Una edición de 10 sobre
10.
Si la vida de un
individuo cualquiera es inasible desde un punto de vista intelectual, tanto más
lo son la vida y el talento de un escritor, mezclados para producir una obra genial.
Por mucho que nos aproximemos a la antología definitiva, esta siempre tiende a
infinito. Por eso cada párrafo cuenta, y cada nuevo relato que leemos del
autor, por insignificante que parezca, puede acercarnos a su verdad. Siempre
queda espacio para una antología más de su obra. Paradójicamente, muchas de
ellas se hacen con desgana, sin aportar ninguna novedad desde el punto de vista
literario (tal vez añaden unas bonitas ilustraciones a la copia de un orden y
una traducción anteriores, en el caso de Poe, casi siempre la de Cortázar).
DNX, en este caso, se
atreve con una edición ambiciosa de las Obras
completas de Edgar Allan Poe, una edición total y que, por una vez, se
replantea la selección del argentino con argumentos sólidos. Se atreven a decir
que la selección de Cortázar, que se presentaba a sí misma como más racional
que las anteriores (en que los cuentos simplemente se coleccionaban en orden
cronológico), ciertamente supone un avance en la lógica de la estructura, con
cuentos organizados temáticamente, pero en cuanto a esa supuesta continuidad
“tonal” de la que hablaba el famoso traductor, por la que el lector podía
deslizarse complacido, sin notar interrupciones abruptas entre el estilo de uno
y otro cuento, es algo subjetivo, como necesariamente debe serlo cualquier
criterio estético.
Esto puede parecer
obvio, pero no se ha dicho nunca de manera explícita en una edición moderna de
la obra del norteamericano, debido a esa costumbre española de sacralizar a las
autoridades intelectuales. Así, es refrescante encontrarse con un traductor y
unos editores que ponen de manifiesto esta incoherencia humana y normal con
toda naturalidad y proponen otro orden. Apuestan un poco menos por la solidez y
un poco más por la globalidad, incluyendo cuentos de menor calidad, en los que
la pluma del célebre autor puede notarse temblar un poco, mostrándolo no como
un santo del opio ni un campeón olímpico del cerebro, sino como un ser humano que
escribe y que a veces rebota tristemente
entre esas dos fantasías extremas, como cualquier otro.
Estas decisiones editoriales
traen consigo otras más pequeñas, pero importantes, como la inclusión de
relatos de la misma temática y con la misma intención autoral,
independientemente de si son piezas más pulidas, mejor conseguidas, según la
opinión de la crítica en general. Por ejemplo, el relato Eleonora, a menudo excluido, se une al célebre trío Ligeia, Berenice, Morella, que
ahora es un cuarteto. Según el mismo criterio, se unen todas sus historias de
investigación; las más conocidas como La
carta robada, Los crímenes de la
Calle Morgue o El escarabajo de oro
junto a El misterio de Marie Roget o ¡Tú eres el hombre!
El caso de El misterio de Marie Roget merece una
mención especial, porque este cambio respecto a antologías anteriores supone,
según mi opinión, un doble acierto. En primer lugar, permite que los relatos
hermanados por el misterio y la investigación permanezcan juntos, cosa a la que
no se concedía ninguna importancia ni en la época de Poe ni en la de Cortázar,
pero que hoy día orienta muy bien al lector, acostumbrado a identificar
rápidamente y como algo distinto las características del negro y el policiaco,
respecto de otros géneros.
En segundo lugar y más
importante, pone en un lugar relevante de la antología un cuento de trama y ejecución
impresionantes, que pertenece a un ámbito muy familiar para el lector y el
espectador actual: el true crime.
Marie Roget es en realidad Mary Rogers, una joven de origen irlandés que
desapareció en Massachusetts en la época en la que Poe era periodista, y cuyo
caso nunca se resolvió. Como en tantas otras cosas, Poe fue pionero en utilizar
la ficción para dar un final catártico a una historia qué habría de quedar en
una desgarradora oscuridad en su versión real, pero que al menos, qué menos,
alguien resolvió en un cuento. Ni las colecciones de cuentos de la época de Poe,
ni la prestigiosa traducción de Cortázar, otorgan a este relato el lugar
privilegiado que merecía, al comienzo del primer volumen. Por fin se ha hecho.
Me gustaría apuntar un
detalle en cuanto a la traducción, y es que también se han tomado decisiones
bastante osadas en favor de la intención original de Poe, como en el título de
esa confesión criminal en primera persona que normalmente encontramos como El demonio de la perversidad, y que aquí
se ha titulado El diablillo de la maldad,
que es peor título, pero más parecido al que puso Poe: The Imp of the Perverse.
Estas decisiones
anteriores en la traducción de los títulos, se deben a prejuicios que se han
venido arrastrando desde los primeros traductores y difusores de Poe en el
siglo XX, como H. P. Lovecraft. Una de las tesis que Lovecraft quería defender
en El horror en la literatura, es que
Poe recogía el testigo del terror de procedencia anglosajona y nórdica, en
oposición a lo sobrenatural en la cultura latina, que decía estar recorrido por
un sentido del humor, o de la ironía, que lo hacía menos impactante y, por
tanto, menos eficaz. La realidad es que toda la literatura europea procede de
tres grandes fuentes culturales: Grecia, Persia y los pueblos celtas, y que Poe
recoge en su obra la tradición latina de la especulación filosófica y el humor
racional, usando como vehículo lo sobrenatural o lo impresionante, tanto o más
que pudiera hacerlo Petronio u Ovidio aunque, tal vez, no en los cuentos que
más le gustaban a Lovecraft, pero eso tiene que ver con las preferencias del
autor y no con un criterio filológico, como quiere hacernos creer.
De hecho, en el segundo
volumen de estas Obras completas de Poe, se encontramos numerosos ejemplos de
esta intención especulativa, satírica, irónica y científica: cuentos menos
conocidos en general, donde se sigue el mismo criterio de ordenación. Por
ejemplo, van de la mano aquellos en los que se especula sobre la hipnosis: El caso del Señor Valdemar, junto con
otro mucho menos popular, Revelación
mesmérica.
Mi gran descubrimiento
en este segundo volumen ha sido Cosas que
están por suceder, protagonizado por una piloto de 2848 que, en tono
aventurero, como un Heródoto del futuro, viaja, explora y se hace preguntas muy
interesantes sobre casi todo. Un ejemplo del feminismo, la rabiosa apertura
mental de Poe para su tiempo y espacio, y su amor por la cultura clásica
latina, cosas que Lovecraft y otros recopiladores y editores de su momento, no
apreciaron ni recogieron, pero que ahora DNX y nosotros, como lectores del
futuro, estamos preparados para disfrutar.
Rebeca Tabales