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sábado, 21 de enero de 2023

Reseña: CONFESIONES DE UN HOMBRE RAQUÍTICO, de Alberto Masa.

 

Soy consciente de que esta reseña es atípica, pero las Confesiones no merecen menos. Es un libro extraño y cautivador.

La historia es sencilla. Un hombre echa de menos a una mujer. Un amante llora su pérdida. Cómo atraer a un lector aburrido, cínico, a beber ese agua. Pues lo hace. Con sentido del humor. Con la humildad de un ser raquítico, un punto en el universo. Con el valor y la tristeza de afrontar esa verdad tan simple y rotunda.

Confesiones de un hombre raquítico de Alberto Masa está estructurado en párrafos, hermanados del mismo modo en que lo están los versos de un poema. No tienen necesariamente las mismas dimensiones ni están ordenados de acuerdo a un parámetro temporal o temático, pero sí tienen la misma música, transmiten el mismo estado de ánimo.

Si lo lees caminando, como yo he hecho, notarás que el ritmo de la lectura marca tus pasos. También podría decirse que tu oído lee por tus ojos.

«Hoy no veo la luna desde la ventana de la cocina. Es una noche impar (ya he dicho que es una) a cuya idiotez intento conceder un significado bebiendo un vaso de té frío al que recuerdo haber echado media cucharada de azúcar».

No diría que es prosa poética, pero sí que la prosa es puro ritmo, que es un corazón latiendo, es una lucha por hacer al corazón seguir adelante, atarlo a las pequeñas cosas, tirar de él, como a un cachorro que pega los cuartos traseros al suelo y desafía la correa. No solo es el corazón romántico del amante, es el niño que vuelve a llorar las soledades que ya no recordaba.

«Navidades en casa de mis abuelos paternos. Quedan demasiado lejos, al mismo tiempo que acá al lado. En el día de hoy ya he visto como todos se han ido. Eran una línea de fichas de dominó en pie, muy juntas. Ella y yo somos, a veces, dos fichas que quedan aún en pie».

Es un viaje que se hace con un oído secreto que escucha un monólogo interior, y es la mejor manera de contar una historia que ya ha ocurrido, o está por ocurrir, o nunca fue, que es lo que nos pasa a todos cuando vivimos una historia de amor en el plano real mientras sentimos que la otra, la que sucede, si acaso, en nuestra imaginación, es la verdadera.

Aquí tengo que compartir esta escena, donde el autor parece que auguraba esta reseña, en que iba a hablar de la verdad detrás de las sombras de la realidad, y parece que se acuerda de la caverna de Platón:

«Una caverna. Eso encontrado al bajar, tras todo ese tiempo de ausencia sin hacerlo, al sótano. Un montón de hilos de araña en cuyos laberintos veo el reflejo de mi pensamiento la luz se había agotado y he avanzado como un Diógenes, joven aún, por mucho que pueda poner en duda esto último, entre las mortajas de cucarachas e incluso ratones».

Allí va el enamorado platónico a buscar la sombra, el no-muerto de su amor que queda en los recuerdos materiales, solo por intentar evadir al que sigue vivo en la memoria. El lomo embuchado que encuentra en una estantería vale lo mismo que una foto en blanco y negro. Todo vale menos que el fantasma. Y tú vas con el personaje porque es imposible, te lo aseguro, que leas un párrafo sin tomar de la mano al siguiente, y no vayas donde él va.

Alberto Masa trabaja desde el párrafo del mismo modo en que dicen que hay que hacerlo autores tan diversos como John Gardner en Para ser novelista o Stephen King en Mientras escribo.

Aquí espero que no me tomes por la típica que, como no sabe de quién hablar, habla de Stephen King o de Oscar Wilde. Oscar Wilde es el escritor al que atribuíamos, en el siglo XX, todas las citas y proverbios que no sabemos de dónde vienen. Su versión posmoderna es Stephen King, a quien atribuimos todos los aciertos literarios, no esperados o no buscados, de cualquier prosa.

Desde luego Alberto Masa va a otro sitio. Estamos muy lejos del género de terror, muy lejos también de lo fantástico; en un realismo desnudo, casi sucio. Pero el modo en que te hace una aguadilla en la primera página y tú, por alguna razón, no quieres sacar la cabeza del agua, es la misma que utiliza Alberto Masa.

Tú sabrás si quieres abrir la caja de Pandora pero, te lo advierto: no podrás salir de esa cueva hasta que no hayas encontrado el pasillo con el recodo más parecido a tu miedo.

Rebeca Tabales