La infancia es esa época idílica de la vida, ese lugar de
la memoria al que regresar cuando la vida nos trata mal; un reducto de
inocencia en el que sentirse seguro. Pero también, no nos engañemos, es un
periodo de la vida en el que residen muchos de nuestros miedos: el monstruo
dentro del armario; los ruidos desconocidos cuando todo está a oscuras y en
silencio; el terror que nos acecha debajo de la cama; las peores pesadillas...
Los niños son todo ingenuidad y candor, pero también pueden ser crueles y
tenebrosos.
En Niños, la última colección de relatos de David
Roas, encontramos todos esos miedos y algunos más. El libro se compone de doce
relatos divididos en cuatro partes que se corresponden con las fases de la
metamorfosis de un insecto: huevo, larva, pupa y adulto. Esta categorización ya
resulta algo inquietante; nos sugiere que el niño es una criatura a medio
camino entre lo animal y lo humano. Los protagonistas tienen diferentes edades;
algunos aún están el vientre materno y llegan hasta los diez años
aproximadamente. Desde que se hayan en el interior de la madre hasta que se
hacen independientes.
Cuenta el
autor que el germen de este libro se encuentra en su relato Cuentos dictados que
aparecía en su anterior obra, Invasión. Fue ahí donde comenzó a explorar
el mundo de los terrores infantiles a través de lo que le contaba su hijo de
los suyos propios. En esta ocasión da un paso más. El niño pasa de ser un ser
inocente a convertirse en una amenaza. La infancia se presenta como una
realidad tenebrosa y el niño como una fuente de terror. Esta subversión hace
que el efecto de las historias sea aún más inquietante. En esa ambigüedad
reside lo siniestro.
El estilo
de Roas es sobrio, desapasionado, carente de adornos. Sus historias tienen
lugar en el día a día, en lugares cotidianos, muchas veces en el propio hogar.
Lo fantástico, lo tenebroso irrumpe en lo cotidiano, por eso resulta más
perturbador. Ruidos ilocalizables, clones, espejismos, el día de la marmota,
las ausencias, la crueldad de los niños con los animales, los freaks… El
libro está plagado de referencias cinematográficas y literarias; entre estas
últimas incluso encontramos un homenaje a la gran Shirley Jackson de cuyo
relato La lotería el autor hace su
propia versión.
Con todos
estos elementos y partiendo de su propia experiencia, Roas reflexiona sobre la
paternidad, sobre la relación padre hijo desde una perspectiva inquietante. La
maternidad es un tema que ha sido tratado ampliamente en la literatura,
explorado también desde su lado más siniestro, pero no ocurre lo mismo con la
paternidad. Al mismo tiempo, Roas explora sus propios miedos reflejados en los
de su hijo y los que le provoca su vivencia del hecho de ser padre. El niño
como un ser fascinante por su peculiar manera de ver el mundo y de percibir la
realidad, pero también como un ser monstruoso y cruel.
María Dolores García Pastor