Estimados amigos de La Orilla de las Letras,
volvemos a la carga con nuestras entrevistas, este
vez con la que nos ha concedido el autor Pablo
Guillén.
Pablo Guillén comenzó su andadura como escritor escribiendo artículos de opinión en el Diario Información de Alicante. Ha
publicado los libros de relatos Sombras de
luz y niebla, Reflejos frente al
espejo, Lanzarse al vacío y otros
relatos, Relatos y ratos de la vida
y Hojas otoñales. También ha
participado en la antología de relatos Alhistorias.
Dicho esto, vamos a ver qué tiene que contarnos
nuestro invitado:
¿Cuándo
te diste cuenta de que querías ser escritor?
Es una
de esas respuestas en las que tengo que utilizar algo así como la regla del
tres.
Primero, colocar una fecha, una hora, un reloj en el tiempo casi seguro que
no se ajustaría a la realidad.
En segundo lugar, nunca diría aquello tan recurrente y empalagoso de; yo
antes de nacer o en el mismo parto supe que sería escritor.
En tercer lugar y no voy a caer en eso de que no por ello menos
importante, empecé a escribir cuando toqué fondo. Uno de esos fondos que
tocamos a lo largo de la vida. A veces cuando pasas de cagar en el pañal y te
colocan un buen día un orinal y lo primero que haces, porque no tienes referencias,
es meter la cabeza y buscar al jodido ratoncito Pérez. Luego tocas fondo cuando
en la adolescencia, vamos a llamarlo así, te pasas muchas horas en el baño y no
porque te duches tanto, sino porque te hinchas a pajas cada vez que piensas en
Laura y ella sabes muy bien que sale con Pedro José Riquelme de los pantanos
secos.
En fin,
para no alargarme demasiado y salirme de línea, La escritura me salvó y lo
sigue haciendo. Son muchos años persiguiendo un sueño, un albatros, un gamusino
y hasta un conejo blanco, o a uno mismo. Ahí descubrí una isla ignota. A ella
voy cada día a pasar varias horas.
Como decía
William Goldman (novelista, guionista, dramaturgo estadounidense) escribir son
ocho horas al día. Siete horas para convencerte a ti mismo de que eres escritor
y una hora como mucho para escribir.
¿Qué
lecturas crees que te han influenciado como escritor?
La verdad es que no tengo ni la
más remota idea. Supongo que todo lo que he leído hasta ahora de algún modo ha
ido calando, ha permeado. Leo sin paraguas y sin chubasquero y eso creo que se
tiene que notar.
Bueno,
reflexiones a un lado, y todo el mundo que me conoce lo sabe muy bien, el
culpable de que yo empezara de forma consciente, con ganas, con pasión con todo
esto de la escritura, es: redobles de tambores, alguna canción de Queen como
Who want to live forever y mi escritor fetiche es el señor Bukowski. Él podríamos
decir que fue la llave de contacto, el arranque del viaje al que se han subido
distintos autores como Paul Auster, Haruki Murakami, Ray Loriga, David Trueba, Juan
Manuel de Prada, Truman Capote, Carver o Richard Ford, por citar solo algunos.
¿Qué
estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?
Casi a
salto de mata, como el titulo de una novela de Auster, estoy leyendo lo último de
Loriga; Cualquier verano es un final.
Amistad, amor, muerte. Todo eso contado con una textura especial en las
palabras. Perfectamente recomendable, aunque lo leas en otoño. He leído podríamos
decir casi todo de Loriga y casi nunca te deja indiferente. También podría
recomendar Rendición. Novela con la que ganó el premio Alfaguara y que no deja
de ser de algún modo una crítica, una llamada de atención sobre está sociedad
de la transparencia en la que nos hemos metido nosotros solitos. Solo ha hecho
falta una zanahoria.
¿Dónde
encuentras la inspiración?
Decía Dalí
que dormía con uno a varios pinceles y lápices en la mano. De ese modo cuando las
musas lo visitaban en pleno sueño y despertaba, pintaba justo lo soñado, lo que
las poderosas musas le transmitían.
En lo personal y sé que puede sonar mal, a veces la inspiración me pilla
cagando y supongo que será por eso que dispongo allí mismo de un escritorio con
un ordenador, un bote de cartón reciclado repleto de bolígrafos y rotuladores
de colores, de esos que sirven para destacar alguna palabra o frase. Y claro,
folios en blanco en una estantería sin fin y por si las moscas tres docenas de
rollos de papel más o menos higiénico.
En otras ocasiones, la inspiración llega caminando por la orilla del precioso
Mediterráneo, cosa que hago al menos tres veces por semana durante dos horas,
treinta minutos y algunos segundos que no solemos tener en cuenta, pero que, a
lo largo de los años, suman casi una eternidad.
También, a que negarlo, el cine, el teatro, la música y un rincón en medio de un bar en overbooking, te puede dejar estelas, huellas de conversaciones que tirando del hilo de la imaginación y con la inestimable ayuda de un Macguffin, conseguir una historia interesante en formato relato o novela.
©Pablo
Guillén.
¿Por
qué relato y no novela?
Me
siento más cómodo en el relato y no es por lo que estáis pensando. La novela
puede que requiera más planificación que el relato, pero el formato novela te
permite licencias imposibles en las distancias cortas, vamos a llamarlo así.
Una de la premisas para escribir, es leer mucho y ya sé que suena a Perogrullo
y en ese camino de lectura tras lectura, me he encontrado con obras de autores
que no sufren precisamente del anonimato, que viven más o menos de escribir y
de conferencias y todo eso, que meten en sus historias más paja, infodumping o
como quieras llamarlo, que una granja de ovejas, vacas o caballos, que la utilizan
para sus camas o su alimentación.
En el cine hay ejemplos de relatos de hace no mucho tiempo. Relatos Salvajes.
Cuatro o cinco historias de veinte minutos que te atrapan y no te dejan ir ni a
cagar.
Creo que la gente en general confunde la calidad con el tamaño, pero al
menos en este asunto no son en absoluto sinónimos.
Y ejemplos sobran para ilustrar esto. Borges, salvo error en las fuentes
de la información, nunca escribió novela.
Oscar Wilde que a casi todos nos suena, solo escribió una novela que
resultó a la postre un tremendo éxito llevado a la pantalla en diversas
ocasiones, hablo del Retrato de Dorian Gray. Por no mencionar al autor del Gran
Gasby, Scott Fitzgeral, que si bien escribió algunas novelas, fue en el relato
donde encontramos su obra más extensa.
En el terreno del relato se podría hablar mucho de uno de los grandes
maestros el señor Antón Chejov del que nos ha quedado entre otras muchas cosas,
la famosa pistola de Chejov. Una artimaña, una técnica narrativa brutal que
encontramos en innumerables relatos, novelas, películas y series. De modo que
todos han aportado conocimiento, modos, formas de contar una historia, la misma
historia de mil maneras. Cuentistas, novelistas, dramaturgos, guionistas. De
sus manos, de sus emociones, de esa capacidad de pasarse el relevo, podríamos llamarlo
así, unos a otros, han nacido verdaderas obras maestras de la literatura y el
cine.
Por otro lado, no hay que olvidar ni por un instante que esto de la
escritura es un continuo aprendizaje, un entrenamiento, una preparación para
subir los ocho mil, que sin duda pasa por llegar a distintos campos base.
Por
cierto, ¿qué tiene que tener para ti un buen relato?
Lo que
escribes tiene que ser ameno, tiene que salirte de las entrañas, debe tener
música cada palabra, cada frase, se tiene que leer como si no se estuviera leyendo,
te tiene que arrastrar y sacar por un rato del caos de tu puta vida, sea la que
sea, la vida se vuelve rutina, resbala como si intentaras andar sobre una pista
de hielo recién pintada de petróleo. Si, ya sé que vais a mover la cabeza como
diciendo que vuestras vidas no son así, y seguramente os estaréis engañando al
menos un cachito.
¿Y
por qué crees que se lee menos relato en España que novela? ¿Qué podemos hacer
para hacer llegar el cuento a los lectores?
La
verdad es que no dispongo de datos suficientes para pronunciarme en un sentido
o en otro. Sin embargo, desde mi experiencia en innumerables firmas de mis
libros en Fnac, Corte Ingles y Casa del libro en distintos lugares de la geografía
más cercana a Alicante, como Murcia, Valencia, Albacete, Madrid, Alicante, Elche
y otros lugares, si bien no podría quejarme por vender entre veinte y treinta
libros por firma, es cierto que el publico en general se decanta por la novela,
las trilogías, las sagas, las novelas de mil doscientas páginas o cosas así.
El otro día, y en este caso fue el otro día, me invitaron junto con otros
compañeros de letras a pasar unas horas en una especie de fin de curso de un
instituto. Mesas a un lado y otro del patio todas repletas de libros. Novelas
la mayoría y relatos en algunos casos como un tal Felipe y el que escribe estas
breves líneas. No sé por qué la gente cree
a pies juntillas dos cosas; la primera, que se sienten más intelectuales
leyendo novela y cuantas más páginas mejor. La segunda, que les suena a chino
eso de los relatos y mucho más a chino (y no es nada peyorativo) casi todos
conocemos esa expresión popular.
De manera que cuando en un jodido ataque de querer explicar lo que
escribes, les cuentas que se trata del realismo sucio, que es un modo de contar
las historias que viene de Estados Unidos, que algunos de sus exponentes son, el
propio Bukowski al que me refería algunas líneas atrás, Richard Ford, John
Fante, Carver y un sinfín de autores desplegados por el mundo. Sea este redondo
o plano. Y cuando entras en explicar algunas características de como narrar en
modo sucio, ponen los ojos como platos, sacan de la manga, aunque vistan con un
polo o una camiseta de verano, el as de las prisas, de que tengo en casa tantos
libros que podría subir los ocho mil haciendo una escalera, o bien te dicen directamente
que ellos no leen y que además tienen el coche aparcado en doble fila.
©Pablo
Guillén.
¿Te
has bloqueado alguna vez escribiendo un relato? ¿Lo has dejado sin terminar o
has buscado la forma de hacerlo?
A veces
tienes justo delante de tus narices un oso panda, un elefante y hasta una
jirafa y no eres capaz de verlos. Cuando te bloqueas tienes que poner un pie en
el suelo frio, como si se tratara de una rampa que jode y mucho, salir al
tempero de la calle, aunque sean las cuatro de la mañana, ir a la tasca de
Pablo que siempre esta abierta por más tarde o temprano que sea, tomarte, ahora
que estamos casi en verano, un par de mojitos y cuando entre de sopetón el hambre,
unas chuletas de cordero a la brasa y un rioja reserva de cien pavos. Luego
cogidos de la mano Paula y tú llegáis hasta el malecón del puerto para ver
salir el sol porque en tantos años nunca lo has visto de primera mano. Bien
porque estabas tecleando, dando vueltas entre las sábanas soñando que estabas
soñando.
¿De
cuál de tus obras te sientes más orgulloso?
Supongo
que podría decir que estoy muy orgulloso de todas y que soy un escritor
cojonudo y parecer un delicioso pedante. Pero la realidad que nos deja el paso
del tiempo es que aquello que nos pareció la repera, ahora tiene aspecto
macilento, las notas del pentagrama no acaban de sonar a algo que no se parezca
a una estampida de Ñus y cosas por el estilo.
Sin embargo, en ambos casos estaría equivocado. Estoy aquí escribiendo
esto para una entrevista, gracias a todos los fracasos que he tenido, gracias también
a algún acierto. Los dos han conseguido construir la persona que soy hoy, han
conseguido que me mire al espejo y no vea un extraño. Y además intento seguir el consejo de Kafka; no debo sobrevalorar lo que
he escrito, con ello solo hago inalcanzable lo que quiero escribir.
Háblanos
de tu última obra, Hojas otoñales.
¿Qué podemos encontrar en este libro?
Podéis encontrar
páginas hasta la 341 luego la contraportada con una sinopsis muy sugerente y un
tamaño de letra que lo puede leer absolutamente todo el mundo, aunque pase de
noventa años.
Hay una pequeña frase que el ser humano viene repitiendo en las últimas décadas
o siglos, Aquello de que todo está inventado. Nada más lejos de la realidad. La
sociedad de hoy no se parece en nada a la de los noventa, los ochenta y no
digamos en los años cuarenta o cincuenta.
La primera
parte de Hojas otoñales habla de aquella época de la mano de su protagonista
principal que es mi madre. Durante sesenta o setenta páginas coloco al lector en
unos escenarios, un tiempo, conocemos a los personajes y el conflicto y la
ultima escena queda en algo así como un cliffhanger, porque la historia saldrá
en uno o dos tomos más. El resto del libro consta de relatos que huelga
recordar son puro realismo sucio.
¿Qué
esperas que los lectores encuentren en tus libros?
Algo
parecido a lo que los libros que he leído han hecho por mí. Rellenar algunos
huecos que tenía por ahí dentro, seguramente en el alma y no pocos en el cerebro. Me han ayudado a reflexionar sobre multitud
de asuntos y en especial los cotidianos. En definitiva, me han procurado
felicidad y sentirme bien conmigo mismo que puede sonar baladí, pero apuesto a
que es una de las llaves para no lanzarte al vacío. Los libros pueden ser en
definitiva como una de esas llaves maestras de los hoteles que pueden abrir
todas las puertas.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Además
de seguir con la novela Hojas otoñales,
en otoño y ya se que parece un juego de palabras, estará listo un nuevo libro
de relatos que voy a titular, Relatos escritos a mano, sencillamente porque los
estoy plasmando en un bloque de folios de noventa gramos. Después de eso, me
compraré una muñequera y trataré con algún tipo de cremas o aceites, un callo
que me sale en el dedo índice cuando escribo a mano.
¿Te
gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
Decía el
poeta británico Lord Byron aquello de; solo salgo para renovar las ganas de
estar solo. Y es verdad que a veces me he sentido así.
Sin embargo, en esta ocasión el sentimiento ha sido como cantaba el
genial Alberto Cortez; Que suerte he tenido de nacer.
Y como literatura y cine no en pocas ocasiones van de la mano me gustaría
acabar esta entrañable entrevista con una de esas frases magnéticas e
inolvidables del séptimo arte.
Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad.
Muchas gracias, Pablo, por tu tiempo, tus
palabras y tus fotos personales. Te deseamos mucho éxito tanto con las obras ya
publicadas como con las que vendrán.
Y a vosotros, amigos lectores, gracias por
estar un día más al otro lado de la pantalla. Ahora, ¡a leer!
Cristina Monteoliva