Queridos amigos de La Orilla de las Letras,
seguimos con nuestra
ronda de entrevistas, esta vez con las que nos ha concedido Ángel Vallecillo.
La
sombra de una sombra, Hay
un millón de razas o Bang Bang, Wilco Wallace, entre otras, forman parte de la extensa y
contundente producción narrativa de Ángel
Vallecillo. En 2006 recibió el Premio Miguel Delibes por Colapsos, su novela más transgresora, y en 2018 fue galardonado ex
aequo con el XVI Premio de la Crítica de Castilla y León
por Akúside, una
ficción distópica donde abordó de forma innovadora el terrorismo nacionalista
vasco. Viajero solitario, ha visitado
más de 40 países, en especial del continente africano. También ha escrito libros para fotógrafos
naturalistas y ha dirigido la
película documental Mar de Nadie. Hambrientos y Cobardes (Pez
de Plata, 2020) es su décima novela.
Dicho esto, vamos con la entrevista:
¿Cuándo
comenzaste a escribir?
Sobre
los 15 años. Siempre me gustó escribir poesía. A los 20 empecé a escribir
narrativa, y ya no lo dejé.
¿Qué
lecturas crees que te han influenciado como escritor?
Primero los poetas simbolistas
franceses. Verlaine, Mallarmé, Rimbaud, pero sobre todo Baudelaire. Lo leía
continuamente y me parecía riquísimo. Después leí mucho a Shakespeare. Me gustaba
muchísimo. Me resultaba muy divertido. De cerrar el libro y ponerte a pensar en
esas metáforas, en sus reflexiones tan humanas. Pero cuando arranqué con la
narrativa quienes me deslumbraron fueron los norteamericanos de la vanguardia: Gaddis,
Melville, y sobre todo Faulkner, que yo creo que es mi escritor favorito. Entre
los españoles fueron Delibes y Cela de los que más aprendí. Mis dos primeras
novelas están muy influenciadas por Miguel Delibes.
¿Qué
estás leyendo ahora mismo? ¿Nos lo recomendarías?
Ahora leo
muy poco. Me gusta mucho Alberto Olmos, Alejandro Cuevas. Ahora sobre todo leo
cómic, novela gráfica. Cosas de autores como Ed Brubaker. En mi mesilla ahora
tengo un Quijote que abro al azar de vez en cuando para leer un párrafo,
una Historia del Black Metal, y el cómic El Sheriff de Babilonia,
del guionista Tom Kig, que me parece genial. Pero si tuviera que recomendar un
libro sería Antología del cuento norteamericano, dirigida por Richard
Ford. Yo ahí sigo encontrando de todo.
¿Dónde
encuentras la inspiración?
Nunca me
ha faltado imaginación. Me pongo a pensar y veo cosas. Veo las escenas, las
imágenes, escucho los diálogos. Es algo muy muy divertido. Yo lo llamo
literatura en estado líquido. La ves ante tus ojos, haces con ella lo que te da
la gana… Pero cuando te sientas a escribir esa literatura líquida se desvanece
y entonces tienes que lidiar con la palabra y ese folio tan material. Todas las
dificultades aparecen ahí, al ponerte a escribir, en el hecho físico en sí. Me
gusta mucho más lo que escribo mientras no escribo.
¿Cómo
te definirías como escritor?
Soy muy
camaleónico. Me encanta cambiar de temas, de registro, aunque es verdad que
ahora, tras doce novelas, ves una trayectoria en tu elección de temas, de
estilos, de cosas que te obsesionan, como la identidad, la traición, la catarsis,
el drama. Pero sí, me identifico con un camaleón. Siempre cambiando: nuevos
estilos, nuevas formas de expresión. Siempre me han interesado los escritores
de vanguardia: Faulkner, Joyce, Bernhard…
¿Por
qué escribir distopía?
En mi
caso porque me da mucha libertad. Me siento libre, sin ataduras. Resulta ideal
para una mente creativa. Los escritores más sesudos o sentimentales se
encuentran más cómodos en otros estilos. Yo voy cambiando, pero he utilizado
mucho las distopías. Te abren mucho campo para flipar con tus locuras, para
jugar con el lenguaje, crear nuevas palabras, nuevos personajes. Eso me
encanta.
¿De
cuál de tus novelas te sientes más orgulloso?
De Colapsos
y de Akúside, son mis dos novelas favoritas.
¿Y
cuál te ha costado más escribir?
Todas. A
mí me cuesta mucho escribir. O eso me parece a mí. La gente que me rodea me
dice que escribo con mucha facilidad, pero no es verdad. Es muy difícil
escribir bien. Requiere mucho esfuerzo, concentración, y sobre todo mucho
tiempo, en especial en la fase de corrección. Mi método de escritura sigue el
proceso pensar, escribir, borrar. Yo corrijo mucho, muchísimo. Hasta que
algo no suena perfecto no paro. Es como un reloj interno que te señala claramente
los errores, ves la tierra en los engranajes, la ausencia de música, y si algo no
me cuadra es como tener una piedra en el zapato. Por eso me encanta la fase
creativa, cuando aún no hay nada escrito: es más libre, todo es genial,
divertido, lúdico. La fase de escritura en sí me aburre mucho. Pero cuando ya
tengo un texto fijado y paso a corregir, entonces vuelve a ser divertido:
mover, borrar, recuperar, colorear… Eso me gusta mucho. Es como retocar un
cuadro.
Aunque
has publicado bastantes novelas, no conocemos nada nuevo tuyo desde Hambrientos
y cobardes, obra publicada en 2020. ¿Por qué?
Cada vez
me cuesta más entregar algo para publicarlo. No me refiero al rechazo del mercado
editorial, sino que me cuesta entregar cosas porque cada vez soy más crítico
conmigo mismo y muchas veces lo que escribo me resulta ridículo. No es una
pose, es una sensación muy desasosegante que me impide escribir. Ahora lo noto
más. La verdad es que siempre me ha pasado, pero últimamente me sucede más.
Tengo una novela terminada desde hace año y medio y mi editor me la reclama,
pero a mí me cuesta entregársela. Me siento intranquilo, como si quisiera releerla,
seguir con ella, o dejarla, no sé explicarlo muy bien, pero lo que me duele es
esa extraña sensación de que es banal, ridícula, y eso me retrae a publicarla.
Es una lucha interna que cada vez se me hace más cuesta arriba. Supongo que cada
escritor lucha con sus demonios.
© Ángel Vallecillo.
¿Qué
supuso para ti quedar como Finalista en los Premios Ignotus con Hambrientos y cobardes?
No demasiado,
la verdad. Nunca me he presentado a premios. Los premios que me han dado, como
el Delibes o el Premio de la Crítica de Castilla y León, son premios a los que
te presentan, no a los que te presentas voluntariamente. Con el Ignotus me pasó
algo parecido. Me dolió no ganarlo, claro, pero sobre todo porque Hambrientos
y cobardes es una novela que me gusta mucho.
¿Qué
esperas que los lectores encuentren en tu obra?
Jajaja. Te
confieso lo que me gustaría que no encuentren, y es demasiada complejidad. Sé que
no soy un escritor amable. Soy difícil. Intento no serlo, de verdad, pero me
sale así. Es algo que te vas dando cuenta con el paso de los libros, te das
cuenta de que tu forma de escribir requiere mucho esfuerzo por parte del
lector, y no todos quieren hacerlo, claro.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Pues
aparte de esa novela que tengo terminada y que no suelto, acabo de terminar una
Historia del rock duro. Me gusta mucho la música y siempre tuve ganas de
hacer algo así. No es ficción y me ha encantado escribirlo. Ha sido toda una
experiencia escribir casi 400 páginas en las que no tenía que imaginar, sólo
escribir mis recuerdos sobre música, músicos, bandas… Siempre abordado desde una
postura literaria, eso sí. Ha sido un reto crear metáforas sobre Iron Maiden,
Metallica, Nirvana o Marilyn Manson. Ha sido divertido. También llevo un año
con el proyecto Ciudad Máquina, es un cómic de doscientas páginas que
estoy terminando con un dibujante mejicano con el que trabajo desde hace años.
¿Te
gustaría añadir algo antes de terminar esta entrevista?
Darte
las gracias. Ha sido un placer conocerte. Y has sido muy amable.
Muchas gracias, Ángel, por tu tiempo, tus
palabras y tus fotos personales. Te animo a que por fin te decidas a enviar tu
nueva novela a tu editor, pues estoy segura de que muchos lectores la están
esperando.
Y a vosotros, amigos lectores, muchas gracias
por estar un día más al otro lado de la pantalla. Ahora, ¡a leer!
Cristina Monteoliva