intimista pero con su toque de rareza, como a mí me gusta. Y, por otro lado, en los últimos meses estoy dedicada en cuerpo y alma a una nueva historia en la que quiero explotar la idea del mal y la ambigüedad entre el terror fantástico y el real. Apenas tengo todavía un par de escenas, pero avanzo con mucho entusiasmo. Sucede en el norte de Laponia durante la Segunda Guerra Mundial; me he pasado una buena temporada documentándome sobre cosas como los campos de prisioneros nazis en la zona, la ganadería de renos, la etimología de los nombres de las granjas… Está siendo tan emocionante como un viaje exótico.

¡Pues date prisa, Paula, que quiero tener esas dos novelas, una en cada mano, cuánto antes mejor! En serio: suena muy interesante esto que nos cuentas. Espero que pronto todos los que disfrutamos con tus escritos podamos leerlas, ¡y que vayan llegando nuevos lectores!
Muchas gracias por tu tiempo, tus palabras y tus fotos. Ahora, ¡a seguir así!