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martes, 28 de marzo de 2023

Reseña: MUERTOS DE SEGUNDA, de Christopher Buehlman.

 

Tal vez por culpa del cine, cuando pensamos en los vampiros solemos imaginar seres elegantes y atractivos. En el caso de que existieran, ¿por qué no podrían ser menos guapos, simplemente de aspecto corriente? ¿Y si algunos parecieran indigentes? Seguro que estos se ocultarían en las vías del metro de las grandes ciudades, como los vampiros de Muertos de segunda, la obra de Christopher Buehlman ganadora de premio a la Mejor Novela de Terror American Library Association 2015. Si quieres conocerlos un poco antes de decidirte por su historia, no tienes más que seguir leyendo esta reseña.

Nueva York, 1978. Tras cuarenta años como vampiro adolescente, Joe Peacock cree saberlo absolutamente todo lo que hay que saber sobre su estirpe. Hasta que un día aparece en la ciudad un grupo de vampiros que no conoce. Se trata de unos inquietantes niños cuya sed de sangre no tiene parangón. Margaret, la líder de los vampiros de los túneles del metro, intentará detenerlos. ¿Será esto posible? ¿Qué hace que los niños sean tan poderosos? ¿Será este el fin de los vampiros neoyorkinos?

Joe Peacock podría jubilarse de seguir vivo. Sin embargo, no aparenta más de catorce años. Es la edad que tenía cuando Margaret, su antigua cocinera, le convirtió en lo que es en el momento de la narración, 1978; a saber: un vampiro. Joe vive con ella y otros vampiros en los túneles del metro de la populosa y colorida ciudad de Nueva York. Allí duermen de día. De noche, todos salen para pasarlo bien mordiendo a gente que no parece enterarse de nada, ligando en bares y viviendo divertidas aventuras.

A pesar del mal carácter de la líder del clan (Margaret es todo un personaje), todo parece ir bien. Un buen día, sin embargo, aparecen unos niños vampiros del todo inquietantes. Estos pequeños seres pondrán patas arriba el mundo de los otros vampiros, hasta el punto de hacerlo peligrar. La cuestión es: ¿se puede derrotarlos?

El protagonista y narrador de esta historia es Joe Peacock. Si bien comienza la misma de una forma desordenada, hablándonos de episodios sueltos de su ajetreada y emocionante existencia como no muerto, pronto encauza la narración para contarnos lo que sucede en 1978 en los oscuros túneles del Metro de Nueva York.

Aunque no lo parezca físicamente puesto que fue convertido con solo catorce años, Joe hace tiempo que superó la edad adulta. Durante su no muerte, ha vivido todo tipo de experiencias. En esencia, sin embargo, sigue siendo un adolescente, un niño grande que necesita de la ayuda constante de su amigo Cvetko, un vampiro de aspecto casi anciano; y de la mujer que lo convirtió, la imponente Margaret. Todo esto queda reflejado no solo en su historia, sino también en la forma que tiene de contarla. Así, nos encontramos con que Joe es un narrador detallista, divertido e inteligente, pero también descuidado y descarado: un niño grande con sus virtudes y sus defectos.

Los vampiros de Muertos de segunda no son nada elegantes por fuera. Algunos, ni siquiera son atractivos. Para sobrevivir en el Nueva York del 78 tienen que pasar desapercibidos, a veces, incluso, pareciendo indigentes. El glamour, eso sí, lo llevan por dentro. Todos ellos, incluso los terribles niños que aparecen para desbaratarlo todo, tienen personalidades muy marcadas que dejan huella en sus víctimas.

La obra se nos presenta con un doble final: uno que nos resultará más agradable y otro que, sin embargo, no nos dejará tan buen sabor de boca. El lector deberá decidir si llega o no a leer la otra cara de la historia. Lo único que diré es que me ha parecido un ingenioso recurso literario por parte del autor de este libro.

Muertos de segunda, en definitiva, es una estupenda novela de chupadores de sangre que nos hace adentrarnos en un submundo sucio y caótico en el que la luz la aportan los seres que lo habitan. Una obra intensa, tan terrorífica como divertida, que nos hace vivir una gran aventura en el Nueva York del 78. Y tú, ¿a qué esperas para conocer a Joe Peacock y sus compinches?

Cristina Monteoliva