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domingo, 1 de diciembre de 2013

ENTREVISTA A VÍCTOR CASSINI (I)

¿Cuándo comenzaste a escribir?
Hace mucho tiempo. Desde niño siempre me llamó la atención la expresión escrita, incluso sin haber desarrollado pretensión alguna que fuera más allá que la de exteriorizar cualquier cosa que rondara por mi cabeza. Era como una especie de impulso, una necesidad de poner sobre el papel mis puntos de vista.
Recuerdo que, fuera de las obligaciones propias del colegio, lo primero que hice público fueron unas historias en clave de humor que iba enviando en forma de cartas a un programa de radio. A partir de ahí, tan solo relatos para consumo propio y, más recientemente, algunos más que publiqué en foros de Internet. Fue ahí donde me animaron a intentar algo de más envergadura. Lo que siempre ha permanecido, de forma más o menos elaborado, ha sido el tono irónico y humorístico.

¿Has probado otros géneros aparte de la novela?
Tan solo el relato, casi siempre dialogado. Ni siquiera tuve nunca la tentación de escribir poemas para mis novias; eran todas buena gente y nunca me dieron motivo para abochornarlas con mis malos versos. A pesar de ello, en este libro, de forma esporádica, he hecho uso de diversos estilos rimados como la poesía popular, el hip-hop o el rap urbano, pero siempre como parodia.

¿Qué autores o qué sucesos (históricos, personales, etc) crees que te han influenciado como escritor?
Conscientemente o no, seguro que me han inspirado muchos más autores o acontecimientos de los que recuerdo. En cuanto a los primeros, reconozco la influencia  del humor de “Les  Luthiers” o la de John Kennedy Toole con su obra “La conjura de los necios” (de hecho, a modo de reconocimiento, he dejado escondida en “Las salvias” una alusión a esta obra, por si alguien quiere descubrirla). No puedo olvidarme de Oscar Wilde, ya que intento que los diálogos sean siempre muy vivos, con  paradojas y sarcasmo. Además, al leer el libro, se perciben pronto la influencia e incluso la presencia de, por ejemplo, el Quijote, la Odisea, la República, Saramago, Eduardo Galeano o Rosalía de Castro.
Hechos históricos: al tratarse de un libro crítico con la realidad actual, está plagado de alusiones a ésta; pero por concretar algún episodio, la celebración del bicentenario de la batalla de Trafalgar ha jugado un papel crucial en el origen de la trama. Sí me gustaría aclarar que los episodios el 15-M no han tenido nada que ver, puesto que el grueso del libro ya estaba escrito cuando surgió dicho movimiento.
En cuanto a las experiencias personales, de una forma  otra, hay partes de ellas reflejadas en la obra. Casi siempre ocurre así. Como dice Vida Winter, un personaje del libro “El cuento número trece”, de Diane Setterfield:
“La vida (del autor) es el abono. […] Toda mi vida y todas mis experiencias, las cosas que me han sucedido, la gente que he conocido, todos mis recuerdos, sueños y fantasías, cuanto he leído, todo eso ha sido arrojado al montón de abono que, con el tiempo, se ha ido descomponiendo hasta convertirse en un humus orgánico oscuro y fértil. El proceso de descomposición celular vuelve todo irreconocible. Otros lo llaman imaginación. Yo lo veo como un montón de abono. La idea se alimenta de esa materia negra que en otros tiempos fue una vida, absorbe su energía. Germina, echa raíces, produce brotes”.
No puede decirse mejor.
©Víctor Cassini 

¿Qué idea tienes del panorama literario español?
Dejando a un lado los pequeños círculos que se mueven por ahí echando mano de talento e imaginación a partes iguales para sacar adelante sus obras, y que considero motores de la verdadera cultura literaria, sería muy largo detallar las complicadas relaciones de cooperación y depredación entre lectores, autores, editores, agentes literarios, libreros y plataformas digitales en España, que no son diferentes a las pautas  existentes en el panorama internacional. Por tanto, resumiré diciendo que hace años que la edición a gran escala se convirtió en una línea de negocio más para las grandes multinacionales, que todos sabemos que tienen la desesperante costumbre de financiar para obtener beneficios. Por tanto, lo que prima es la máxima rentabilidad. Se invierte mucho en un puñado de autores para crear un producto de venta masiva; esto da como resultado una literatura cortoplacista y la creación de un star-system (la famosa y efectista coletilla: “Del autor de…). Esa es la explicación del porqué de tanta trilogía de best-sellers, por poner sólo un ejemplo (con lo difícil que debe de ser escribir tres extensos libros en apenas un par de años, sobre todo cuando una dedica la mitad de su tiempo libre a idear las diversas y perversas formas de ser esposada, amordazada y fustigada en las sombras del dormitorio). Basta con echar un ojo a los propietarios y empresas que controlan los medios de comunicación en España para ver que en muchos de ellos figura, en algún eslabón de la cadena, un Banco o un Fondo de Inversión. Dentro de esta serie, no hay nada más efectivo que la asociación de una potente editorial, un medio de comunicación nacional y un gran capital: esta es la verdadera trilogía.

¿Cómo surgió la idea de escribir La salvias florecen en el barro?
Durante mucho tiempo tuve el final, pero me faltaba la idea que me condujera hasta él. A partir de ahí, el camino fue el habitual: la historia estuvo madurando en mi cabeza durante un par de años hasta que di con un comienzo aceptable. Luego avancé con brújula, es decir, sin planificación previa sobre los diversos puntos de la trama; en una aventura sin mapa pero con un objetivo claro. En todo este proceso, los personajes y las escenas fueron apareciendo y adaptándose con facilidad al carácter crítico que quería darle al texto.
En realidad, la idea la tuve siempre delante: resultaba llamativo que al mundo de la cultura, tan proclive a denunciar (con razón) los crímenes del pasado, le temblara el pulso para hacer lo mismo con los del presente.



Salvia ©Víctor Cassini